Las grandes incógnitas políticas para 2025
Milei termina el año sobre la cresta de la ola; de la depresión a la esperanza; el avance del Presidente sobre los Macri; el sueño imperial; la respuesta porteña: desdoblar las elecciones; el pacto Kicillof-UCR
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Luis Majul y Alfredo Leuco reflexionaron anoche sobre un acontecimiento significativo para todo aquel que se interese por la política, tenga relación con el periodismo o se sienta de algún modo beneficiado por esa relación: la muerte de Jorge Lanata. Esta pérdida tiene un sentido especial porque ha marcado muchos años de la profesión y la política en dos sentidos principales. Primero, un cambio en el lenguaje. Una de las grandes contribuciones que se deben a Lanata, especialmente desde la aparición de Página12, fue introducir una nueva forma de comunicar la información, más descontracturada, cruzada por la ironía y el humor, con un extraordinario sentido visual. Ese es un sello distintivo, con su gran capacidad expresiva modificó la manera de transmitir las noticias y sus interpretaciones.
El otro rasgo es un tema: la corrupción. Especialmente destacada en dos períodos: el menemismo, donde su trabajo moldeó la percepción moral de esa época, y el kirchnerismo, desde la misma perspectiva. Estos problemas —arrastrados desde hace décadas— son enfermedades sociales difíciles de superar, y la figura de Lanata está vinculada a la indagación, denuncia y descripción de este panorama institucional declinante en la Argentina. Su impacto se extendió a generaciones de periodistas, particularmente en medios audiovisuales, muchos de los cuales se formaron bajo su influencia, aprendiendo mediante la observación, como en un taller medieval, sin demasiadas instrucciones, con una transmisión testimonial del saber, del oficio.
Un nuevo lenguaje y la preocupación por lo institucional y la corrupción son las dos grandes marcas de Lanata en las últimas décadas. Este lunes nos dejó, y quienes nos dedicamos a esto aprovechamos la ocasión para reflexionar sobre nuestra tarea, con un poco de tristeza.
Al borde de año nuevo registramos una gran novedad en la política argentina: Milei. Pero no es la única. El panorama se ha vuelto extraordinariamente mutante, sobre todo entre los protagonistas y las fuerzas que hegemonizaban el juego antes de la emergencia del Presidente. Todo está cambiando, y para vislumbrar lo que ocurrirá en 2025 en materia política, hay que observar estos movimientos, estas tendencias que revelan conflictos y asociaciones inesperadas.
Detrás de esos fenómenos novedosos se extiende un gran telón de fondo que refleja una modificación importante en la relación de los argentinos con la política. Un cambio en el estado de ánimo, en las emociones frente a ella. Milei es un dato significativo dentro de este paisaje. Pero lo importante es que estamos frente a una reconfiguración del mapa que plantea numerosas incógnitas. Probablemente, la novedad más relevante sea este cambio en el clima emocional, misterioso y difícil de explicar.
Hace apenas un año, buena parte de la sociedad argentina estaba sumida en una especie de pesadumbre, una nube de pesimismo y desasosiego. Hoy, según indican las encuestas, ese clima ha mutado hacia expectativas relativamente positivas, incluso hacia una palabra tan significativa como “esperanza”. Hugo Haime, un experto en opinión pública, presentó algunos cuadros de un estudio realizado este diciembre sobre el estado de ánimo de la población. Uno de ellos pregunta: “¿Cómo está la gente?”. Muestra un leve predominio de la esperanza, representada por una línea verde. En contraste, la bronca —emociones negativas y agresivas hacia el entorno— cae, aunque la tristeza, curiosamente, también sube.
