La sucesión de Jorge Landau abre las puertas a un puesto codiciado
Tras 33 años, el justicialismo no tendrá a su apoderado histórico. La sucesión de un puesto clave encierra nombres en los papeles y por fuera de ellos. La renovación del poder.
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Por fuera del escenario atípico que impondrá la pandemia de covid-19, el oficialismo se enfrenta a estos comicios de medio término con otro cambio disruptivo. Por primera vez después de treinta y tres años no estará en un cierre de listas una figura clave como fue la del apoderado Jorge Landau, histórico del Partido Justicialista (PJ), y quien falleció a comienzos de este mes a los 74 años.
En lo formal, tras la muerte de Landau, quedan algunos nombres y faltarán otros, pero también se abre la posibilidad a un eventual recambio generacional en el que se reconfigure la estructura interna del Justicialismo, con la posibilidad de que tome un mayor protagonismo el kirchnerismo duro, que en un principio no le dio mayor trascendencia a la estructura partidaria, algo que cambió cuando el propio Máximo Kirchner apuntó hacia la presidencia del partido a nivel bonaerense.
Los apoderados tienen un rol central. Son quienes llevan al papel los resultados finales de días y semanas de negociaciones, marchas y contramarchas en los frenéticos armados de listas y terminan de emprolijar en los papeles el reparto de cargos que definen los dueños de la “lapicera”, con la que se plasman los candidatos que finalmente competirá en cada elección.
En el esquema de recambio general se suma una dificultad extra: muchos de los referentes no pueden figurar en los papeles. Allí están tanto Patricia García Blanco, secretaria de Asuntos Políticos del Ministerio del Interior, como Gerónimo Ustarróz, ambas personas de extrema confianza del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Precisamente sobre él, alguien al tanto del armado fino de las listas, sostuvo: “para qué lo querés a Wado en los papeles si es el que dicta el contenido de lo que llevan”.
Entre las firmas que sí aparecen de cara a estas elecciones de medio término están las de dos hombres de peso con distintas trayectorias dentro del peronismo nacional. Se trata de Eduardo López Wesselfoefft, quien trabajó junto a Landau desde los años ochenta, y Juan Manuel Olmos, jefe de asesores del presidente Alberto Fernández.
“Eduardo López W”, como se refieren a López Wesselfoefft distintas voces del Frente de Todos (FdT) conoce el trabajo de apoderado a la perfección. Dirigente peronista de San Martín, se conoció con Landau en 1987, en la Junta Electoral, a la que el fallecido referente había llevado la lista de Escobar. Fue el comienzo de un camino que los mantuvo trabajando palmo a palmo desde entonces. Definido como un cuadro “más bien técnico”, López Wesselfoefft tiene 70 años y un marcado bajo perfil, al tiempo que se le reconoce su trabajo en la histórica sede de la calle Matheu. De buena relación con la mayoría de los sectores y su trabajo es reconocido por fuentes de todo el abanico que compone el justicialismo.
Olmos, por su parte, tiene despacho en la Rosada, por su rol de jefe de asesores presidencial. Con origen en el PJ porteño, estrechó vínculos con Fernández en la campaña 2019, en la que tuvo un rol central. Con presencia en la Legislatura local y la justicia, se ubica lejos del kirchnerismo duro. Fue quien cuidó los números de esa campaña y quien en este turno electoral veló por el ordenamiento de las listas de la Capital Federal.
No estarán esta vez como apoderados Ustarróz, representante del Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura y hermano de crianza de de Pedro, ni García Blanco. Las ausencias se dan tras planteos y objeciones respecto de la incompatibilidad de que ocupan roles en el Ejecutivo y al mismo tiempo en el armado de las listas partidarias.
En el caso de García Blanco su nombre fue centro de una controversia tras una denuncia de Juntos por el Cambio (JxC) que apuntaba a determinar si seguía en funciones como apoderada mientras ocupaba un cargo público vinculado al tema electoral. De momento, García Blanco renunció a su cargo partidario, pero en Casa Rosada hay quienes no descarten un camino inverso con una vuelta suya a su cargo de apoderada en 2023, cuando se disputen las presidenciales.
En el caso de Ustarróz, según pudo saber La Nación, prefirió no dar a discusión su posible participación como apoderado formando parte del Ejecutivo nacional. Fuentes cercanas al funcionario explicaron que aunque creían que si daba esa discusión, “la ganaba”, consideró que “no era el momento para hacerlo”.
El debate podría reeditarse en 2023, cuando las elecciones sean presidenciales y no legislativas.
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