En la elección de Chubut el principal grupo fue de los que le quitan el cuerpo al sistema; el desafío para la clase política en un país con un enorme nivel de desencanto y un déficit de representatividad; Massa trata de hacer de la necesidad una virtud
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En estas horas, se le ha puesto mucha atención a las elecciones en la provincia de Chubut, que están llenas de significado porque entrañan varios mensajes también para la escena nacional. Ganó allí Ignacio Torres, un militante del Pro con muchas relaciones en la cúpula, como se vio en las escenas del festejo, tantas que muchos se atribuyen su paternidad. Aunque Torres es de origen peronista. Hay un dato interesante: si uno mira el personal de la política, sobre todo en determinada generación, como la de Torres, que es alguien joven, el Pro le ha servido de canal de avenida para hacer una carrera a mucha gente del peronismo que encontró en el PJ una especie de bloqueo. Esto abre una incógnita o un debate respecto de cuál fue el papel del kirchnerismo, y sobre todo de La Cámpora, en estos años, y si no representó una suerte de cepo que obligó a muchos jóvenes peronistas, que no se sienten identificados enteramente con las ideas del kirchnerismo, a buscar otro canal para hacer política.
Torres pertenece a un grupo político bastante variado en el que se encontraban hace algunos años a Eugenio Begue, que hoy es un peronista clásico, clave al lado de Juan Grabois; Martín Yeza, intendente de Pinamar; Juan Manazzoni, también peronista, candidato a Intendente de Tandil y ligado a Horacio Rodríguez Larreta; Marianela Blangini, santafesina candidata a diputada provincial con Omar Perotti. Este grupo viene de la misma historia, se iniciaron en la política estudiando en Buenos Aires y terminaron ubicándose en distintos lugares para hacer una carrera fuera del kirchnerismo. Este es un claro signo de la vida partidaria en el PJ.
Un segundo dato que aporta Chubut a lo que parece ser una tendencia es que en el próximo período presidencial -esto es importante cualquiera sea el presidente o el signo político del nuevo gobierno nacional- el panorama federal va a ser muy distintos del que le tocó, por ejemplo, enfrentar a Mauricio Macri. No podríamos decir que Cuyo no es más peronista porque algunos de los que ganaron vienen, como Torres, del peronismo, pero no es más del PJ y menos del kirchnerismo. En Cuyo además hay una ratificación del liderado por Alfredo Cornejo en Mendoza. Pero en San Luis y en San Juan ha habido un cambio político. Y cuidado, porque ahí se eligen senadores nacionales. En Cuyo puede estar la llave de una gran novedad que sería que por primera vez desde 1983, el PJ pierda la mayoría del Senado. Hablamos de dos cambios entonces, ligados entre sí. El frente federal se vuelve más variado ya que Juntos por el Cambio (JxC) retuvo Jujuy, porque Córdoba sigue siendo de un peronismo no alineado, porque en Santa Fe parece que el PJ pierde y está amenazado tanto en Chaco como en Entre Ríos. Empieza a haber un descongelamiento de lo que parecía un bloque monolítico y federal para cualquier gobierno sobre todo no peronista. Esto está cambiando.
Otro cambio, que plantea una gran cantidad de dilemas y un estado delicado de la democracia en términos generales, reside en la abstención. Torres ganó por 35,71% de los votos. Su rival principal, que es el representante del oficialismo chubutense, de un mal gobierno del gobernador Mariano Arcioni, Juan Pablo Luque, saca 34,11%. Prácticamente, un empate. Si miramos la abstención y le sumamos los votos impugnados, y sobre todo el voto en blanco, ahí tenemos un conjunto de 41,21% de electores. Es más de 35,71%. Quiere decir que el primer grupo en la elección de Chubut es de los que le quitan de un modo u otro el cuerpo al sistema, de los que rechazan por completo el menú. Esto es un desafío para la clase política y sobre todo para la oposición. Quiere decir que aquel que está descontento con el oficialismo, en vez de votar a la oposición, deja de votar o vota en blanco. Seguramente es un desafío para Torres.
