La suerte electoral de Massa también definirá el rumbo del peronismo y de los nuevos liderazgos
En La Cámpora se ven marginados en un eventual gobierno de Massa; sin Alberto Fernández ni Máximo Kirchner el peronismo nacional y bonaerense tendrían nuevos jefes
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“Pase lo que pase, el PJ cambia a partir del 23. Si gana Massa, él será el nuevo jefe. Si no, habrá debate”. La definición, que fuentes del oficialismo atribuyen a un importante intendente peronista del conurbano, que en medio de la incertidumbre describe la sensación predominante en el oficialismo, horas antes de la decisiva elección presidencial.
La suerte electoral de Sergio Massa, embarcado sin dobles lecturas y con todas las fichas puestas en la elección del domingo (y el posible ballotage, tres semanas después), definirá la configuración del hoy oficialismo, más allá del 10 de diciembre. De todos modos, el aroma a fin de ciclo que se respira en las distintas terminales de Unión por la Patria excede, aunque parezca ilusorio, el resultado electoral, y se extiende al futuro cercano.
Mientras movimientos sociales, sindicalistas, gobernadores e intendentes extienden su cheque al tigrense “hasta ver el resultado de la elección” y nadie quiere hablar de una derrota, en el Frente Renovador se entusiasman con el “nuevo liderazgo” de Massa, por supuesto con la condición de su mínimo ingreso en la segunda vuelta, y un eventual gobierno “de centro” que deje en una condición marginal a los hasta hace poco hegemónicos Cristina Kirchner, La Cámpora y el ala más progresista de Unión por la Patria.
“Olvidate, si gana Sergio se queda con todo”, dice un intendente del conurbano con simpatías por Massa y que buscará la reelección el domingo. La especulación, a esta altura hipotética, es convalidada desde La Cámpora, desde dónde trazan un dramático destino para Máximo Kirchner y sus leales. “No nos van a dar ni agua, nos limpian a todos. Massa es de derecha”, se resignan desde un despacho camporista, dónde reconocen el estado de pesimismo que rodea al hijo de la ex presidenta, marginado por voluntad propia y con escasísimas apariciones, todas con bajo perfil, a lo largo de la campaña.
Dirigentes que sostienen vínculos habituales con la vicepresidenta la separan del desierto que vivirán, según sus cálculos, la mayoría de los camporistas, si es que Massa consiguiera la inédita proeza de ingresar, con hiperinflación apenas maquillada, un descalabro económico apenas obturado y el escándalo relacionado con Martín Insaurralde y su paseo en yate por Marbella, llegar a la segunda vuelta y ganar el 19 de noviembre.
Inteligencia
“Cristina es inteligente, quiere que Sergio gane y sabe que él tiene que construir por otro lado, por eso se corrió. Máximo y los pibes no sé, no me meto en sus problemas psicológicos”, se despacha un interlocutor de la ex presidenta, entusiasmado por Massa “que logró juntar a todo el mundo, como se vio en Arsenal”, dónde se llevó a cabo el acto de cierre bonaerense, el martes pasado. La fuente asegura que el vínculo entre Massa y Cristina, que tampoco apareció en la campaña desde las Paso, está intacto, y que él “la llama tres o cuatro veces por día” para alimentar confianza y despejar malos entendidos.
“Todo el mundo adentro, esperando un nuevo jefe. Y si Sergio gana, a (Andrés) Larroque lo manda de embajador en Cuba. A cada uno le va a encontrar un lugar”, se entusiasman, con optimismo a prueba de balas, desde la conducción renovadora.
Lejos de la evidente depresión y repliegue del espacio camporista, la CGT y los movimientos sociales dicen estar jugando “al cien por cien” por el éxito de Massa, aunque en términos borgeanos distinguen el amor por el tigrense del espanto a una debacle electoral. “Estamos condenados a navegar con Massa”, sostiene un dirigente social de primera línea, que estuvo recorriendo el conurbano en las últimas horas repartiendo boletas y midiendo la temperatura electoral en los distritos calientes de la geografía bonaerense.
La hipótesis de otro corrimiento voluntario de Cristina Kirchner, esta vez post-elección, da pie a otras especulaciones dentro de UP. Algunos apuestan, en caso de derrota nacional, al liderazgo emergente de Axel Kicillof, si es que el gobernador bonaerense alcanza su reelección el domingo, aunque desde el massismo aseguran que el mandatario provincial “no es un líder” y hoy “está jugando con nosotros”. Otros ven al jefe de gabinete Agustín Rossi, actual candidato a vicepresidente y a cargo de una campaña en buena medida autónoma, intentando aglutinar de cara al futuro al ala progresista de desplazados por Massa, que ya piensa en un gobierno “de unidad nacional”, con moderados como el embajador Daniel Scioli como eventual canciller o el diputado massista Ramiro Gutiérrez como ministro de Seguridad de su hoy hipotética gestión en la Casa Rosada.
Pocos, o casi nadie, imaginan al presidente Alberto Fernández y sus hombres y mujeres de confianza, marginados del comando electoral, jugando un rol protagónico en la etapa que se viene. “Se retira”, confirma un dirigente provincial que dialoga con el primer mandatario. Fernández dejará de ser, pase lo que pase y según descuentan en las distintas tribus, el presidente del PJ nacional, al igual que Máximo Kirchner terminará su mandato como titular del PJ bonaerense. También los nombres para esos dos cargos ejecutivos dependerán, en gran medida, de los resultados del domingo.
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