Las vacunas anti-Milei que no terminan de prender
Con la marcha programada para este miércoles, la oposición confía en la agenda universitaria como elemento de presión; el Presidente y el modelo Bukele
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La Argentina de Javier Milei va mostrando una intensificación de la rabia como sistema y del caos como síntoma. El caos viene de la gestión del gobierno que tiene forma de huracán Helene que arrasa con todo y sin parar y de los obstáculos que se suceden semana a semana. La rabia encontró su punto culminante en el acto libertario de Parque Lezama el fin de semana. Se vio un Milei desatado en su fiereza. La movilización contó, inclusive, con una especie de versión autóctona de los “Proud boys”, el ejército ciudadano de fanáticos de Donald Trump, todos hombres far-right que suelen exhibir su poder sin pudor en las calles de Estados Unidos. El sábado, columnas de hombres fanáticos de Milei avanzaban hacia el sur de la ciudad en un despliegue similar. El influencer libertario conocido como Gordo Dan encabezaba alguna de esas columnas.
En tan solo nueve meses, la oposición se encontró con oportunidades únicas de capitalizar los obstáculos de la gestión mileísta. Pero ni el subidón inflacionario de diciembre que llegó al 25,5%, ni el escándalo de los alimentos guardados en Capital Humano, ni la primera marcha universitaria del 26 de abril, ni las derrotas legislativas con la jubilación y los fondos de la SIDE, ni la recesión generan efectos duraderos: nada detiene al Gobierno a la hora de avanzar con su agenda y la visión que lo trajo al poder.
Es cierto que Milei y el Gobierno caen en su imagen positiva. Pero esa caída está lejos de tener el nivel de empinamiento que tienen algunos de los efectos más delicados de la gestión, por ejemplo, la subida de la curva de pobreza: la gravedad de ese escenario social hace mella, pero con limitaciones. Tamaños costos sociales no terminan de correlacionar del todo con crisis total de imagen del Gobierno. Por ahora, la oposición no da con la vacuna anti-Milei: no hay escollo que obligue al Gobierno a cambiar de rumbo y aminorar su marcha. Tambalea por unos días, se enreda en internas y sale del ahogo con nueva bocanada de oxígeno.
Milei está generando sus propios anti cuerpos políticos con la exasperación de la agresividad política: la escalada de rabia de Milei, que quedó clara en el discurso del sábado, es la escenificación de una voluntad política elevada a la enésima potencia y la muestra de una voluntad de poder inclaudicable. Cueste lo que cueste, inclusive, la paz del discurso social.
Señales del Presidente
Ésa falta de pudor en la escenificación de la rabia de Estado tiene dos destinatarios. Es una señal para la política: deja clara la convicción presidencial. Es un signo de autoridad intransigente ante una clase política dividida hasta lo imposible. El otro destinatario es la gente. ¿Qué es “la gente” hoy? Hay confusión en la política en torno a esa respuesta. En la hipótesis de Milei, su hermana Karina y Santiago Caputo, la gente canaliza su rabia vía la rabia de Estado. Esa fórmula le sigue funcionando al Presidente: Milei no es la representación de la rabia y la angustia de los más golpeados. A los ojos de la sociología del votante más desfavorecido de Milei, el líder de La Libertad Avanza es la rabia. Hay algo de un efecto catártico que todavía funciona.
Por un lado, porque el obstáculo central que podría enfrentar la gestión libertaria todavía no está instalado en el escenario político, ni en el social. Todo indica que ese signo de alarma no es la pobreza en alza: para que la pobreza desestabilice, debe llegar de la mano de la movilización de los conurbanos. Hoy nadie tiene ese poder de capitalizar la angustia de las mayorías pobres. En parte, porque el Gobierno lo desarticuló a fuerza de la batalla cultural y financiera contra los movimientos piqueteros. Hay algo, también, de alianza estratégica con cierto peronismo profundo del conurbano profundo. Además de aumentar la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la Tarjeta Alimentar.
La contención de la inflación es otro factor: esa angustia del bolsillo está algo contenida en los sectores en los que la inflación más pega, los más pobres. También juega un papel la visión de una tierra prometida libertaria de salida individual que todavía no se licua. Y un cuarto componente es el factor religioso de la puesta en escena mileísta: la apelación al slogan “Dios, patria y familia” tiene menos de fascista que de síntesis de una tríada de valores y creencias de sectores pobres del conurbano. La religiosidad mileísta disputándole el territorio a la religiosidad peronista. Y también, a la religiosidad institucional del papa Francisco y la iglesia.