Parece que estuviéramos en un país que, por fuera de la ley, pasa del voto obligatorio al voto voluntario, lo cual plantea una cantidad de problemas para los pronósticos electorales y las estrategias de los candidatos. La Argentina se está volviendo un país con otro sistema electoral de hecho, más que nada en las primarias. Esto es sumamente relevante porque deja entrever un enorme nivel de desencanto. Recuerdo una conversación que tuvo lugar por el mes de agosto del 2020, en la que un analista de opinión pública me dijo: “Estoy viendo un número raro, que me llama la atención. Hay un 78% de pesimismo. Hay un 78% de encuestados que dicen que este año la están pasando mal y que el año que viene va a ser peor”. Esa masa de pesimismo después se expresó en el desencanto electoral, con niveles de abstención que siguen acumulándose. Es un fenómeno no solamente intenso sino que también es duradero. Es muy probable que haya una relación directa, como hay en tantas otras democracias, entre nivel de representación, y las prestaciones económicas del sistema. Es decir, hay un nivel de desencanto y desapego que está motivado principalmente por un largo y continuo malestar económico. Por ende, para salir de este momento de desencanto, rehabilitar la democracia y reponer el vínculo saludable entre la sociedad y la política, haría falta un saneamiento económico, salir del colapso de la economía, empezar a crecer, derrotar la inflación, cumplir con esa agenda pendiente.
¿Cuál es el núcleo del problema? Para salir de la encerrona económica y, por lo tanto, devolverle vitalidad a la democracia y que la gente sienta que está incluida en el sistema, porque vive mejor y la realidad no se le vuelve amenazante, se necesitan reformas económicas. Y para eso se necesita legitimidad, consenso y un liderazgo habilitado políticamente, alguien a quien la gente apueste y crea. Con estos niveles de abstención, daría la impresión de que ese liderazgo está lejos, es brumoso, no estamos seguros de que lo vamos a tener. Por lo tanto, no estamos seguros de que haya la potencia política que se necesita para resolver la agenda económica. Este es el problema que plantea la abstención, el déficit de legitimidad o representatividad que tiene hoy la democracia argentina y se vuelve a manifestar en Chubut. Porque, para dar un número, si sacamos la cuenta de los votos que Torres obtuvo sobre los que estaban disponibles para votar en el padrón, lo votó el 24% de la gente. Esto significa que a Torres, y esto vale para todos los demás dirigentes que llegan al gobierno con niveles de abstención muy importante, le dijo que no el 75% de los chubutenses. Con un 24%, él tiene que mover la piedra, que es un enorme problema económico derivado de una especie de abordaje de anegamiento del Estado, de empleo público, que es la herencia de Arcioni. Tiene una palanca muy dificultosa para remover los problemas económicos que debe remover. Chubut nos hace pensar si va a ser igual o distinto a nivel nacional.
El domingo, Carlos Ruckauf, que tiene una grandísima experiencia política, mantuvo una entrevista con José Del Rio donde habló de la abstención. Planteó una evidencia, una constatación que es: “Bueno, si la gente no va a votar, se favorece más a aquel que tiene condiciones para llevar a la gente a votar”. Cuando más abstención, más ventaja tiene aquel que maneja una estructura clientelar, que normalmente es el que tiene recursos para repartir y forma parte del Estado. La abstención le juega a favor al que tiene el poder. En el fondo, es conservadora. Aunque el que no va a votar no se de cuenta, al no ir a votar está inclinando la cancha a favor del que tiene las palancas del Estado para repartir bienes de algún tipo.