Durante los años 2020, 2021, y parte de 2022, la esperanza era un sentimiento muy minoritario, inmerso en un panorama de depresión colectiva, posiblemente vinculado a la pandemia, el aislamiento y la vulnerabilidad física que enfrentamos todos. Ahora, el clima parece haber cambiado. Un 35% se encuentra a gusto, un 32% de gente desanimada y triste y un 30% que está con bronca. Es decir, no hay un panorama homogéneo, pero se expandió el sentimiento de esperanza, que era muy minoritario
Sobre la relación de la sociedad argentina con el Gobierno, el estudio de Haime revela datos interesantes. Su metodología incluye encuestas presenciales, lo que a menudo hace más seguros los resultados. Según sus cifras, la línea verde, que representa la aprobación, muestra un leve progreso, posiblemente influido por la desaceleración de la inflación. Sin embargo, la desaprobación sigue siendo mayoritaria, con un 50% frente a un 47% de aprobación. Este cambio refleja una tendencia que podría tener implicancias en el futuro político del país.
Así estamos llegando a fin de año. Es importante tener cuidado al analizar un gobierno que llegó de manera sorpresiva, sin un equipo consolidado ni un programa claro. El programa original del Presidente —dolarización, eliminación del Banco Central— quedó, al menos por ahora, relegado. El enfoque actual es otro, diferente al planteado inicialmente. Sin anclaje territorial, con un equipo que se está conociendo a sí mismo mientras avanza el año y sin un Congreso favorable, alcanzar estos niveles de aprobación parece casi milagroso. Esto confirma que la gran novedad del año es Milei como centro de gravedad política. Se trata de alguien que manda, que ordena, algo que no estaba garantizado a principios de este año.
A pesar de este panorama, la adhesión sigue siendo menor que la oposición. Si bien los adherentes han aumentado, los opositores también han crecido. Seguimos en un escenario político polarizado, sin matices, sin un centro y con escasa visión de la complejidad de los problemas. Todo se reduce a un “todo o nada”, un “apruebo o desapruebo”, con un predominio de los opositores (49%) frente a los adherentes (43%), según Haime. Estas cifras incluyen entrevistas presenciales.
Aunque los opositores son más, el sentimiento respecto al futuro comienza a ser positivo. Respecto a las expectativas para el próximo año, el 48% cree que estará mejor que ahora. Un 2% considera que estará igual de bien, mientras que un 37% cree que estará peor y un 10% piensa que estará igual de mal. Predomina la expectativa positiva, la esperanza. La expectativa positiva superó a la negativa en algún momento de la segunda mitad del año, según Haime, en septiembre. Generalmente, estos cambios están relacionados con la inflación y la recuperación del poder adquisitivo del salario o de ingresos para quienes no tienen empleo formal. El pesimismo, en cambio, decrece.
Este panorama es, para muchos, inesperado. Milei, surfeando la cresta de la ola, finaliza el año con paz social, algo que generaba grandes dudas cuando asumió un gobierno que prometía y llevó a cabo un ajuste significativo. En este contexto, se habla poco de figuras importantes como Sandra Pettovello, quien, como ministra, ha sorprendido en este cierre de año. Bajo su gestión, se desarticuló un sistema de lucro asociado al tráfico de beneficios sociales, y las asignaciones automáticas para los sectores más vulnerables aumentaron significativamente en términos de ingresos. Sin embargo, el Gobierno no parece destacar ni publicitar estos logros, como tampoco lo hace con la desaceleración de la inflación, que, en un país con 50% de pobreza, representa la mejor política social posible.
A pesar de esto, Sandra Pettovello es una figura relevante en este escenario, aunque nadie la menciona como candidata, líder o figura principal del proceso. Este panorama, llamémoslo exitoso, plantea una incógnita sobre el estilo político de Milei, que puede describirse como el de un hombre con un gran sueño de poder, incluso hegemónico, en contradicción con su discurso liberal. Este sueño parece estar alentado por su entorno, especialmente por una figura clave del oficialismo: Santiago Caputo, apodado “El Mago del Kremlin”.
Caputo, un asesor sin compromiso formal con la administración, se mantiene como una figura discreta pero muy influyente. Se le atribuyen cuentas en redes sociales, como X (ex-Twitter), que él no desmiente. Una de estas cuentas, conocida como “Milei Emperador”, descripta como “Comando General de Propaganda, Agitación y Contrapropaganda”, refleja un sueño imperial. Caputo, según sus allegados, se considera descendiente de algún patricio romano, conectando esta experiencia política con una visión imperial, no republicana. Esto refuerza una ambición de poder que busca consolidar un espacio político único, similar a lo que Bolsonaro logró en Brasil al absorber toda la derecha que antes representaban figuras como Fernando Henrique Cardoso.
