Las gestiones secretas que inquietan a Cristina Kirchner
Sergio Massa hizo ante la vicepresidenta promesas económicas y judiciales a cambio de apoyo para su futuro político
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Sergio Massa tiene una confianza extraordinaria en sus propias capacidades, tanto que lo llevaron a ofrecerle a Cristina Kirchner promesas colosales. Al pavimentar el camino hacia el Ministerio de Economía como plataforma para su futuro político, Massa garantizó a la vicepresidenta que iba a estabilizar la economía argentina y a solucionarle sus problemas judiciales. Con su frenesí característico, el ministro puso manos a la obra en ambos planos. Muchas de las gestiones que protagonizó hasta ahora se mantuvieron en secreto. Pero dos adversarios amenazan su jactancia. La espiral de la inflación se mantiene en niveles críticos y arrastró al Ministerio de Economía a la búsqueda desenfrenada de medidas para evitar la salida de una devaluación.
La última ocurrencia es prometer dólares a menor precio a los industriales a cambio de un congelamiento de precios. Nadie sabe a ciencia cierta cuál puede ser el costo de semejante transacción. En el plano de la Justicia, las negociaciones son incluso más temerarias. Allí debe enfrentar la resistencia de jueces que desconfían de sus gestiones y que observan también con prevención el futuro político del kirchnerismo. Los cálculos del costo y la conveniencia atraviesan por igual a la economía y la justicia.
Según reconstruyen en Comodoro Py, las tratativas judiciales de Massa a favor de Cristina Kirchner tuvieron como destino las cámaras Federal y de Casación. En la primera, la suerte del ministro fue escasa, según se comentan en los tribunales. Las esperanzas del kirchnerismo están centradas ahora en Casación, donde más tarde o más temprano deben pasar las sentencias que enfrente la vicepresidenta. La fe del ministro en sus propias habilidades es ilimitada.
Aunque hubo encuentros personales, a Massa le atribuyen también actuar en la Justicia a través de los abogados Darío Richarte y su socio, Diego Pirota. Richarte llegó a ser número dos de la AFI, cuando todavía se llamaba Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). Pirota fue defensor de Amado Boudou y de Claudio Uberti, el exfuncionario kirchnerista señalado por el venezolano Guido Antonini Wilson como quien le pidió que ingresara la valija con 800.000 dólares detectada en Ezeiza. En sus manos está parte de las promesas del ministro.
No es un camino sencillo. En los acuerdos sellados entre Massa y Cristina Kirchner, el presidente Alberto Fernández puede resultar un obstáculo. Con demostraciones tardías de poder, como la decisión en soledad de los últimos cambios de gabinete, el Presidente se resiste al segundo plano que le asignaron la vicepresidenta y el ministro. El viernes pasado, al preguntarle a los empresarios reunidos en IDEA si alguien les había pedido plata durante su gobierno a cambio de obras, Fernández apeló a la corrupción para diferenciarse de su antecesora. Lo hizo mientras la vicepresidenta espera conocer la sentencia por los manejos de las obras públicas en Santa Cruz antes de fin de año. La relación entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández volvió a hundirse en el silencio. Difícilmente ahora sea recibida con alegría la última comparación en el despacho del Senado: yo no cobro coimas como ocurría en el gobierno de Cristina Kirchner, que es la traducción literal de su aparición en IDEA. Pero el miedo a pagar el costo político de la ruptura mantiene la ficción de la unidad. Por eso el Gobierno celebró la presencia del camporista Andrés “Cuervo” Larroque en la jura de las nuevas ministras, después de que había criticado los cambios en el gabinete. Una cosa es gritar guapeza y otra es tener coraje.
El enfrentamiento interno anticipa un desenlace inimaginable y tiñe cada acción gubernamental. Massa y La Cámpora habían ideado un acto para anunciar el bono para indigentes. La indigencia abarca al universo de personas que no alcanzan en un mes ni siquiera a los alimentos de la canasta básica, que están incluso por debajo de los 17 millones de pobres que las políticas fallidas multiplicaron en la Argentina. Tanto Economía como el kirchnerismo preferían a Fernández lejos del acto. Había sido pensado como una escenificación de sintonía entre el ministro de Economía y La Cámpora. Por eso lo excluyeron expresamente al planificar la organización. Además, el Presidente tiene diferencias con la idea del bono, que Cristina Kirchner reclamó a través de sus redes sociales.