Esta no es la única dimensión que plantea la abstención. Hay otro problema que afecta a la política en general, pero recae más que nada en la interna de Juntos por el Cambio. En JxC, hay una disputa bastante nítida y con ciertos rasgos de agresividad. Estas Primarias entre Larreta y Bullrich se basan en dos hipótesis distintas. Bullrich piensa la competencia dentro de Juntos por el Cambio como una interna. Cree que ella debe ganar en el universo de los simpatizantes de JxC. Y para eso intenta apropiarse de un rasgo muy fuerte de la identidad opositora, que es el anti-kirchnerismo y el anti-peronismo. Larreta mira la escena de otra manera. Considera que parece una interna pero en realidad no lo es. Para él, las primarias son una elección general. Por lo tanto, no piensa solamente en los votantes de Juntos por el Cambio sino que aspira a conseguir votos de peronistas amargados o enojados con el gobierno de Alberto Fernández, o con el largo imperio de Cristina Kirchner. Insiste en que hay un peronismo fatigado al que le puede dar una salida. Cuando uno habla con la gente del equipo de Larreta, ellos sostenían a partir de esta tesis lo siguiente: “No nos midan ahora porque nosotros no nos dirigimos a un votante muy militante, insertado en el partido y comprometido con la política. No. También aspiramos al votante indiferente, el que se entera o piensa tarde la elección. Dejen que pase el tiempo y en la medida en que las elecciones se vuelven más próximas, a la gente le empieza a caer la ficha de que tiene que votar y ese votante nos va a dar más la razón a nosotros que a Bullrich”. Esta idea es la estrategia principal de toda la campaña de Larreta. Por eso habla de acuerdo, habla de no pelearse, porque le está tendiendo un puente al otro, al votante desencantado peronista. Parece cumplirse: si uno mira bien, en todas las encuestas desde hace más o menos tres semanas Larreta experimenta una lenta recuperación respecto a la situación en la que estaba. Daría la impresión de que la maquinaria de su campaña empieza a dar resultado en una interna muy pareja con Patricia Bullrich.
Pero hay una pregunta que desafía esta posición de Larreta. Este es uno de los misterios de lo que viene. No sabemos. Ese votante medianamente indiferente, que no le presta tanta atención a la política, que se entera tarde de que hay que votar o de quiénes son los candidatos, ¿irá a votar en este clima de desencanto? Una pregunta que se estarán haciendo en el equipo de Larreta.
Sobre este tema hicieron una especie de modelo los expertos de la consultora Isonomía. A ellos les interesa ver, justamente ligado a ese problema del desencanto político y de la desaprensión frente a la elección, qué relación hay entre el nivel de politización y la preferencia por un candidato u otro. Toman cuatro criterios para agrupar a la gente: interés por los temas políticos, predisposición a votar en las próximas elecciones, tendencia a intervenir con opiniones políticas en las redes sociales y nivel de participación en las elecciones pasadas. A partir de estas cuatro variables arman tres grupos: politización baja, media y alta y miran en qué grupo le va mejor a cada candidato. A Massa le va relativamente mal en la politización baja, que serían esos votantes indiferentes que se van incorporando ahora en las encuestas a las distintas preferencias que hasta ahora se manifestaban como indecisos y le va mucho mejor con aquellos que están muy politizados. Esto quiere decir que a Massa le va a costar más conseguir votos fuera de esta pecera de los politizados. Dicho de otra manera, a Massa le conviene que aquel poco politizado, que está indiferente y que está con cierta desidia respecto del sistema y de la participación electoral, no vaya a votar.
A Rodríguez Larreta le pasa al revés: le va mejor con los de politización baja y tiene menos adhesión con los de politización alta. Normalmente eso suele pasar con los candidatos poco agresivos. No movilizan demasiado el sentimiento del electorado, pero al final, una tendencia al centro que puede terminar prefiriendo. Si uno mira la historia electoral de los últimos años termina con una convergencia hacia el centro. Patricia Bullrich es Massa exagerada: entre los de politización baja le va muy mal. ¿Esto qué quiere decir? Que si el indiferente va a votar, se beneficia Larreta y se perjudica Bullrich. Le va muy bien, como a cualquier candidato agresivo, nítido, que expresa un concepto indudable, entre los de politización alta.
En el caso de Milei es interesante, porque atrae a gente con poco interés en la política. O gente desencantada o con bronca con la política y le va relativamente mal con los de la politización alta, que parece no tener preferencia por Milei.
Hay algo curioso en esta encuesta de Isonomía que es que en los resultados parece que Larreta se parece a Milei. Todo el mundo cree que Milei, por sus posiciones agresivas o de ir al fondo con el ajuste etc. se parece a Bullrich, pero en los estudios cualitativos donde se indaga qué imágenes sobre la política tiene en la cabeza la gente, encuestas de focus group que realizan sobre todo en el Pro, hay un dato curioso: cuando se le pregunta al votante de Milei a quién votaría si no está Milei, son muchos más los que dicen Larreta en lugar de Bullrich. A ella la ven “demasiado cruel”. La idea es que “Milei va a ajustar a los políticos”. Esta es la fantasía, la percepción que genera el liberal con su discurso anticasta. “El problema no sos vos, vos sos víctima. El que va a sufrir es el político. En cambio Bullrich te va a ajustar a vos”. Esto es arbitrario, es un espejismo. Pero funciona así.
