Leandro Santoro, en campaña: camina desmarcado del Presidente y apuesta a la empatía personal
Al candidato a diputado del Frente de Todos en la Ciudad ya no le conviene presentarse con la tarjeta de “asesor” y “amigo” del jefe de Estado; lo reconocen por sus debates en los estudios de televisión; la marca del FdT y su pasado radical
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“¡Nos faltan más como vos! ¡Que defiendan bien en la tele!”, le dicen dos comerciantes de una dietética sobre Sayos y Murguiondo, a metros del centro comercial de la Estación Lugano, en el vértice sur de la ciudad. Las dueñas del local, que se autodefinen como “peronistas y después kirchneristas”, se funden en un abrazo con Leandro Santoro. A pocos metros, una señora que viene de hacer las compras lo reconoce y lo frena. “Te amo, estuviste muy bien en lo de Mirtha”, le dice, mientras larga el chango y le arrebata una foto.
Al primer candidato a diputado por la Ciudad del Frente de Todos lo reconocen rápidamente en la calle porque lo vieron debatir en los estudios de televisión. Santoro había exprimido la pantalla antes de probarse el traje de candidato este año. En Villa Lugano, donde el PJ juega de local -integra una de las dos comunas donde salió primero el kirchnerismo en 2019- muchos le tocan la bocina y le asoman los brazos con los dedos en “V”. Los más politizados, como las mujeres de la dietética, le valoran que ponga el cuerpo en los medios. Es una actitud que también conmueve a Cristina Kirchner. Ella se lo hizo saber más de una vez durante el acercamiento político que forjaron en los últimos años.
Santoro se cruza también con comerciantes irritados. Vapuleados por la pandemia y la cuarentena, no pueden disimular su fastidio por la malaria económica. “Estamos tratando de que repunte”, le asegura Santoro a un juguetero que le habla bajito y sin fervor. “Yo te aprecio a vos como persona, estuviste bien ayer en la tele. Pero yo soy apolítico y el ciudadano común no necesita esto”, le responde en alusión a la militancia que escolta al candidato en la recorrida proselitista, organizada por las comuneras del barrio. “Vos venite cuando quieras y charlamos”, cierra el hombre del local y le dispensa una palmada en el hombro, a metros de la avenida Riestra.
A diferencia de lo que le pasa a Santoro en otros barrios “amarillos”, donde prima una atmósfera antikirchnerista, en su recorrida por el sur porteño, algunos vecinos evocan a Perón y otros a Cristina. Pero nadie, ni aún allí, le menciona a Alberto Fernández. Las dificultades económicas que viven los comerciantes combinadas con la caída en la imagen que tuvo el Presidente en las últimas semanas -en el propio Frente de Todos de la Ciudad se habla de una sangría de diez puntos- hacen que a Santoro no le convenga presentarse con la tarjeta de “asesor externo” y “amigo” del jefe de Estado que lo identificaba el año pasado.
Hoy le rinde mucho más mostrarse sin padrinos en la Casa Rosada y empatizar mano a mano con su branding personal. En un intercambio con LA NACION y otros medios, cuando le queda una semana de campaña, asegura: “En ningún barrio de la ciudad recibí una puteada”.
-Después de la foto del cumpleaños en Olivos ¿Fernández dejó de ser un activo para la campaña en la Ciudad?
-Nosotros siempre tratamos de focalizar en ideas y en propuestas y en discutir cómo salir de la pandemia, incluso antes de que se conociera esa foto. Tratamos de focalizar en una mirada de la Argentina productiva, solidaria y soberana. Y en la marca del Frente de Todos, que como sello político genera adhesión. Algunos dicen, yo no lo sé, que el sello genera más adhesión que las personas.
-En la estrategia de “la vida que queremos” de salida de la pandemia ¿No fue un golpe muy duro esa foto? ¿No fue piantavotos?
-Nos hubiera gustado que no hubiera ocurrido, ni el hecho, ni la foto. Ocurrió, y el Presidente pidió disculpas. Nosotros tenemos que seguir haciendo campaña y él tiene que seguir gobernando. A nadie le gustó ese episodio, ni siquiera a nuestra propia base electoral. Pero a un gobierno no se lo puede juzgar por una foto. Y a un espacio político no se lo puede juzgar por conductas individuales de una persona.
