Las razones del acercamiento de Cristina Kirchner a EE.UU.: desconfianza en Guzmán y hasta un eventual intento por la Presidencia
La vicepresidenta multiplicó sus contactos con funcionarios o expertos ligados al sistema financiero; cerca suyo afirman que siempre creyó en el “multilateralismo” y justifican el giro
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Después de una década sin reuniones ni fotos con embajadores de Estados Unidos, Cristina Kirchner recibió sonriente en su despacho del Senado al flamante embajador norteamericano Marc Stanley, con quien estuvo más de una hora. En menos de un mes, hace poco más de una semana, Stanley volvió a estar junto a la vicepresidenta, esta vez por la visita de la jefa del comando Sur, generala Laura Richardson.
La vicepresidenta, que hoy quedará a cargo del Poder Ejecutivo por el viaje a Europa del Presidente, escenificó de ese modo un inesperado acercamiento a Washington, a quien suele criticar en discursos públicos, como el que dio el viernes en Chaco. Escenario desde donde, además, pidió un giro en la política económica y apuntó al ministro de Economía, Martín Guzmán, quien hoy salió a responderle.
En el Gobierno nadie cree que estos gestos, ni otros como la reciente visita del ministro camporista Eduardo de Pedro a Israel, aliado histórico de Washington, sean obra de la casualidad, por más que la primera reunión haya sido pedida, según dos fuentes inobjetables, por la embajada norteamericana en el país.
“Juntos por el Cambio se está quedando sin banderas”, bromeó un leal a la vicepresidenta como modo de resumir la nueva situación, alejada de los coqueteos políticos de Cristina con el presidente ruso Vladimir Putin, la firma del Memorándum con Irán por el atentado a la AMIA o aquella revisación, alicate mediante, del entonces canciller Héctor Timerman de material de un avión norteamericano.
Siempre con la mirada puesta en la feroz interna con el presidente Alberto Fernández, fuentes cercanas o fieles a la vicepresidenta relacionaron estos movimientos con la intención de “continuar con su rol de estadista que se reúne con todos”. Además, las fuentes lo vincularon con el deseo personal de Cristina de “conocer de primera mano lo que piensa Estados Unidos” y con los eventuales preparativos para una nueva candidatura presidencial, la tercera de su carrera, en 2023.
“Cristina no quiere que se la vendan cambiada”, resumió un interlocutor económico periódico de la expresidenta. Así explicó las reuniones con Stanley y con economistas como Martín Redrado, extitular del Banco Central y de sólidos vínculos con el sistema financiero con sede en Estados Unidos. La persistente desconfianza en el ministro Guzmán, según coincidieron otros referentes consultados, es otra de las razones por las que la vicepresidenta habría activado el acercamiento con expertos en economía con conocimiento de lo que ocurre en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Muy cerca de la vicepresidenta dieron otra explicación. “La visión de la Presidenta (sic) siempre fue tener una relación internacional multilateral, no basada en lo ideológico como muchas veces se piensa. Esto significa Estados Unidos, también con Rusia, China, Europa, siempre en defensa de los intereses nacionales. La guerra fría ya es historia”, afirmó uno de los incondicionales de la jefa del Senado.
Una visión similar exhibió la semana pasada el ministro De Pedro a su paso por Israel, donde encabezó una misión técnica vinculada con el aprovechamiento de los recursos hídricos. “Si tengo que pagar algún costo político por traerle soluciones a varias generaciones de argentinos, lo voy a hacer”, comentó en voz baja durante la gira el ministro del Interior e integrante de La Cámpora, que para muchos utilizó esta gira-al igual que las anteriores por España e Italia-como otro jalón más en la construcción de su candidatura presidencial. Un dato: dos días antes de partir a Tel Aviv, De Pedro también tuvo su foto con el embajador Stanley en Casa Rosada.
Deuda y el reclamo por Malvinas
Un hombre del kirchnerismo en la diplomacia agrega una explicación adicional. “Cristina quiere mostrar que ella y su sector no son kamikazes, y que no sólo el albertismo puede tener de amigos a los yankees. Lo mismo hacen Lula en Brasil, (Gabriel) Boric en Chile, (Gustavo) Petro en Colombia y hasta (Mel) Zelaya en Honduras, hoy ser pro-ruso no se puede, los tiempos del no al Alca se terminaron y habrá que convivir”, enumeró el referente, cercano a ambos vértices de la fórmula presidencial.
La “convivencia”, con todo, tiene un límite. Desde el Gobierno reconocen influencia cristinista en la reticencia de la cancillería a sumarse a condenas más duras a Rusia, lo mismo que en el pasado ocurrió con Venezuela o Nicaragua, enemigos de Washington y socios del Kremlin. “Condenamos en la ONU, donde hay que condenar. No en la OEA ni en otros lugares dónde se pide cancelar a Rusia”, habría afirmado el canciller Santiago Cafiero en la reunión de gabinete del miércoles pasado, en Casa Rosada.
¿Y qué pasa con la militancia kirchnerista? ¿ Aprueban el giro hacia la moderación de su jefa política? Todo indica que sí. “Ella se resitúa como estadista, no como jefa de una porción. Le deja el barro a Máximo (Kirchner) o a (Andrés) Larroque, ella recupera centralidad política”, la elogió un miembro destacado del kirchnerismo duro en el Frente de Todos. Y agregó que a Stanley “le pidió colaboración para el proyecto que pretende repatriar fondos fugados para pagar las deudas” y a Richardson “apoyo de Estados Unidos en el reclamo por Malvinas”, como modo de justificar ambas-amables- reuniones.
De ahí hay un solo paso para quienes perciben una intención adicional de Cristina. Cansada de “experimentos fallidos” como el actual, volvería a candidatearse el año que viene, en el mejor de los casos a la cabeza de un Frente de Todos unido pero con su impronta, según sugirieron fuentes oficiales. “Lo está pensando, se da cuenta que delegar no sirve ni funciona, ni siquiera con Wado de candidato. Tiene que ser ella”, agregaron los incondicionales, que “toleran” las reuniones de Cristina Kirchner con representantes del gobierno norteamericano como pasos necesarios para reforzar el proyecto sobre un eventual regreso.
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