En este cuadro que vimos hay una incógnita que impacta sobre todo en Juntos por el Cambio y es la incógnita de qué nivel de abstención va a haber. Daría la impresión de que por el tipo de votante, si hay mucha abstención Larreta la va a tener que remar más. Vamos a complicar más la cosa todavía, se compensa con la ley de Ruckauf, porque si decimos que si con mayor abstención tiene un peso relativo superior la maquinaria electoral, Larreta por sus aliados locales, en las provincias etc., está dotado de un aparato de movilización superior al de Bullrich. Quiere decir que está abierto todo pero la abstención plantea un problema ahora en la estrategia de cada candidato. En términos generales, la clase política va a tener que hacer un doble esfuerzo, como sucede en los países donde el voto es voluntario: que lo voten, pero antes de eso que la gente vaya a votar.
Los problemas de la elección ligado a esta cuestión de la abstención están también vinculados a la caracterización de cada candidato de Juntos por el cambio si miramos la plataforma territorial sobre la que mejor le va a Larreta y sobre la que mejor le va a Bullrich. Si uno mira las encuestas, que como todos sabemos son muy inciertas, daría la impresión de que en la interna de JxC Larreta se parece más a un candidato peronista. Le va mejor en el conurbano que a Bullrich, le va mejor sobre todo en la tercera sección electoral, le va mejor en el norte y, sin embargo, tiene dificultades en la Capital Federal, una paradoja llamativa.
En una encuesta de un encuestador muy prestigioso, pero no tan conocido, que se llama Marcelo Escolar, de su consultora Inteligencia Analítica, se analizan las elecciones primarias (PASO) y a los candidatos a jefe de Gobierno en la Capital Federal. Si fuera la elección hoy, según esta encuesta, Juntos por el Cambio sacaría 43,7%, ganaría Jorge Macri con 26.7% contra Lousteau con 17%. Acá hay varias cosas para mirar, una muy importante es que Ramiro Marra, el candidato de La Libertad Avanza, sacaría un 11%. Es un daño enorme que le hace La Libertad Avanza a Juntos por el Cambio. Si uno de los fenómenos principales de la política argentina entre el 2013 y el 2019 fue que la oferta peronista estaba fracturada entre el kirchnerismo y Massa, hoy un fenómeno importante es que la oferta no peronista que está fracturada entre JxC y La Libertad Avanza.
Este deterioro que le produce Marra a Juntos por el Cambio explica que hay, según este encuestador, un empate entre Leandro Santoro, el candidato del peronismo, del PJ, y Jorge Macri. Si este es el resultado, Santoro que es conceptualmente y por su historia un alfonsinista trasplantado al peronismo, puesto ahí principalmente por su condición de exmilitante radical alfonsinista, si este es el resultado, Santoro va a tratar de quedarse con los votos de Lousteau. Le va a hablar al votante de Losuteau que es predominantemente radical con un lenguaje mucho más habitual que como le pueda hablar Jorge Macri. Estamos ante un experimento que a aquel que le interesa la política tiene que mirar. Un candidato, Santoro que lo vamos a ver cada vez más desprendido del kirchnerismo. Si a Santoro le va relativamente bien con estos números que estamos viendo va a nacer en la capital un peronismo porteñista, algo así como el cordobesismo de Llaryora, de Schiaretti, de De la Sota en Córdoba. Se van a desperonizar. Van a tratar de hacer una especie de partido local porteño y van a tratar de diferenciarse del kirchnerismo. De enjuiciarlo. Acá viene la otra pregunta: a los dirigentes de La Cámpora y sobre todo a Máximo Kirchner, ¿les conviene que crezca esta plantita? Es la que después va a tratar de producir con otros dirigentes del interior del país un proceso de renovación interno, si es que a Massa no le va tan bien como cree.
