Las dos grandes incógnitas de este domingo
Al misterio de quién ganará hoy se suma otro dato que será clave para el futuro del sistema político: por qué diferencia
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Naturalmente, la expectativa básica para hoy es saber quién triunfa en la elección. Pero desde el punto de vista del sistema político, también será clave determinar el volumen de apoyo de quién gane, en esencia, si tendremos un presidente que obtiene una diferencia clara sobre sus competidores (ya sea que se imponga en primera vuelta o en el ballottage) o si se repite el escenario de tercios de las PASO.
Si define hoy mismo la contienda, o si saca una ventaja sobre sus rivales de, por ejemplo, ocho puntos, quien sea electo tendrá un margen de maniobra para ordenar un tablero que ya de por sí va a exhibir una alta dosis de fragmentación, con una gran dispersión a nivel de gobernadores, sin mayorías en el Congreso y con ausencia de liderazgos ordenadores a nivel nacional, como los que ejercieron Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Sería una gran sorpresa que le otorgaría una dosis adicional de fortaleza al triunfador. Esa diferencia le permitiría ganar legitimidad y algo de tiempo para encarar el proceso de reformas que todos los candidatos prometen. Solo eso, no mucho más. Con la baja tolerancia social que hoy se percibe, obtener un 39, 40 o 41% de los votos es apenas un plazo fijo, en todo caso renovable si las cosas funcionan.
Pero el otro escenario, que es el que vaticinan las encuestas, implicaría un amesetamiento de los tres candidatos con chances, Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa, en torno de los 28-33 puntos. Demostraría que no hay un preferido claro y que ninguno de ellos logró ejercer algún tipo de atractivo adicional o generar una expectativa especial en dos meses de campaña. También que los votantes son espectadores inmóviles de la devaluación del peso y la escalada del dólar; de los extraños episodios de saqueos/robos que electrizaron al país por unos días; de los casos de inseguridad; de las campañas sucias y las filtraciones; de las frases provocativas de Milei y sus libertarios; de la quita de Ganancias y del uso del aparato estatal que hizo Massa para la campaña; de las internas interminables e indisimulables de Bullrich y JxC; de todo lo que ocurrió tras las PASO. Sería la revancha involuntaria de una sociedad desgastada y desanimada con la política. Implicaría decirles a los candidatos: “Ningún proyecto nos entusiasma demasiado, así que repartimos el voto y arréglense ustedes”.
A 40 años de la restitución democrática, la Argentina se juega hoy la elección más importante en lo que va del siglo XXI. No solo define quién será el próximo presidente; en la bifurcación de caminos está en juego el futuro del país.
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