Las encrucijadas que complican a Massa
La peor elección histórica hecha por el peronismo el domingo pasado es una herida abierta, que puede empeorar si la crisis económica se desbanda; lo teme todo el oficialismo
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Atado al timón, pero en un velero sin anclas ni velas, Sergio Massa se mueve, al compás de las fuerzas internas y externas, que lo tironean y exponen las complejas encrucijadas que enfrenta.
Las necesidades del ministro de Economía y las del candidato a Presidente se tornan cada vez más difíciles de compatibilizar. Lo mismo que las demandas que recaen sobre esos dos sombreros con una sola cabeza,
Mientras las listas de precios de los productos básicos, como alimentos, bebidas, medicamentos y artículos de limpieza, llegan con aumentos de entre 15 y 27 por ciento, crece la embestida del kirchnerismo y de casi todo el peronismo para que, sin plata, haga un “plan platita”.
En medio de las tensiones, la volatilidad del mercado y la incertidumbre general, Massa trata de exponerse lo menos posible y sopesa por estas horas la adopción de medidas como manipulando materiales explosivos. Octubre queda demasiado lejos y la peor elección histórica hecha por el peronismo el domingo pasado es una herida abierta, que puede empeorar si la crisis economía se desbanda. Lo teme todo el oficialismo, incluido el siempre optimista y, muchas veces temerario, ministro-candidato.
Los socios y soportes de Massa le reclaman que compense de manera urgente el golpe al bolsillo que implicó el salto inflacionario, provocado por la brusca devaluación del peso y la aceleración de la incertidumbre, tras el resultado de las elecciones primarias del domingo.
Cristina Kirchner, La Cámpora, el triunfante en solitario Axel Kicillof, los gobernadores, los intendentes bonaerenses, los sindicatos, los movimientos sociales, la cúpula y las bases del oficialismo, todos le exigen que abra una caja que ya no tiene nada adentro. O, peor aún, una caja que solo tiene números rojos, y todavía debe esperar unos días para recibir el desembolso del FMI destinados a pagar las viejas deudas que mantiene con el organismo y las nuevas, contraídas de urgencia con insólitos prestamistas de ocasión para hacer frente a los vencimientos de julio.
En el Ministerio de Economía todo cruje. Los ingresos extras por vía impositiva que tendrá el fisco gracias a la seudodevaluación adoptada no solo no alcanzan para afrontar esa demanda, sino que ya está calculado que tampoco serán suficientes para hacer frente a los aumentos en salarios, gastos previsionales y sociales y obras que estaban previstos antes de las PASO. La ampliación presupuestaria que ya elaboraron los técnicos del ministerio aumentará casi un punto el déficit. No es tiempo para ahorrar. Pero no hay plata.
Las encrucijadas se multiplican. La reforzada demanda interna que recibe Massa para atenuar los efectos de la depreciación de la moneda (o sea, de los ingresos de todos), que ya en el mes supera el 27% y cuya brecha entre el dólar oficial y el paralelo nunca termina de acortarse, va de la mano de otra necesidad del oficialismo.
Con los anuncios en preparación el ministro también intenta terminar de disimular lo que es imposible ocultar: el serio ocultamiento de la devaluación ya prevista que le hizo a los votantes para no espantarlos un poco más antes de ir a las urnas, en consonancia con lo que le demandaba el núcleo duro de su coalición, encabezado por Cristina Kirchner.
La devaluación tan rechazada previamente por el cristicamporismo no se precipitó por el resultado electoral y, especialmente, porque Javier Milei y su espacio hubieran sido los más votados en la PASO, como pretendió instalar la usina de comunicación oficialista.
Eso ya había sido acordado con el FMI para que hiciera el desembolso necesitado. La épica batalla que anteanoche el ministro dijo haber dado con los técnicos del Fondo para atenuar la depreciación fue otro intento de distracción y de embellecer una derrota inevitable que había sido firmada varios días antes. Además, el desembolso será menor al inicialmente esperado y solo para repagar deudas, como admiten en el Palacio de Hacienda. Imprescindibles, los jueguitos para la tribuna.
En este contexto, la preocupación por la nueva escalada de precios choca con la demanda de compensaciones salariales y fiscales y de aumentos en planes sociales y haberes previsionales.
La probabilidad de que se desate una desbocada carrera de precios y salarios, que en la Argentina tiene demasiados antecedentes, empieza a hacer sonar alarmas. La inflación pronosticada para este mes por las consultoras ya se calcula (sin extras) más cerca del 15 que del 10 por ciento. Demasiado complicado para un oficialismo que tiene como candidato a Presidente al ministro de Economía, que es, a la vez, el gran y, tal vez único, soporte del Gobierno.
A nadie extrañó, entonces, que Massa debiera salir anteanoche a desmentir que tenia previsto renunciar después de su viaje a Washington. El ministro irá a EE.UU. el martes próximo, como anunció con una semana de anticipación, con la pretensión (infructuosa) de calmar en algo los mercados alterados. Hay que ganar tiempo. La reciente asignación de nuevas tareas y la delegación de espacios en la vidriera pública al jefe de Aduanas, Guillermo Michel, y al jefe de Asesores del ministerio de Economía, Leonardo Madcur, habían fortalecido las versiones que durante 48 horas se instalaron en el mundo de las finanzas y los negocios y en los medios. Hasta que Massa dijo que en medio de la tormenta no abandonaría el timón de ese velero sin anclas ni velas que tiene a su cargo.