Estos son los dilemas que está planteando la elección de este año, donde se juegan muchas situaciones internas de los partidos porque estamos en un proceso de transición de liderazgo. Es la transición de Mauricio Macri hacia otro liderazgo y de Cristina Kirchner hacia otro liderazgo. En estos números no solo está encerrado el destino de los gobiernos de la Ciudad y de la Nación sino la configuración que vaya a tener después de estas elecciones cada fuerza partidaria.
Massa está en su drama. Hace una semana, diez días, un lanzamiento de la campaña con la idea de que venía el momento Massa. A los tres cuatro días de esa idea, que estaba producida por el equipo de campaña del candidato, terminó en una pesadilla. Primero por el problema del FMI, como problema permanente. No solamente porque se está negociando con el Fondo, sino porque impone una política económica que el Gobierno decide seguir e impone un determinado ajuste que consiste en devaluar la moneda, como dicen los documentos de la negociación, contener la masa salarial, etc. Es un ajuste. Hacer un ajuste fiscal como hace Massa al aumentar los impuestos para hacer una devaluación que vaya por el lado fiscal y no por el lado del valor del dólar oficial. Tiene que endeudarse más. Hoy dijo una frase fantástica. Hay que reconocer la extraordinaria capacidad de Massa para cambiar el significado de las cosas, para convertir en algo positivo lo que es una mala noticia. Hoy nos dice que tenemos que estar tranquilos porque él no va a usar un solo dólar para pagarle al dólar. Pero estamos todos tranquilos con eso porque no tiene reservas. Ese es el problema central de la economía argentina. Massa está tratando de hacer de la necesidad, virtud. Pero con un detalle, en el Instituto Patria leyeron con cierta suspicacia esta frase porque se preguntaron: ¿A quién está criticando? ¿A Néstor, que pagó con reservas? Porque Néstor usó las reservas que Massa dice que no hay que usar. Entonces, muchos lo vieron como una irreverencia.
Como no tiene reservas para pagar se endeuda con China porque toma más yuanes de los que China le ofreció a la argentina como Swap para tener reservas que no se usan en el Banco Central, ahora las va a usar, después las va a tener que reponer. Misteriosas esos yuanes, no sabemos cuáles son las condiciones de ese crédito. También se endeuda con la Corporación Andina de Fomento (CAF) que es un banco de desarrollo lationamericano -importante ahí no está Estados Unidos- en un crédito de salvataje, de cortísimo plazo, que le da la CAF a la Argentina. Le dan la plata para poder pagarle al Fondo a cuenta de que el FMI en agosto realice el desembolso que no realizó y con esa plata se le pueda devolver a la CAF. Si el Fondo decide no hacer el desembolso, habría un problema para Massa y para la CAF.
Massa finalmente se encontró con la realidad. Se van refutando, desmintiendo las hipótesis que él formulaba. Pensaba que le iban a dar más recursos que los que el Fondo tenía disponibles para la Argentina, pero no se lo dieron. Pensaba que le iban a dar la plata que tenía que pagar a fin de año, para fortalecer las reservas como una especie de blindaje, pero tampoco se la dieron. Tampoco se verificó otra hipótesis de Massa, que hizo publicar en los diarios, que es que China le iba a decir al Fondo “pagamos nosotros la deuda de la Argentina y ustedes se van”. No se produjo. La idea de un club de deudores con Egipto fue otra fantasía. Finalmente, volvemos a la misma evidencia: tiene que ajustar y pagar tomando deuda.
Massa pide que ese ajuste se pueda hacer después de las Primarias. Hay que plantearse en esta instancia otro interrogante. Hay que suponer, o él debe suponer, que en las Primarias le va a ir bien. Porque si Massa hace una mala elección el 13 de agosto, habrá que ver cómo le explica al kirchnerismo y sobre todo a Cristina Kirchner que, habiéndole ido mal, en vez de lanzar un rescate de su candidatura, que en el kirchnerismo significa más gasto, tiene que gastar menos para cumplir con el Fondo. Si la elección no es una elección rutilante para Massa, ¿qué va pasar en la relación entre Massa y el kirchnerismo cuando él diga ahora es el momento de aumentar tarifas, de devaluar, ajustar el gasto público? Estaremos frente a una enorme discusión y tensión. Por lo tanto, hay una relación muy directa entre el resultado de la elección y la armonía interna de Unión por la Patria.