Milei busca algo similar en la Argentina, aspirando a quedarse con todo el espacio del centro a la derecha. Quiere todo ese electorado y esto genera un conflicto con Mauricio Macri, quien hasta la irrupción de Milei era el referente central de las posiciones de centro-derecha. La intención de Milei es clara: reemplazar ese esquema con un discurso de ultraderecha y liderar de manera absoluta, sin importar lo que Macri haya hecho por él o cuánto lo haya apoyado.
Esto abrió conflictos entre Macri y Patricia Bullrich, debido a la evidente consideración de Macri hacia Milei, incluso cuando Bullrich competía como candidata de su propio partido. La pregunta clave es: ¿Milei quiere destronar a Macri después de todo lo que este hizo por él? La respuesta parece ser que sí, pero no “a pesar de” lo que Macri hizo, sino “por” lo que Macri hizo. Milei estaría siguiendo la vieja lección de Maquiavelo: al primero que hay que eliminar es a quien te ayudó a llegar al poder, porque esa persona posee una tecnología y una cuota de poder importante.
Hay un paralelismo histórico con Néstor Kirchner. Cuando asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, lo primero que hizo fue iniciar el reemplazo de Eduardo Duhalde, su principal mentor político. Aquella misma noche, después de soportar el protocolo de la asunción, Kirchner convocó a Julio De Vido y comenzó a construir su propia base de gobernabilidad, quitándole a Duhalde las columnas del conurbano: Balestrini y Curto. Ahora, aunque la historia no se repite exactamente, se observa una lógica similar en el intento de Milei de reemplazar a Macri plenamente.
Este conflicto se desarrolla en un terreno estratégico: la ciudad de Buenos Aires. Cualquiera que pretenda destronar a Macri debe comenzar por el distrito donde gobierna indirectamente, a través de su primo Jorge Macri. En este contexto, ya se han iniciado maniobras que evidencian tensiones. Por ejemplo, tras una fuga de presos que generó una crisis de seguridad, Jorge Macri se encontró desbordado, mientras se reestructuraba el Ministerio de Seguridad sin su conocimiento. El nuevo segundo de la SIDE, y que tiene mucha tecnología para eso, Diego Kravetz, viene de conocer los secretos del Pro. Es ideal para prestarle servicios a quien quiere reemplazar a Macri.
Simultáneamente, Karina Milei avanza con la construcción de una estructura propia en la Ciudad. Ya se perfila un proyecto de gobierno para 2027, dejando claro que Jorge Macri no es el candidato de La Libertad Avanza para ese año. En este contexto, Macri enfrenta el desafío de salvar su gestión y mantener el control de la legislatura porteña. Una de sus jugadas fue adelantar las elecciones porteñas y desacoplarlas de las nacionales, donde Milei tiene más fuerza política, especialmente con el impulso de su hermana.
Sin embargo, adelantar las elecciones locales podría generar inconvenientes. Por un lado, sobreexpondría la gestión de Jorge Macri, que podría no estar preparada para un debate enfocado exclusivamente en temas porteños. Por otro lado, el calendario electoral también complica las cosas: adelantar las elecciones a junio las haría coincidir con la definición de listas nacionales, lo que podría mezclar ambas agendas políticas. Que es lo que Macri pretende evitar.
Una opción sería suspender las PASO locales y llevar la elección a mayo, desacoplándola totalmente de las nacionales. Sin embargo, para esto Jorge Macri necesitaría el apoyo del peronismo porteño, liderado por Juan Manuel Olmos. Este último está inmerso en un debate interno sobre cómo debe perfilarse esa fuerza, ya sea adoptando un modelo similar al cordobés o manteniendo alianzas con La Cámpora.
Mientras tanto, Jorge Macri también intenta reconstruir el espacio de Juntos por el Cambio en la Ciudad. Busca atraer a figuras como Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti. Se los promete el binguero Daniel Angelici, un viejo aliado político. Además, existe una negociación por reincorporar a Elisa Carrió a su coalición, lo que marcaría una fuerte oposición al gobierno nacional porque la líder de la Coalición Civica ha definido a Milei y su entorno como poco menos que una mafia. Sin embargo, esto sería un desafío importante, dado el historial de críticas éticas que Carrió ha expresado contra Jorge Macri.