Poder de veto
El problema para el kirchnerismo y el ministro es que Fernández mantiene, le guste o no a la vicepresidenta, el poder de veto de la última línea de la toma de decisiones: la firma de los decretos.
Además, el Presidente se esfuerza en evitar un conflicto con Emilio Pérsico, quien se hace llamar en el Ministerio de Desarrollo Social “el rey de los pobres” y desde el Movimiento Evita mantiene un enfrentamiento abierto con los otros grupos piqueteros oficialistas, en especial con las fuerzas de Juan Grabois, quien había acordado el bono con La Cámpora. Todo, como suele ocurrir en la dinámica aceitada del Gobierno, terminó en un conflicto, sin ninguna resolución.
Fernández se inclina por una combinación de medidas, que se acomoden tanto a las pretensiones de Pérsico, más interesado en reforzar las cooperativas que atraviesan a su organización, como un paliativo para las filas de Grabois.
Al frente del ministerio donde conviven Pérsico, Grabois y La Cámpora, el Presidente designó a su amiga Victoria Tolosa Paz. Al “rey de los pobres”, Tolosa Paz y su esposo, el empresario Enrique Pepe Albistur, lo recibieron en su casa de veraneo en Cariló en plena pandemia. Es una ventaja que Grabois no puede empardar. Los alojamientos de lujo, como se sabe, suelen ser una herramienta operativa para Albistur, que le presta el departamento en Puerto Madero donde reside Alberto Fernández.
La semana pasada, Albistur se empeñó también con la convocatoria febril que logró reunir unos 400 invitados en la asunción de su mujer, en los jardines de la Casa Rosada. Tolosa Paz, de rojo, atravesó sonriente para jurar en el Ministerio de Desarrollo Social, que debe asistir a los más débiles. Pero a Pérsico y Albistur los une algo más que los entendimientos sellados bajo la arboleda de Cariló. Agustina Albistur, la hija mayor y heredera de los negocios del locador del Presidente, es socia y pareja del empresario Federico Moya, quien a su vez tiene lazos familiares con Pérsico. Es un entramado de compañías y parentesco que Cristina Kirchner podría revisar si quiere contestarle al Presidente sobre aquello de que él no le pidió plata a nadie para hacer negocios con el Estado.
Ajeno a las amenazas, Fernández fantasea con presentarse a la reelección y enfrentar en una primaria al candidato de Cristina Kirchner. El vínculo es irrecuperable.
El último intento por recomponer el nexo entre Alberto Fernández y la vicepresidenta lo protagonizó el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, el operador político que integra el exiguo círculo de decisiones presidenciales. El canal de comunicación tenía como interlocutor a Máximo Kirchner y volvió a estallar por el aire con los últimos cambios de gabinete. Parece un diálogo imposible. Como sintentizó un colaborador del Presidente: “Cristina Kirchner no admite pares, y Alberto se pone a darle una clase cada vez que hablan, es impracticable; y con Máximo también es imposible, le hicieron creer que Néstor Kirchner fue Camilo Cienfuegos y quiere encajar la realidad con un mandato irreal”.
Con los puentes con el Presidente bombardeados, la incógnita del Gobierno es la duración del apoyo kirchnerista a Massa. El ministro de Economía descartó un plan antinflacionario y apunta, como objetivo de máxima, a llegar a puerto sin un descalabro. Para eso recurre a regalar pagarés o penalizar a través de múltiples tipos de cambio.
El último intento es lograr que los industriales congelen unos meses los precios a cambio de dejarlos importar con un dólar más barato. Pero el nivel de aceleración inflacionaria devora los parches. Cuando los precios van para arriba, el Banco Central sube la tasa y, por lo tanto, debe emitir más para cubrir los intereses prometidos. De esa forma, Massa busca mostrar un presupuesto ajustado y se beneficia con la licuación del gasto que genera la propia inflación. Pero para sostener el sistema, el Banco Central aumenta el stock de Leliq y alimenta la cantidad de pesos. Hay un stock descomunal de letras del Central en manos de unos pocos operadores financieros. Una bomba activada, que mantiene caliente el motor de la inflación. Ese es el déficit cuasi fiscal que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prefiere no ver. ¿Pero el Fondo está haciendo un favor al dejar déficit por debajo de la mesa? ¿O sólo está dejando que la responsabilidad de la caída sea únicamente de la Argentina? Son preguntas para el ministro, si cumplir con las múltiples promesas a Cristina Kirchner le dejan tiempo.
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