Esas tensiones ya están hoy y se ven en el campo laboral. Las paritarias empiezan a ser paritarias muy discutidas. Hubo gremios que cerraron en el 30 o 31 por ciento para los próximos meses, recuperando la inflación pasada. Pero aparece una paritaria que hay que mirar muy de cerca porque se va a volver muy conflictiva, que es la paritaria del sector siderúrgico. Y acá es también donde Massa está en un dilema, porque él necesitaría cierta contención en las discusiones salariales, que no haya un desborde por parte de los sindicatos por la presión por más salario. Pero claro, el kirchnerismo le pide recuperación rápida del salario real, del poder adquisitivo frente a la inflación. En este panorama aparece una figura llamada Abel Furlán, el Secretario General de la UOM, muy ligado a Cristina, Máximo Kirchner y La Cámpora. Furlán viene de cerrar una paritaria con el sector metalúrgico, que es una rama de la industria compuesta por PyMes. Cerró una paritaria de 42,6%, y algo muy importante para la cabeza de Máximo Kirchner y Cristina, un bono de 60.000 pesos a pagar en dos cuotas. Furlán pide lo mismo a la industria siderúrgica, que tiene otra conformación. Y desde el sector le dicen: “No”. Según alegan las empresas siderúrgicas, el rechazo se debe a que el salario promedio de la industria no es el de los metalúrgicos, que es de 150.000 pesos o menos. El salario promedio del sector siderúrgico es de 450.000 pesos. Y, siguen diciendo las empresas siderúrgicas: “Y damos bonos atados a productividad de hasta 650.000 pesos netos. Y además queremos llegar a una paritaria con parámetros objetivos, que significa recuperar la inflación pasada que registró el INDEC y la inflación futura prevista por el relevamiento que hace el mercado y que registra el Banco Central, que es de 7,6% para el mes que viene, 7,5% para el siguiente y 7,8% para el último”. Quiere decir que entre el 4% de la recuperación pasada y el acumulativo de inflación futura, la industria está ofreciendo 30 contra 42,6. Apenas empezó la diferencia, ya Furlán lanzó un paro en el sector siderúrgico. Dispuso el Ministerio de Trabajo la conciliación obligatoria que vencía el lunes y la extendió por dos días. Esta va a ser una semana de mucha tensión en la industria siderúrgica porque el kirchnerismo está detrás de Furlán pensando en mostrarle ahora al electorado que recuperaron el poder adquisitivo del salario con independencia del costo que le hagan pagar a una industria que dice que no quiere pagar más de lo que puede realmente pagar sin tener un costo que tiene que ver con la producción. Esto obviamente, si se cumple el sueño de Furlán, la inflación que va a tener que explicar Massa va a ser más alta porque estos aumentos se trasladan a precios. Por ende, Massa está entre el imperativo que le pone el kirchnerismo para mejorar el salario aunque sea de manera artificial y las presiones inflacionarias. Hay además en la inquietud kirchnerista una mirada electoral. Están mirando a la izquierda. Si uno mira la prensa de izquierda, le están mojando la oreja a Furlán todos los días. Se juega la campaña electoral también en la paritaria metalúrgica, con una Kelly Olmos ministra de Trabajo que en estos días no duerme.