Estamos viendo cómo se reconfigura el espacio de la derecha o, más ampliamente, del no peronismo en un contexto político en el que Milei busca consolidar su liderazgo. Esto está relacionado con la anticipación de las elecciones que busca Jorge Macri, con el objetivo de que la elección porteña se convierta en una suerte de “encuesta perfecta”. La idea es que Mauricio Macri, suponiendo que el Pro gane en la Ciudad, utilice ese resultado para negociar con Milei desde una posición más fortalecida, tanto para el partido como para los Macri.
Mauricio Macri no parece querer romper con Milei, sino fortalecerse y llevar el conflicto al límite para negociar mejor con él. Sin embargo, el Pro atraviesa otra crisis, marcada por un ataque misterioso que ha sacado a la luz información comprometedora sobre figuras destacadas del partido. Primero fue Cristian Ritondo, el entrañable “Pucho”, cuestionado por la aparición de departamentos a nombre de su esposa en sociedades offshore, de las cuales él figura como último garante en Miami. Ahora le llegó el turno a Diego Santilli, otro dirigente importante, señalado por la existencia de sociedades offshore para evadir impuestos y por empresas vinculadas a su hermano Darío, que habrían prestado servicios al gobierno porteño.
Estas revelaciones complican a Santilli, una figura clave para el partido en la provincia de Buenos Aires, donde en 2021 encabezó la lista de diputados como parte del proyecto de Horacio Rodríguez Larreta. Estas denuncias parecen formar parte de un intento de demostrar públicamente que también en el Pro han existido niveles de corrupción significativos.
Desde La Libertad Avanza, a través de cuentas vinculadas a Santiago Caputo, como la de “John”, se comenta sobre esta situación. Curiosamente, al reproducir información comprometedora sobre Santilli, Caputo terminó amplificando el alcance de dichas acusaciones, generando dudas sobre a quién favorecen realmente estas operaciones. La sospecha apunta en varias direcciones: ¿es el macrismo enviando un mensaje para advertir a Santilli y Ritondo que no deben incorporarse al oficialismo? ¿Es una estrategia del kirchnerismo para golpear al macrismo y a La Libertad Avanza al mismo tiempo?
Además, surgen interrogantes sobre las candidaturas al Senado en la ciudad de Buenos Aires para octubre del próximo año. Se especula con la posibilidad de que el oficialismo presente a Patricia Bullrich como candidata, una jugada que podría desestabilizar al Pro porque ella es del Pro. También se menciona a Karina Milei como posible candidata en la Ciudad o en la provincia de Buenos Aires, mientras Manuel Adorni aparece como otra opción, siempre dando vueltas.
En medio de esta fragmentación, surge una pregunta inesperada: ¿Y si Mauricio Macri decide ser candidato a senador? Esto podría generar un movimiento similar por parte de Cristina Kirchner, quien, en lugar de presentarse como candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires, podría postularse al Senado por la Ciudad de Buenos Aires, donde tiene domicilio. Esta hipótesis plantea desafíos para el peronismo porteño, que intenta distanciarse del kirchnerismo, ya que en la Ciudad esa identidad no goza de buena aceptación.
Mientras tanto, Horacio Rodríguez Larreta evalúa ser candidato a senador por fuera del Pro, lo que complicaría aún más el panorama para Macri y Bullrich. Esta posibilidad parece haber motivado la reciente crítica de la ministra de Seguridad hacia Larreta en relación con el manejo de las cárceles y los presos alojados en comisarías, tema que también involucró a Jorge Macri. Larreta argumentó que suspendió la construcción de una cárcel debido a que el gobierno nacional no cumplió con el financiamiento acordado.
Todo esto refleja la fragmentación del espacio no peronista, explicada por la intención de Javier Milei de ejercer un liderazgo casi monopólico en la derecha. Esto también explica la pelea de Milei con Victoria Villarruel, un conflicto por la representación de este espacio político que Milei busca dominar exclusivamente.