La necesidad de mostrarse emancipado hace que Santoro hable mucho más de proyectos que del liderazgo presidencial. Para sintonizar con el electorado porteño subraya la “Y” cuando habla de “Estado y mercado” o de “distribución y desarrollo”. Y busca tocar la fibra progresista de la Capital Federal, ante la aparición del nuevo fenómeno de derecha, encarnado en Javier Milei.
Cuando tiene que evocar al pasado, Santoro arranca en Raúl Alfonsín, de quien fue ferviente devoto desde su adolescencia hasta el año 2015. Expresidente de la Juventud Radical y exyerno de Leopoldo Moreau, se convirtió luego en férreo defensor del kirchnerismo, hasta ganarse el corazón de Cristina Kirchner. El maridaje radical-K, a veces lo ayuda en territorio porteño. “Me preguntan si soy radical o peronista ¡Soy no binario!”, ironiza en su caminata.
En la Ciudad, cuna de Pro y baluarte de Horacio Rodríguez Larreta, Santoro aspira a que la boleta del Frente de Todos logre un segundo puesto digno, lo más cerca posible de la performance individual de María Eugenia Vidal. Él habla de “entre 25 y 30 puntos”.
-¿Es su objetivo en las PASO ganarle a Vidal, candidato contra candidato?
-Me encantaría, pero es difícil y soy consciente de eso. El espacio que Vidal representa, y Vidal en particular, siguen siendo hoy en la Ciudad la alternativa más fuerte de la elección.
-¿En qué barrios encontró más aceptación?
-Yo soy de Boedo y ahí la gente me conoce mucho. En el oeste nos fue muy bien también y espero que acá, el sur, no sea la excepción. Pero después puedo decir que en todos lados nos fue bien con la calle. Y puedo decir que hasta ahora nunca recibí una puteada.
Santoro frena en un local de ropa, cerca de las vías. “¿Cómo la estás llevando?”, le pregunta a la comerciante. “Y... en la lucha”. “Decime una cosa, el gobierno de la Ciudad, ¿te ayudó en algo?”. Ella piensa y responde: “Sí, el año pasado nos pagaron la mitad de los sueldos”. El candidato se escandaliza: “¡Pero ese fue Alberto, no Larreta!”. Cuando se retira, ella le pide “hacer algo” con los créditos UVA.
Santoro le entrega los petitorios que le llegan a su mano derecha en la Legislatura, Alejandro Grillo. “Los compañeros del PJ me adoptaron pero no me hago el peronista de cuna”, remarca el candidato. A la recorrida ya se sumó Mariano Recalde, senador, presidente del PJ porteño y principal cuadro de La Cámpora en la Ciudad. Es quien oficia de jefe del comando proselitista del Frente de Todos de la Capital Federal y tiene la última palabra sobre la campaña.
“Me mandó un mensaje Íñigo”, le cuenta Santoro, y da play en su celular para que Recalde escuche a Íñigo Errejón, el joven diputado de izquierda que sacudió a la política española y que genera admiración entre los dirigentes del kirchnerismo. El legislador español dice que tiene previsto viajar a la Argentina en octubre y el camporista pide el celular para responder con un audio entusiasta.
Santoro venía buscando el “voto posible” o cazando indecisos en el “corredor Rivadavia” y otros barrios donde Pro saca menos ventaja. Pero desde La Cámpora le pidieron que refuerce su presencia en el sur de la Ciudad, donde “la marca mide más que los candidatos,” para fidelizar el núcleo duro.
Hasta ahora, Santoro no compartió actos proselitistas con Fernández en el distrito que vio crecer al Presidente. En las primeras recorridas, el candidato jugaba a llamar al jefe de Estado frente a los vecinos, para canalizar telefónicamente un saludo o un reclamo. Pero ya abandonó el chascarrillo.
Para el sprint final de campaña, la semana próxima, se espera que el candidato comparta con Fernández una actividad “temática”, sujeta a la agenda presidencial. Pero no está previsto que el Presidente o la vicepresidenta asistan al cierre de campaña del Frente de Todos porteño. Será el miércoles, en el complejo habitacional de Lugano 1 y 2.
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