Las reformas de Javier Mileil: el sector de la salud, en tiempos de libertades y eficiencia
La eficiencia de los servicios de salud debe estar acompañada por la solidaridad y nadie debe quedar afuera; no es conveniente incluir a las prepagas en un sistema que debe ser modificado previamente.
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El tejido social no es más que un conjunto de personas vinculadas que interactúan como lo hace un conjunto de células que se interconectan en un tejido biológico. Cuando el pulmón se enferma en poco tiempo esa enfermedad afectará a otros órganos, un riñón lesionado comprometerá al medio interno y seguramente afectará a otros órganos. De la misma forma la enfermedad de un ser humano dentro de la sociedad alcanzará a otros, llegará a otros a través de la tos, el estornudo, un mosquito u otro vector.
La difusibilidad de la enfermedad y sufrimiento del prójimo se extiende al resto de la sociedad a través de medios fisicoquímicos, biológicos o sociales (protestas, violencia). Nadie queda ajeno a la enfermedad de una parte de la sociedad, ya sea ésta física, psicológica, social o espiritual. Bajo esta visión la solidaridad y equidad toman fuerza no sólo como preceptos morales sino como elementos de autoprotección de las personas. Durante la última pandemia ¿La gente se preocupaba por la salud o la vacunación del otro solo por un sentimiento de genuina solidaridad? o era el temor de que el otro se enfermara y contagiara al resto.
La encíclica Fratelli tutti, firmada por el papa Francisco el 3 de octubre de 2020 en Asís, fue forjada antes de la pandemia, pero difundida en el contexto de ésta. Francisco invita a concebir la política como amistad social, a implementar políticas públicas iluminadas por la caridad, capaces de incluir a todos, en las que la eficiencia no debe eclipsar valores como la solidaridad, la subsidiaridad o el bien común.
Eficiencia y solidaridad
En estos tiempos de “libertades”, aquellos que conocemos muy bien el sector salud y el concepto de “descreme”, tenemos la obligación de alertar que la eficiencia de los servicios de salud debe estar acompañada por la solidaridad, nadie debe quedar afuera. Pero también hay que reconocer que la solidaridad sin eficiencia termina siendo un fracaso.
Es necesario respetar la libre elección de afiliación a una cobertura de salud, ya que el trabajador debe tener el derecho de decidir donde depositar sus aportes. Pero el sistema debe evitar el descreme, es decir: que los jóvenes sin patología y con mejores ingresos se concentren en unos pocos prestadores de salud, dejando cautivos a los más vulnerables con bajos salarios afiliados a coberturas de baja calidad.
El fondo solidario de redistribución no cumplió con el objetivo de garantizar solidaridad y universalidad en la cobertura de la seguridad social. Siguen existiendo unas obras sociales “ricas” y otras “pobres” con acceso y calidad de servicios de salud muy distintas. No incluyamos a las prepagas en un sistema que debe ser modificado previamente.
Existen dentro del Fondo Solidario múltiples mecanismos de subsidios (SANO, SUR, SUMARTE, SUMA 70, etc.) que deben ser eliminados y reemplazados por un sencillo sistema de “cuota parte única ajustada por edad”, un “seguro para prestaciones de alto costo” y una “agencia de evaluación de tecnologías sanitarias” que le darían al sistema eficiencia, equidad y verdadera solidaridad.
Hasta ahora el sistema de salud está diseñado para “garantizar” y “perpetuar” las inequidades, esperemos que la fuerza de los nuevos vientos desvíe el rumbo del sistema hacia puertos en donde las libertades, la eficiencia y la solidaridad alcancen magnitudes vectoriales equivalentes.
El autor es médico y rector de la Universidad Católica Argentina (UCA)
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