Lecciones de la derrota
La derrota de Córdoba deja lecciones que no debemos olvidar:
1) El ajuste económico es, por definición, transitorio. Su propósito (restablecer el equilibrio de las cuentas públicas) debe lograrse cuanto antes. Un ajuste duro, pero breve, es preferible a un ajuste gradual prolongado. La prolongación hace que, en algún momento, un gobierno se quede sin base de sustentación.
2) Obligado a hacer un ajuste, el gobernante debe mostrar que le duele. La gente entiende que en determinado momento haya restricciones mayores. Puede, en esa situación, aceptar grandes sacrificios. A cambio, necesita que los de "arriba" se muestren solidarios. El gobernante tiene que acreditar sensibilidad.
3) El sacrificio popular debe tener premio. Los sectores de ingresos medios y bajos son los que más sufren el ajuste. Superado el problema, la retribución debe ser, además de rápida, lo más directa posible. La obra pública, aun siendo necesaria, no satisface este requisito.
4) El gobernante debe evitar que su ejecutividad se confunda con autoritarismo. Esto ocurre, en casos de ajustes prolongados, cuando la gente no ha percibido la solidaridad del gobernante y, llegada la hora de compensar el esfuerzo, cada uno observa una gran actividad gubernamental de la cual no se siente beneficiario.
Si no se aprenden estas lecciones, un futuro gobierno nacional puede padecer lo mismo que acaba de sufrir Ramón Mestre.
La buena administración y la honestidad no bastan. Mestre prestó atención a su conciencia (no a su conveniencia) y gobernó con una limpidez que le reconocen propios y extraños. Sin embargo, perdió.
Debemos tenerlo presente. El futuro gobierno nacional deberá hacerse cargo de una situación financiera difícil. El gobierno de Carlos Menem dejará al Estado con un déficit fiscal de 4500 millones de pesos, una deuda pública de 115.000 millones de pesos y casi ningún activo por vender. Esto, en medio de una crisis financiera internacional que, en 1999, tendrá nuevas manifestaciones.
Ese gobierno deberá corregir distorsiones y afrontar dificultades mayúsculas. Tendrá que hacerlo sin perder el apoyo popular y ampliando desde el poder sus bases de sustentación. Lo primero por entender es que, sin poner las finanzas públicas en orden, no hay posibilidad de éxito.
Lo segundo es que, más allá de la coyuntura, toda política oficial debe ser validada por la mayoría. El gobierno que se iniciará el 10 de diciembre de 1999 tendrá su primera prueba de fuego en las elecciones legislativas del 2001. Tendrá dos años para hacer lo que la administración de Mestre hizo en Córdoba (ordenar las cuentas) y lo que no pudo: poner los frutos en la mesa de la mayoría.
- 1
- 2
La Justicia dispuso el desalojo de la ocupación ilegal en el Parque Nacional Los Alerces
- 3
Escala la pelea en la Corte Suprema: Lorenzetti estalló contra sus colegas, que le respondieron con dureza
- 4
El “desastre” que ve venir parte del peronismo si Cristina Kirchner y Axel Kicillof llevan su enfrentamiento al límite