Larreta y Kicillof: un vínculo que el coronavirus forzó
Después de una semana cargada de acusaciones e intrigas, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof sellaron una tensa paz. A los herederos políticos de los garantes de la grieta, los expresidentes Mauricio Macri y Cristina Kirchner, los unió el miedo por la expansión del brote de coronavirus, nada más. Esa fue la génesis de una relación cotidiana que mezcla el respeto y la desconfianza.
El mandatario bonaerense y el jefe de gobierno porteño mantienen una convivencia que se da en dos planos: la visible y pública, en la que se destaca la relación operativa, que incluye el trabajo en conjunto para morigerar el impacto de la pandemia. Pero debajo de esa aparente buena sintonía reposa el recelo por diferencias ideológicas irreconciliables y la certeza de que tarde o temprano eso desembocará en una disputa electoral.
Rodríguez Larreta y Kicillof actúan como vasos comunicantes entre ambos distritos y son los garantes de la frágil paz que es permanentemente amenazada por integrantes de ambas trincheras. Por eso reforzaron el contacto, las charlas entre ellos son diarias.
El miércoles, por ejemplo, antes de ir a la quinta presidencial de Olivos, donde fueron convocados por el presidente Alberto Fernández, hablaron por teléfono tres veces e intercambiaron mensajes por WhatsApp para unificar criterios y evaluar medidas.
El clima pasó de la tensión a las risas, según relataron testigos. Incluso, en un momento, en pleno debate Kicillof pidió una "birome" para tomar nota. Un colaborador, rápidamente le acercó una que lo descoló. "¡Justo amarilla!", lanzó el gobernador en referencia al color que identifica a Pro, lo que provocó carcajadas a ambos lados de la mesa.
Ambos se respetan académicamente, aunque mantienen una sorda disputa como referentes de dos modelos antagónicos de poder que rivalizan desde hace más de una década.
Si bien se conocían de antes, era poco lo que habían hablado antes de la cuarentena. Fue a partir de ese momento que la relación creció a medida que se fueron incrementando los casos en el área metropolitana, donde viven unos 3.000.000 de porteños y 7.000.000 de bonaerenses.
Desde ambas administraciones coincidieron con el diagnóstico: "La relación es muy buena", dijeron desde Uspallata y también en La Plata. Eso sí, discuten "mucho" sobre cómo enfrentar la enfermedad y resaltan el "esfuerzo enorme" que ambos dedican a la coordinación de las tareas.
La lucha contra el coronavirus hizo que ambos bajaran las banderas políticas y los cuestionamientos quedaron solo enfocados en las decisiones sobre la pandemia.
"Son dos nerds, estudiosos y detallistas", según coincidieron funcionarios cercanos a los dos mandatarios.
Pero esa "buena onda" flaquea en las conversaciones privadas, donde ambos expresan una visión menos edulcorada. Cerca de Rodríguez Larreta asumen sin tapujos que en ese ámbito es donde afloran las críticas más severas. Lo mismo ocurre entre los funcionarios de Kicillof.
Mientras que públicamente el gobernador insistió en los últimos días en que "no es un problema político ni de competencia" el que mantiene con el jefe de gobierno, sino que es "epidemiológico", ante intendentes dejó en claro su postura respecto de la ciudad. "Larreta dice que somos vecinos, pero no somos vecinos, lo tenemos rodeado", describió el gobernador en una videoconferencia ante jefe comunales y especialistas el último miércoles.
Kicillof está obsesionado con que el virus no se desborde en el conurbano, principalmente en las villas. Según datos de la provincia, el 50 por ciento de los bonaerenses contagiados trabajan cruzando la General Paz.
En la sede del gobierno porteño, en Uspallata, tragan saliva y se quejan de la construcción de un "relato bonaerense" para evitar cargar con toda la responsabilidad por el crecimiento de casos.
El argumento central del jefe de gobierno para evitar la confrontación es que la gente hoy valora a los dirigentes que se sientan a una mesa para resolver los problemas que impuso el brote del coronavirus.
Pese a que creció el malestar, todos acataron el pedido de Rodríguez Larreta de no responder el debate público, aunque no son pocos los que admiten que la paciencia se agota.
Ayer, como sucedió el 15 y el último miércoles, el Presidente volvió a oficiar de celestino. La presentación de los tres sirvió también como una puesta en escena para reforzar la delicada paz.
Un mensaje del jefe del Estado para la tropa kirchnerista más dura, lugar desde donde emergieron los cuestionamientos más severos hacia Rodríguez Larreta.
Esa ala dura del kirchnerismo es la que integran, entre otros, el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán -quien finalmente pidió disculpas-, y los intendentes Mayra Mendoza (Quilmes), Juan José Mussi (Berazategui), Mario Secco (Ensenada), Andrés Watson (Florencio Varela) y Gustavo Menéndez (Merlo), quienes criticaron con dureza la decisión de la Ciudad de abrir comercios y permitir la salida recreativa de niños.
Aunque le "repugne" al gobernador que se intenten buscar diferencias entre la ciudad y la provincia, las diferencias fueron expuestas por funcionarios bonaerenses y dirigentes políticos que reportan en una terminal de poder diferenciada. No son pocos los que ven detrás de los cuestionamientos a la vicepresidenta Cristina Kirchner, líder política del gobernador y de La Cámpora.
Con Macri lejos de la acción, la exmandataria ya dejó en claro que Rodríguez Larreta es el rival a vencer en la batalla que viene. Si bien tanto Alberto Fernández como Kicillof aún tienen la posibilidad de ir por cuatro años más, todos coinciden en que la pelea es inevitable. El jefe de gobierno porteño, principal líder de la oposición, se prepara en silencio para ese momento.
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