Las huellas de la tortura en el casino de oficiales de la ESMA
lanacion.com recorrió el edificio donde convivían militares y detenidos en la última dictadura militar; testimonios de sobrevivientes y de expertos en conservación; mirá las imágenes de lo que fue un centro clandestino de detención
La convivencia entre torturadores y torturados, que parece escenario de un cuento policial, existió durante la última dictadura militar (1976-1983) y fue en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el centro clandestino de detención, tortura y exterminio donde se estima que estuvieron secuestradas alrededor de 5000 personas.
El edificio tiene cuatro pisos. Se llama Casino (o casa) de oficiales. En la planta baja está el Salón Dorado, la central de inteligencia donde los militares trazan el plan de acción. En el primer piso y segundo piso, las habitaciones de los oficiales. Justo encima de donde ellos descansan, está la "Capucha", el lugar elegido para las "cuchas" o divisorios de madera donde se alinean acostados los detenidos, la mayoría hoy desaparecidos; también allí funciona la maternidad clandestina. En el altillo está la "Capuchita", sitio destinado a la detención y tortura de los presos. Abajo, a los pies del Salón Dorado, el sótano, con más celdas y salas de tortura, además de la enfermería, el último lugar por el que pasan los presos antes de ser "trasladados", el eufemismo de desaparecerlos.
Con motivo de la conmemoración del 35 aniversario del golpe, por primera vez se abrió el casino de oficiales a los medios de comunicación para poder capturar imágenes del lugar. lanacion.com recorrió este espacio junto con sobrevivientes de la ESMA, integrantes del órgano ejecutivo del espacio para la memoria y conservadores de ese edificio que alberga huellas de aquellos años.
Las expertas en conservación del Casino señalan que en "Capucha" y "Capuchita" son los lugares donde encontraron más rastros de los detenidos. En el recorrido, linterna en mano, se ocupan de mostrar que "las paredes hablan". Se pueden ver inscripciones que son cruces talladas, corazones con fechas o nombres, firmas, iniciales; también se lee la palabra "fe". Todo está a centímetros del piso, donde yacían casi inmovilizados los detenidos.
Una de las conservadoras de este casino de oficiales, Romina Chiesa, cuenta a lanacion.com: "Encontramos en los pliegues de algunas vigas papelitos de chocolates, de galletitas y algunas colillas de cigarrillos fumados hasta el final con el fósforo escondido adentro". Estas son algunas de las manifestaciones de resistencia que se vivían en este lugar considerado el "núcleo duro de la tortura" y que hoy, 35 años después, son recuperados por la labor de este equipo de expertas.
"Lo que tengo muy en mente es que el piso de mi celda era rojo", dice la sobreviviente de la ESMA Lila Pastoriza y cuenta que evita recorrer el lugar donde estuvo secuestrada más de 8 meses. "Para mí, aún están ahí todos mis compañeros detenidos, los que no ví nunca más", dice. Accede a conversar con este medio en un salón de la ESMA a varios metros de ahí donde se exponen los objetos recuperados. Entre otros, hay partes de esos mosaicos rojos que ella tan bien recuerda haber visto por debajo de las vendas que cubrían sus ojos.
El sobreviviente Carlos Muñoz, en cambio, se sobrepone al doloroso recuerdo de su paso por "Capucha" y decide recorrer el lugar, identificar el sitio preciso donde estuvo secuestrado un año y cuatro meses, la "Pecera" en la que trabajó falsificando documentos por orden de los oficiales, las entradas y salidas de autos con sus compañeros de militancia, los pasillos por los que transitaban sus guardias, las salas desde donde le llegaban los gritos que la radio no podía camuflar.
"Algo que a mí me perturbaba mucho, pero a la vez me permitía ubicarme en este lugar era el ruido de un ascensor", cuenta Muñoz. "Resulta que cuando vino una inspección de la Organización de Estados Americanos (OEA) los oficiales hicieron reformas para despistar y entre otras cosas sacaron el ascensor, camuflaron la entrada al sótano y, además, nos trasladaron a todos al Tigre. Los inspectores no encontraron nada más que un edificio en reformas". Sin embargo, unos 200 testimonios de ex detenidos daban cuenta de ese ruido inconfundible.
"Hace 7 meses se encontraron los resortes de los ascensores que nosotros escuchábamos; no estábamos locos", dice, e invita a conocer la evidencia bien escondida detrás de unas paredes levantadas a tiempo. Esos resortes y también los papelitos escondidos y los mosaicos y las paredes escritas y las marcas de ventanas tapiadas son algunas de las huellas que guarda este edificio de horror.
"Si puedo recorrerlo es porque lo revivo desde otro lado. Este no es el mismo lugar que yo padecí. Ahora está abierto para que se conozca la historia y no se vuelva a repetir". Pese a los esfuerzos de los militares para borrar las evidencias, muchos de los rastros permanecen indelebles.
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