¿Le perjudica a Massa ser ministro? Obviamente que no. Ruckauf, en esta conversación con José del Rio, dice: “No hay que despreciar la capacidad política de Massa”. Claro, capacidad política que le viene del hecho de ser ministro de Economía. Desde el Palacio de Hacienda tiene palancas para conseguir la adhesión de empresarios expertos en mercados regulados. Desde el Ministerio de Economía puede dirigir la vida sindical y manejarse en relación con los movimientos sociales. También disciplinar gobernadores e intendentes. Imaginémonos un Massa fuera de la cartera de Economía y bajo la conducción de Alberto Fernández. No sé cómo le iría a Massa. Es más, tengo derecho a preguntarme si Fernández, al que le prohibieron presentarse a la elección, tiene ganas de que Massa gane. Y acá nos metemos en otra pregunta: ¿cuántos peronistas y cuántos kirchneristas quieren sinceramente que Massa gane? Para contestar esta pregunta, hay que mirar a Juan Grabois. La candidatura de Grabois, que parecía en principio una candidatura de juguete, va teniendo cierta consistencia, una consistencia que le viene habilitada por el hecho de que Cristina Kirchner decidió darle toda la lista kirchnerista. Esto significa que un intendente, un diputado o un gobernador manda a votar a Grabois y no se hace daño porque él también está en la lista de Grabois, no es una lista distinta. Lo único que cambia es Grabois o Massa. Entonces, muchos pueden favorecer a Grabois sin perjudicarse a sí mismos. Y esto pareciera que es lo que empieza a pasar, sobre todo con candidatos que no tienen simpatía con Massa. Uno de ellos es Axel Kicillof, que ya va a realizar esta semana la tercera recorrida con Grabois en la provincia de Buenos Aires. Alguien muy ligado a Kicillof, probablemente el político bonaerense en el que Kicillof conceptualmente más se ha sostenido y lo ayudó mucho a manejarse en la provincia, Julio Alak, que es el candidato a Intendente de La Plata, dijo en Twitter: “Para que La Plata vuelva a ser una gran capital con trabajo y producción, con obras que la jerarquicen y servicios que le mejoren la calidad de vida de todas y todos los vecinos, el 13 de agosto acompañamos”. Y Alak muestra las dos boletas. Se muestra con Massa y Rossi, y con Grabois y Abal Medina. Esto empieza a ser habitual en muchas intendencias. De hecho, esta semana es muy probable que Grabois sea recibido por Alicia Kirchner en Santa Cruz. La candidatura entonces de Grabois empieza a ser molesta para Massa, tanto que Massa se preocupó en enviar un mensaje a la CGT para que no le reciban a Grabois.
La respuesta que le da Massa a este problema no es la más inteligente. Es abrazarse a Amado Boudou. Reaparece Boudou en escena defendiendo a Massa y criticando a Juan Grabois. Esto produce una reacción, que es la reacción del sector más duro ideológicamente del kirchnerismo, el Grupo Soberanxs, que lidera Alicia Castro, y que este fin de semana expulsó a Boudou de sus filas por traidor a las consignas que el propio Boudou promovía diciendo que no había que acordar con el Fondo y que había que llevarlo al Tribunal Internacional de Justicia por haber concedido el préstamo que le concedió a Macri. Boudou, que era el ideólogo de esas posturas, el economista de ese grupo, ahora está defendiendo a Massa, dicen los de Soberanos, que lo único que hace es pagarle al Fondo. Entonces, repudian a Boudou y queda todavía más destacada la condición de Massa como un candidato incómodo para muchos kirchneristas de centro derecha. Sobre este conflicto, sobre esta incomodidad y desencuadre navega Juan Grabois. Si Grabois crece, las posibilidades de que Massa no haga una gran elección son más imaginables y eso lo puede llevar a la encrucijada entre estar entre la demanda electoral que le plantea el kirchnerismo y los compromisos que ha asumido con el Fondo para después de las elecciones primarias.
Todo esto para Massa vale nada. Es una preocupación absolutamente marginal porque lo que lo tiene verdaderamente preocupado es la suerte de su mujer Malena Galmarini, que pesa en su cerebro más que nadie en Tigre. Era obvio que Malena Galmarini no hacía una gran carrera en Tigre si no Massa no hubiera hecho todas las manipulaciones que hizo para bajar la candidatura de Julio Zamora. No lo logró. Y termina la cuestión de Tigre en la Cámara Nacional Electoral admitiendo que se desvincule la candidatura de Zamora de toda la lista que lidera Massa. Zamora, que es candidato a intendente, queda entonces ligado a la lista de Grabois y a una lista corta, donde él reparte la tijera para el corte de boleta. Es crucial el tema, sobre todo por que la que llevó a la Justicia esta cuestión es Sofía Vanelli, a quien los Massa le piden en general los trabajos más desagradables, como defenderlo al fiscal Claudio Scapolan en el juicio político que le costó la cabeza por sus presuntas relaciones con el narcotráfico en la provincia de Buenos Aires.
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