La semana del acuerdo con el FMI: patrullas perdidas, secretismo y rumores de salida en el gabinete de Fernández
Sin instrucciones ni reuniones, los ministros apostaron a sus agendas propias y a viajes al exterior mientras esperaban una definición del Presidente y el ministro de Economía; volvieron las versiones de cambios
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La escena se repitió, casi inalterable, durante toda la semana. A media mañana, el presidente Alberto Fernández llegaba a la Casa Rosada, maletín marrón en mano y con la mirada concentrada hacia el piso, enfilando hacia las escaleras que lo llevan a su despacho.
“Estuvo con el tema FMI ocupando su cabeza por completo”, comentaba al caer el viernes uno de los hombres cercanos al Presidente, quien junto al ministro de Economía, Martín Guzmán, y con escasas y puntuales derivaciones, mantuvieron el secretismo mientras las interminables negociaciones con el FMI conducían al anuncio del viernes. En el medio, un gabinete desarticulado, sin reuniones formales desde el 7 de octubre e insistentes rumores de cambios, dividió aguas entre quienes rogaban que el acuerdo se concretase para evitar un salto al vacío y quienes cumplieron con su propia agenda, siempre atentos a las palabras y los silencios de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
“Martín no habla porque está negociando”, justificaba un ministro albertista el jueves, horas antes de que el Presidente decidiera comunicarle a un reducido grupo de ministros y funcionarios que el acuerdo era inminente. Fue por esas horas que Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo y siempre apuntado por el cristinismo puro como uno de los “funcionarios que no funcionan”, salió a apoyar públicamente el entendimiento con el Fondo. “Cada día que pasa hay más incertidumbre, y los que hablaban eran (Fernanda) Vallejos y Alicia Castro. Había que salir”, afirmaron cerca del ministro luego de sus declaraciones, en las que enfrentó, con diplomacia, a otras voces que, como el diputado Leopoldo Moreau o el director del Banco Nación, Claudio Lozano, rechazaban el acuerdo.
Sin instrucciones precisas, desde el albertismo entendieron que debían equilibrar la escena mediática, aunque consideraban que Vallejos y Castro, al menos, son “marginales” en el Frente de Todos y no representan ni por asomo la opinión de la vicepresidenta. “Una se quedó sin nada y la otra riega los malvones en el (edificio) Kavanagh”, las fustigaba sin piedad una espada leal al Presidente.
El viernes temprano fue el jefe de gabinete, Juan Manzur, quien salió a dar su respaldo al acuerdo, uno de los puntos que el gobernador de Tucumán con licencia también evalúa desde hace rato como fundamental para la marcha del Gobierno. Durante la semana, y a través de voceros y de su segundo, Jorge Neme, Manzur había tenido que salir a desmentir su renuncia al cargo y atribuir a “operaciones” las versiones de su alejamiento.
Con el nombre del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, circulando por los pasillos como hipotético reemplazo, y como modo de mostrarse activo, Manzur acompañó al Presidente a un acto en Morón; compartió una visita a Escobar con el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y participó, casi como presentador, de la conferencia de prensa que Guzmán dio en el Ministerio de Economía, luego del anuncio presidencial. “Estuvo allí porque tenía que estar, porque es el jefe de gabinete. Si hubiera estado (Santiago) Cafiero también lo habría hecho”, descerrajaron, sin cariño, desde otra terminal albertista. Durante la semana, desde las oficinas de la portavoz Gabriela Cerruti desmintieron por lo bajo el eventual retorno al elenco ministerial del exministro de Defensa, Agustín Rossi.
“Microgobiernos”
Casi conteniendo la respiración a la espera de novedades, y con el chat de WhatsApp que los unifica poco activo, muchos ministros se “concentraron en su agenda”, al estilo de las patrullas perdidas de la Segunda Guerra o, como definió un funcionario, como protagonistas de improvisados “microgobiernos”. Algunos partieron al exterior, como la ministra de Salud, Carla Vizzotti, quien participó de la reunión de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra y luego llegó a Moscú para reunirse con los directivos del Instituto Gamaleya. O Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de las Mujeres, que formó parte de la delegación encabezada por la vicepresidenta Kirchner que asistió a la asunción de Xiomara Castro como presidenta de Honduras, sin agenda específica. “El acuerdo es una apuesta a seguir construyendo un futuro de crecimiento”, tuiteó la ministra luego de anunciado el acuerdo.
El ministro del Interior, Eduardo de Pedro, también se mantuvo activo aunque sin declaraciones públicas desde su casa mientras cumplía con el aislamiento por contagio de coronavirus. Desde aquella renuncia no aceptada luego de la derrota de las PASO, De Pedro dejó de participar de las reuniones de mesa chica con tono preelectoral que el Presidente convoca a Olivos de manera periódica.
“No tenemos mucho para decir, lo manejan todo Alberto y Guzmán”, fue la frase más repetida en distintos despachos, con algo de enojo contenido contra el ministro, que socializó poco y nada la información con sus pares hasta que todo estuvo a minutos de concretarse. “Cristina y Sergio Massa estuvieron siempre al tanto”, puntualizaron desde el entorno presidencial. “Cristina hace de policía mala pero está al tanto de todo. Y La Cámpora quiere arreglar, saben que de lo contrario no hay chances en 2023″, matizaban desde otro despacho fiel al Presidente.
“Alberto se sacó una mochila de encima, con muchos en contra, de afuera y de adentro. Sobre todo de adentro”, graficaron más enojados desde el albertismo, donde prometen que el funcionamiento del gabinete se “normalizará” luego de alcanzado el entendimiento del FMI, que aún necesita formalizarse antes de pasar al Congreso.
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