Pesce, salvado por las PASO
El último vendaval le dio un sinsabor adicional a Massa. Lo obligó a postergar (una vez más y por ahora, sin fecha) el desplazamiento del presidente del Banco Central, Miguel Angel Pesce, que pretende concretar desde que asumió como ministro. El día antes de las PASO esa era una decisión tomada. “Se acabó, Pesce se va, estoy harto, pone trabas y siempre llegamos tarde con las medidas que tenemos que tomar”, dijo, palabras más, palabras menos, ese día ofuscado el ministro en una reunión con parte de su equipo económico y político. Sobran los testigos.
La acumulación de desequilibrios y problemas crece a diario y su emergencia asoma imparable en medio de la disputa electoral. A modo de consuelo, ante tantos dilemas y desvelos, el oficialismo y, sobre todo, Massa se ven mejor que sus adversarios de Juntos por el Cambio.
“Si nosotros logramos evitar el colapso de la economía estaremos mucho más en carrera que Patricia Bullrich. Los votos que sacamos en la PASO están asegurados y el piso de Sergio (21%) es más alto que lo que ella obtuvo (17%). Además, ellos tienen un 30% de los votos que recibieron que no están seguros y Milei le ocupó el espacio a Bullrich”, argumenta un consejero de Massa.
Del lado cristinista y en las cercanías de Kicillof el optimismo es similar y en lo que les toca más de cerca aún mayor, en consonancia con el resultado bonaerense. El factor Milei para ellos es menos inquietante que para JxC. Por un lado, los abroquela y reafirma su identidad y al mismo tiempo desplazó del lugar de principal rival a los cambiemitas.
Es lo que buscaban cuando, según admiten con desparpajo, decidieron darle soporte al anarcocapitalista para la campaña, en el armado de listas y en la fiscalización. “Si JxC hubiera capitalizado la mayor parte de la bronca contra el Gobierno, ahora estaríamos muertos”, se solazan. Aunque admiten que el experimento se les fue de las manos. Como Víctor Frankenstein, nunca imaginaron las consecuencias. El nivel de adhesión que tuvo la boleta de La Libertad Avanza en sus territorios superó todas sus previsiones y genera nuevas preocupaciones.
Frente al nuevo escenario recargado de enojos contra el Gobierno, cristinistas y kicillofistas elevan el nivel de demanda a Massa. “Es importante parar la escalada de precios, pero, además, hay que compensar urgente la pérdida de ingresos”, dice un destacado funcionario bonaerense, cuyas palabras avala el gobernador.
“Sergio evitó un desastre con su llegada y su gestión. Si no hubiera sido por eso no hubiéramos llegado hasta acá y sacado el 27% en la Nación y en la provincia hubiera sido difícil. Aunque pesa mucho la gestión de Axel y por eso sacamos el 36%. Pero, por eso mismo, tiene que dar algo ahora para los sectores más golpeados”. El reconocimiento al ministro nacional apenas maquilla la demanda y el autoelogio que resalta diferencias. Kicillof y los suyos están convencidos de que, salvo una catástrofe, tienen asegurada la reelección provincial. El refugio estaría asegurado, tanto para el caso de una derrota nacional como de un triunfo. Los tiempos difíciles no tienen fecha de vencimiento a la vista.
Las diferencias de cosmovisiones entre Massa y el cristinismo apenas se han atenuado por la necesidad, el abismo y el trato frecuente. Cuando se hurga un poco, surgen rápido. Desde la forma en la que negocia con el FMI hasta la asignación de recursos y respecto de medidas puntuales, como la creación de los tipos de cambio diferenciales para exportadores (caso dólar soja) son puntos que subrayan distancias, no solo hacia el pasado sino de cara al futuro.
Los problemas de Massa exceden las urgencias del presente y el tiempo electoral. El frente interno y el externo son desafíos que va afrontando tácticamente. Casi ninguno tiene solución de fondo y los que no puede resolver ni siquiera parcialmente van a parar debajo de la alfombra. Pero todos vuelven y reforzados. Son las encrucijadas que en estos días complican al ministro-candidato. Pero siempre hay un atajo.
Cambiemitas, en problemas
El consuelo que encuentran Massa y el resto del oficialismo en las complicaciones que afronta Juntos por el Cambio después de las PASO no es una de las alucinaciones con las que disfrazan sus pesadillas. Tiene arraigo firme en la realidad.
En la mesa chica de Bullrich admiten que el resultado de las primarias los dejó y aún los tiene en shock. Ni hablar de lo que ocurre en el universo larretista que perdió la interna. Si Milei era una piedra en el zapato, con la que convivían y, a veces, usaban para tirarle a los adversarios, ahora se convirtió en un roca en medio de su camino a octubre y no tienen idea de cómo superarla.
En las primeras 72 horas apenas hubo algunas acciones tendientes a mitigar el efecto del golpe de no haber sido los beneficiarios del masivo malestar contra el oficialismo.
La definición del rumbo que tomará la campaña es para una incógnita. Esperan que los focus group que realizarán les den pistas.
El dilema radica en si les conviene discutir con Milei y exponer las inconsistencias y las peligrosas consecuencias que tienen sus propuestas o si deben concentrarse en reafirmar el perfil confrontativo, antikirchnerista, antipopulista, de orden y promercado que expuso hasta acá Bullrich, subrayando la viabilidad de lo que propone.
Las declaraciones de Mauricio Macri y otros dirigentes destacados del Pro, que después de PASO, reafirmaron afinidades con Milei, los complicaron un poco más. En el equipo de Bullrich evaluan cómo hacer para bajar la visibilidad del expresidente. La experiencia de Horacio Rodríguez Larreta en esa materia es un dilema adicional.
Hay encrucijadas para todos. Aunque para algunos, como Massa, son más urgentes.
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