En la provincia de Buenos Aires, se suma otro conflicto inesperado: Axel Kicillof parece estar tomando distancia de Cristina Kirchner, explorando una estrategia para adelantar las elecciones provinciales y armar sus propias listas en alianza con intendentes que buscan debilitar la influencia de La Cámpora. Sin embargo, Cristina ha movido piezas para generarle a Kicillof un enorme problema: la Legislatura bonaerense no le aprueba el endeudamiento sin el cual no puede gobernar. Esto ha puesto a Kicillof al borde del abismo. Para adelantar las elecciones, debe hacerlo según el calendario institucional, por lo menos en febrero; no puede extenderse más allá de ese mes. Tal vez en febrero la Legislatura le vuelva a plantear la discusión del endeudamiento, obligándolo a elegir entre la gobernabilidad o el poder político, una opción nada sencilla porque ambos están interconectados.
Si Kicillof no termina de pelearse con Cristina, todos los que lo han apoyado hasta ahora lo abandonarán: Jorge Ferraresi, “El Cuervo” Larroque. Ahora bien, si se somete a Cristina, se convertirá en un Alberto Fernández o, peor aún, en un Daniel Scioli, y su carrera política terminará. Cristina difícilmente lo elija nuevamente como delegado, dada la irritación que le genera su figura.
Estamos hablando del futuro electoral del peronismo, no del próximo año, sino en el horizonte del 2027. Se trata de candidaturas posibles para la presidencia en ese año. Kicillof también teje alianzas raras; una de ellas es con el radicalismo, específicamente con el sector liderado por Yacobitti. Esto es insólito, dado que, para quienes conocen la microfísica de la política, Kicillof tuvo con él uno de los enfrentamientos, cuando ambos disputaban la conducción del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas. Sin embargo, ahora parecen converger en una especie de alianza anti-Milei que se refleja en términos presupuestarios.
Por ejemplo, en el presupuesto de la provincia de Buenos Aires para el año 2025, aparecen subsidios que los contribuyentes bonaerenses pagan a universidades nacionales radicadas en la provincia. Es inusual, ya que ninguna otra provincia hace esto. La Universidad Arturo Jauretche recibe 1.000 millones de pesos, pero destaca particularmente la Universidad de Almirante Brown, que recibe 1.183 millones de pesos. El rector de esta universidad es Pablo Domenichini, candidato de Lousteau y de Yacobitti para presidir el Comité Provincia de Buenos Aires en la UCR, en las últimas elecciones. Aunque Domenichini perdió, también es diputado radical en la Legislatura bonaerense, donde vota un presupuesto del cual su universidad se beneficia directamente con esos 1.183 millones de pesos.
Este flujo de dinero entre el radicalismo de Yacobitti y la provincia de Kicillof revela alianzas inexploradas. ¿Estamos ante una convergencia entre Lousteau, Yacobitti y un kirchnerismo anti-Kirchner, un peronismo de izquierda que se opone a Cristina? Esta novedad aparece reflejada en estos números, y el dinero, como siempre, suele ser muy elocuente, especialmente en este ámbito.
Este lunes renunció finalmente Jorge D’Onofrio, ministro de Transporte de la provincia de Buenos Aires, investigado por la justicia federal por presuntamente liderar una banda de cobro de sobornos para eliminar fotomultas. D’Onofrio presentó su renuncia al gobernador Kicillof, aduciendo “razones personales”. Sin embargo, desde hace dos meses, la prensa venía hablando de los delitos que se le imputan. Ha sido reemplazado por otro massista, Martín Marinucci, quien también estuvo en el Ministerio de Transporte nacional cuando Massa era ministro de Economía.
Esto representa un problema para Kicillof, ya que uno de sus activos supuestamente era la ausencia de corrupción en su administración. También es un problema para Massa, quien tuvo que aceptar la renuncia de alguien tan cercano como D’Onofrio debido a denuncias de corrupción. Estos escándalos y denuncias judiciales surgen justo en vísperas del año electoral. ¿Será también “el mago”? ¿Será Milei? Es una broma.
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