La esfera económica
La alarma que puede complicar a Milei es otra: la percepción clara en la opinión pública de que la cosmovisión macroeconómica del Gobierno quedó agotada. La esfera macro y la vida económica de la gente tiene problemas graves.
“La incertidumbre sigue siendo altísima, aún cuando el Gobierno tenga razón en su visión económica”, reconoce un inversor que sigue el tema argentino desde Manhattan. Pero al Gobierno le quedan municiones macro y batallas culturales todo terreno para afrontar ese riesgo. Para aplanar la curva de la caída de imagen, al Presidente le sobra rabia y le queda artillería macro.
La Argentina es una flecha lanzada hacia un blanco que queda en el futuro. El problema es que el vuelo es incierto. La incertidumbre está en dos frentes. Por un lado, ¿hasta cuándo la rabia puede funcionar como combustible de un cambio brutal de régimen? Por el otro, ¿cuándo el monocomando de una macro centrada en el botón de la inflación va a activar la botonera completa? Es decir, cuándo el super ajuste y el déficit cero se va a traducir en mejora de los indicadores que cambian de manera más evidente la vida de la gente.
Política y percepciones
Por ahora, la puja entre el Gobierno y la oposición más dura, la kirchnerista y la radical de Martín Lousteau, Emiliano Yacobitti y Facundo Manes, se da en el terreno de las percepciones. La política se esfuerza por adivinar cuál es la percepción que domina en la ciudadanía.
Con la marcha programada para este miércoles, la oposición confía en la agenda universitaria como elemento de presión potente. Pero se instala una cuestión central en la disputa por el favor ciudadano: ¿esa expectativa en torno al poder corrosivo de la agenda universitaria funciona realmente como interpretación acertada de lo que moviliza a los argentinos hoy? ¿O la causa universitaria no logrará nunca convertirse en la 125 del mileísmo? Para el 52,9% de pobres argentinos, la universidad queda muy lejos como preocupación vital. En cambio, el sentimiento de rabia queda más cerca.
En abril y mayo, esa agenda pareció alcanzar el punto máximo de su poder de presión. Pero el efecto pasó rápido. Precisamente porque parte de la gestión de este gobierno es la desregulación 360 grados, el avance por zancadas y el retroceso continuo de a pequeños pasos y la generación de conflictividad diaria, también dentro de su propia tropa. Un ejemplo fue el tema Malvinas, la decisión oficial del Gobierno de negociar con Gran Bretaña y la diferencia pública de Victoria Villarruel. La confusión como sistema quita potencia a las grandes causas que la política y parte de la sociedad buscan movilizar. Toda gran causa es reemplazada por otra.
La última novedad fue el encuentro entre Milei y Bukele. El modelo Bukele se sintetiza en 80% de apoyo popular gracias a un logro central, el combate contra las maras y la conquista de la seguridad de El Salvador, sacrificando la institucionalidad republicana y la protección de derechos humanos fundamentales. Es un modelo posible para Milei, aunque en otro sentido. La institucionalidad que el libertario está dispuesto a quebrar es la del régimen del discurso presidencial: la lengua de Estado aceptable llevada al terreno callejero.
El tipo de apoyo de la opinión pública a la Bukele también es un modelo posible: no importa lo que haga, si el mayor drama social queda bajo control, la ciudadanía apoya. Para El Salvador y Bukele, el mayor drama era la inseguridad: controlada, el apoyo es total. Para Milei, el mayor drama es la inflación, y ahora la pobreza y el desempleo: controlado ese drama, Milei puede convertirse en el Bukele argentino. Mientras llegan esos efectos positivos, la rabia y el caos le juegan a favor. Mientras la economía resulta manejable, aún con inflación como lo demostró el kirchnerismo en sus mejores años, los gobiernos sobreviven y conservan poder.
¿Cuándo la acumulación de obstáculos puede hacer rebalsar el vaso de la paciencia social? ¿Cuándo la rabia presidencial puede quedarse sin pólvora para la expresión empática de la rabia del argentino golpeado por la crisis endémica? En esas dos preguntas se juega el futuro de los próximos meses. Las encuestas de principio de año pronosticaban una paciencia social con fecha de vencimiento a un año. El plazo se cumple en diciembre de 2024, en menos de tres meses. Milei está obligado a mostrar que su macro es la salida.
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