Las crisis entre el presidente y el vicepresidente
La historia argentina del siglo XX muestra sólo dos casos de enfrentamientos políticos entre el presidente y el vicepresidente.
El primero de ellos se ubica a fines de los años treinta, a partir de la elección de la fórmula presidencial Roberto Ortiz-Ramón Castillo. Se trató de un binomio producto de una coalición política, ya que el primero representaba al radicalismo antipersonalista y el segundo al conservadurismo.
Las diferencias entre ambos se hicieron sentir ya en los primeros meses de gobierno.
Mientras el presidente trataba de impulsar una política de saneamiento electoral, que terminara con el sistema de fraude en virtud del cual había sido elegido, el vicepresidente intentaba mantener el sistema que hipotéticamente le permitiría a una figura de su partido ganar las elecciones presidenciales de 1944.
La lucha fue dura y tuvo como epicentro la Cámara de Senadores de la Nación, donde había una clara mayoría conservadora adversa al presidente. Esta buscaba impedir la política del mandatario de sanear el sistema electoral.
Primero fue una denuncia de corrupción que afectó al ministro de Guerra, y luego el reclamo del Congreso para que el presidente, afectado de una grave enfermedad, renunciara al cargo para que éste fuera ocupado por el vicepresidente.
Fueron largos meses de tenaz lucha política, que muy bien ha descripto Félix Luna en su libro "Ortiz". Se impuso finalmente el vicepresidente Castillo. El presidente renunció cuando ya se encontraba en un estado precario de salud.
El triunfo conservador sería efímero, ya que aunque se logró retroceder en la política iniciada por Ortiz, el golpe militar de 1943 transformaría por otra vía el escenario político argentino.
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El segundo enfrentamiento tuvo lugar a fines de los años cincuenta, cuando fue elegida la fórmula Arturo Frondizi-Alejandro Gómez. En los primeros meses de gobierno, el presidente replanteó su política petrolera, abandonando así el nacionalismo de la plataforma partidaria.
El vicepresidente se transformó, por su parte, en el referente de quienes dentro del oficialismo sentían que se habían traicionado sus principios. En un clima de inestabilidad política derivada de las tensiones militares, Frondizi vio con preocupación la disidencia de su vicepresidente.
Una reunión que Gómez mantuvo con un jefe militar, de la que no informó al presidente, se transformó en el episodio político a partir del cual la mayoría oficialista del Senado, entonces en manos de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), pidió el juicio político al vicepresidente, y éste, acusado de conspiración -argumentos similares esgrimieron hace algunas semanas algunos legisladores del justicialismo contra el vicepresidente Carlos Alvarez-, se vio obligado a presentar la renuncia.
Frondizi no cubrió el cargo y gobernó durante más de tres años sin vicepresidente, razón por la cual, cuando se produjo el golpe militar de 1962, asumió la primera magistratura el vicepresidente provisional de la Cámara de Senadores de la Nación, José María Guido.
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En los dos casos en los cuales se produjeron, en la historia argentina del siglo XX, diferencias políticas de fondo entre el presidente y el vicepresidente, la crisis se resolvió cuando uno de ellos se impuso sobre el otro.
En la primera ocasión fue el vicepresidente quien terminó imponiéndose, mientras que en el segundo caso fue a la inversa.
Es que la figura del vicepresidente fue concebida, ya en nuestra Constitución de 1853, para ser destinada sólo a tener un papel político con el fin de reemplazar al presidente cuando éste deja el poder, por renuncia, fallecimiento u otra causa.
A ello se agrega la reforma de la ConstituciónNacional en 1994, que al impedir la reelección para un tercer mandato consecutivo del presidente y del vicepresidente, impide que éste -a diferencia de lo que sucede en la política norteamericana- pueda suceder al jefe del Estado.
Resulta muy difícil en un país con cultura política presidencialista que el vicepresidente tenga un papel político propio al margen del presidente.
Ello debería ser motivo de reflexión en estos momentos en la política argentina, dado que no advertir tal situación puede llevar a situaciones políticas con consecuencias institucionales.
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