La sede de la UTA, vacía y en ruinas tras la violenta toma gremial
Hugo Moyano buscó desvincularse del hecho; la CGT apoyó al titular del sindicato, Roberto Fernández
"Al compañero Roberto Carlos Fernández", anunciaba una placa metálica destrozada, que correspondía a un premio que había recibido el secretario general de la Unión Tranviarios Automotor (UTA). A su lado, pedazos de vidrios rotos. Botellas de vino y cerveza vacías. Paredes agujereadas. Escritorios dados vuelta. Parecía una escena apocalíptica.
Así amaneció ayer la sede central de la UTA, tras la jornada de tensión que se vivió luego de la toma del edificio, en el barrio de Once, a manos de un grupo de oposición interna vinculados al dirigente Miguel Bustinduy, que ingresaron por la fuerza para pedir la renuncia del titular del gremio.
Ayer, la actividad era nula. La CGT transmitió su apoyo al titular del gremio, y el líder camionero Hugo Moyano se despegó de los grupos que motorizaron la violenta toma. "Que digan que esto tiene que ver conmigo es un disparate, no tiene nada que ver", declaró.
En el edificio, una pisada blanca quedó marcada sobre las puertas del despacho de Fernández. Entraron a patadas a la oficina. La escena se repetía en casi todos los sectores del edificio de Moreno al 2900, que tiene cuatro pisos.
Todas las cajas fuertes quedaron vulneradas, aunque solo pudieron abrir una. Las cámaras de seguridad fueron arrancadas de sus respectivos lugares. El mobiliario lucía destruido. Sillas de oficina, monitores, computadoras, impresoras y otros artefactos tecnológicos, estaban desarmados y diseccionados en sus distintas partes. Los equipos que faltaban fueron robados.
Pocas son las ventanas que permanecieron en pie. La mayoría quedaron destrozadas. Se podía sentir el crujir del vidrio roto al caminar por los pasillos. El piso tenía una textura pegajosa, por el engrudo que se había formado como consecuencia de los papeles mojados y destruidos. Son miles de documentos pertenecientes a la CGT y a la UTA, que el sindicato perdió y ahora busca recuperar.
De algunos sectores, brotaba todavía un fuerte olor a vino y otras bebidas alcohólicas. En las paredes, los choferes que ingresaron violentamente al edificio pintaron con fibrón los números de las líneas de colectivo a las que pertenecen: 21, 108, 80. La cerámica del pasillo estaba arrancada: la usaron para arrojarla en los enfrentamientos.
"Trabajadores, ¡únanse!", decía uno de los cuadros rotos, tirados en el piso, con la imagen de Juan Domingo Perón y Eva Perón. Históricas fotos de colectivos viejos, como una de la línea 51, mapas, y otros cuadros, yacían en el piso destrozados.
Las macetas con plantas decorativas, también quedaron reducidas a pedazos. Entre los objetos más insólitos, había camisas y zapatos de los empleados que trabajan en el edificio volcados en el piso.
Afuera, todavía podían verse las escaleras que los opositores utilizaron para ingresar por las ventanas del primer piso. Los transeúntes, que caminaban por la calle del edificio, observaban atónitos la fachada convertida en ruinas. Una señora interrumpió su paso veloz para frenar unos segundos a observar los destrozos, antes de retomar su rumbo.
Posturas frente al conflicto
"Una cosa es que yo entienda y comprenda el reclamo de los trabajadores, pero otra es que yo apoye lo que sucedió ayer. Son disparates de malparidos, que tratan permanentemente de ensuciarme", dijo el líder camionero Moyano, al desvincularse de la violenta protesta, pese a la cercanía que se le atribuye a Bustinduy. Moyano consideró, sin embargo, que "hay un reclamo valedero". Apoyó a Bustinduy en las elecciones que el gremio celebró el año pasado.
"La CGT expresa públicamente su más firme repudio a los hechos violentos y vandálicos ocurridos ayer en la sede central de la Unión Tranviarios Automotor (UTA). Nos solidarizamos con el compañero Roberto Fernández y con toda la comisión directiva de la UTA, víctimas de la violencia irracional de quienes pretenden arrasar con la institucionalidad del sindicato", sostuvo la central obrera en un comunicado oficial.
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