La risa de Capitanich
El gobernador de Chaco pidió respetar la fiesta de la democracia, mientras sus funcionarios operaban sobre la justicia para mover los hilos de la investigación
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Jorge Milton Capitanich mira a cámara y sonríe. Su provincia está de luto y en shock por el crimen de Cecilia Strzyzowski. Pero hoy es una fiesta democrática y Capitanich sale del cuarto oscuro, sonriente.
Seguramente eligió minuciosamente su boleta en un mar de papeles con infinitas colectoras. No fuera a equivocarse y poner la lista de Emerenciano Sena y Marcela Acuña que va pegada a la de él, que también sonríe en el retrato electoral.
Capitanich muestra su dentadura blanca y pone el voto en la urna. Viste de rojo furioso, el color del uniforme del clan Sena. El color de la sangre.
Capitanich deja de sonreír cuando se acerca a los micrófonos. “Me jacto de la calidad institucional de esta provincia”, dice.
Se indigna y se pone rojo como su suéter para denunciar “operaciones que buscan mezclar un hecho policial con la política”.
Se pone firme cuando le preguntan por los fondos estatales con que alimentó durante años a los Sena, hoy presos por homicidio. “Está todo debidamente fiscalizado”, afirma con autoridad de buen burócrata.
De repente se pone muy serio y promete investigar el caso de Cecilia hasta las últimas consecuencias. Habla de los “responsables”, gente sin nombre. A Emerenciano no lo menciona nunca como si se le fuera a trabar la lengua con tantas letras.
Capitanich se atraganta con el recuerdo de la boda de Emerenciano, al que le regaló su mejor sonrisa como padrino, en 2014. “Lo hago desinteresadamente con muchas familias”, explica.
Capitanich se declara del lado de la víctima, a cuya madre citaron en la Casa de Gobierno hace una semana para decirle que perdiera toda esperanza de encontrar viva a Cecilia.
Él sabía. Pero no dejó de sonreír, de besar bebés, de prometer que “Chaco merece más”, ese eslogan político que lo retrata después de 16 años en el poder.
Cerró la campaña molesto. Lejos de Resistencia, foco de marchas e indignación popular. Se sintió blanco de “calumnias e injurias”. Pidió respetar la fiesta de la democracia, mientras sus funcionarios operaban sobre la justicia para mover los hilos de la investigación.
Desde la Casa Rosada y el refugio sureño de Cristina se solidarizaron con él antes que con la madre de Cecilia.
Y acaso el calor de la camaradería peronista explique la sonrisa de Capitanich. ¿O será la esperanza de ganar otra vez? Que acá no haya pasado nada. Que la memoria de Cecilia sea apenas el eco de un “caso policial”. Una cifra sin alma.
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