La trastienda. Sin testigos, Alberto Fernández corrigió el discurso hasta el último minuto
Repasó en la soledad de su despacho de la quinta presidencial de Olivos las páginas a las que había dado forma definitiva durante la tarde del sábado. Lo hizo sin testigos, recluido en la intimidad. Hoy, bien temprano, el presidente Alberto Fernández imprimió la copia final, antes de llegar a la Casa Rosada y subirse al auto que lo dejaría en en el Congreso.
"Fue un Alberto auténtico", lo definió un vocero pasadas las 13.20, cuando Fernández ya había dejado el Congreso. Habían transcurrido días de trabajo silencioso que derivaron en el producto final, un texto extenso plagado de iniciativas legislativas y proyectos, con el sello del protagonista.
"Lo escribió solo, como siempre. ¿Vos te crees que Alberto es como el presidente anterior?", dijo con ironía un ladero de Fernández. De todos modos, no se trató de ningún modo de una improvisación: en las semanas anteriores, Fernández había recibido información de todos los ministerios, recopilada por el jefe de gabinete, Santiago Cafiero, y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello. También "peloteó" durante días los temas más espinosos con tres funcionarios de su confianza: el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz; el asesor Juan Manuel Olmos, y la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra. "El escucha a todos, lee todo lo que le damos, y después decide él", explicó un funcionario que colaboró durante la campaña en la confección de los discursos del entonces candidato del Frente de Todos.
¿El último repaso? Lo dio con Santiago Cafiero, quien al cruzarse con LA NACION en el salón de Pasos Perdidos relativizó su colaboración. "Sí, lo ayudé, pero él después cambia todo", afirmó el joven funcionario sin abandonar su sonrisa. "No improvisó casi nada, porque el texto lo hizo él", reforzó el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, al atravesar el primer piso del recinto de la Cámara baja.
Alejandro Grimson, el antropólogo con oficina en el primer piso de Balcarce 50 y un asiento en el consejo de asesores presidencial, también "escribió una parte" del discurso, reconocieron dos voceros que siguieron paso a paso el proceso. Las citas a Raúl Alfonsín, Juan Perón y hasta el filósofo alemán Max Weber tenían, según un asesor, su "autoría intelectual". La "mano" de Béliz se vio en el extenso desarrollo de Fernández en referencia a la reforma judicial. Las de Ibarra, al anuncio de envío del proyecto de legalización del aborto, que la secretaria acompañó con los ojos humedecidos.
El Presidente le había adjudicado una importancia "central" a su exposición ante la Asamblea Legislativa, la primera de su mandato como primer mandatario. "Un discurso clave en un momento clave del país", como lo definió uno de los dirigentes que mejor lo conoce.
La decisión de poner todas las fichas en ese texto había sido tal que derivó en la suspensión del viaje del Presidente a Uruguay para la asunción de Alberto Lacalle. "Queremos que la tapa de los diarios sea el discurso, y no si se vio o no se vio con (Jair) Bolsonaro en Uruguay", había reconocido uno de los asesores más cercanos al Presidente. "Me gustó mucho el discurso, ¿y a ti?", retrucó el político chileno Marco Enriquez Ominami, quien también llegó al Congreso a escuchar a su amigo del grupo de Puebla.
Al irse, la sensación que transmitió el Presidente era de alivio. "Le dedicó al discurso muchas más horas de las habituales", según reconoció un vocero cuando el discurso ya era historia, y Fernández estaba en camino hacia la quinta presidencial de Olivos.
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