
La revelación de Cantarero causó desconcierto en Salta
El legislador es la mano derecha del gobernador Romero, que prefirió no hablar
SALTA.- Raro privilegio obtuvo en su provincia el senador justicialista Emilio Cantarero. Aunque cosecha por igual fieles seguidores como enemigos acérrimos, unos y otros coinciden en llamarlo casi cariñosamente "El gallego" y aseguran que es un hombre de trato agradable y diálogo franco.
Todos coincidieron también en su sorpresa y desconcierto ayer al conocerse que el legislador, de 57 años, mano derecha del gobernador Juan Carlos Romero, era quien había admitido a La Nación que cobró un soborno por votar la ley de reforma laboral.
Una frase común en el mundo político local es que Romero no da un paso sin consultar a Cantarero. En el oficialismo salteño se vivió ayer una jornada tensa, plagada de reuniones secretas, contactos telefónicos y absoluto hermetismo.
En las calles de esta capital, la situación de Cantarero acaparó la atención y trajo el recuerdo del escándalo de corrupción en el que el ahora senador estuvo involucrado hace doce años: el denominado "Saltagate".
Algunas radios locales difundieron las cintas grabadas clandestinamente en las que Cantarero arreglaba una supuesta coima con el entonces presidente de la Corte Suprema provincial, Luis Saravia, para boicotear una causa en la que miembros de la familia Romero estaban denunciados por el cierre fraudulento de una financiera.
Ese episodio de 1988 conmocionó al país, sumió en una crisis institucional sin precedente a la provincia y dejó a Cantarero en un estado de depresión por haber quedado expuesto ante la opinión pública en un caso de corrupción, pese a que nunca fue condenado.
"Cantarero dirigía todo el operativo corrupto con el que manejaban la Justicia y el Poder Legislativo", vuelve a denunciar ahora el empresario Federico Méndez, el hombre que inició la denuncia por estafa que derivo en el Saltagate.
La gravedad del caso apenas opacó por un tiempo la carrera política de Cantarero. Entonces era diputado provincial, luego de acompañar, entre 1983 y 1987, al caudillo Roberto Romero durante todo su gobierno, como ministro de Hacienda. Antes había sido el principal administrador del grupo Horizonte, propiedad de la familia Romero, que incluye el diario El Tribuno.
También fue durante cuatro años (1976-1980) presidente del club Central Norte, donde despuntó su pasión por el fútbol. Todavía se lo ve cada tanto en la tribuna del popular club, que -lejos de sus años de gloria- milita en el Torneo Argentino B, una especie de Primera C del interior.
Un chalet vacío
La casa del senador queda en la avenida del Golf, una de las zonas más exclusivas de Salta. Es un chalet sin grandes lujos, fiel a su estilo de vida, como aseguran los que lo conocen. Ni su mujer ni ninguna de sus tres hijas estaban allí ayer.
A cinco minutos de allí, por un sendero de tierra consolidada, en medio de los cerros que limitan la ciudad, se levanta la finca que el senador compró hace dos años.
En Salta son famosos los asados de los domingos en ese enorme campo, donde se luce una espectacular cancha de fútbol. "Invita a amigos de toda la vida, algunos dirigentes, pequeños comerciantes, ex futbolistas, difícilmente vaya gente del poder. En eso es un hombre humilde", asegura un político de la oposición.
En las empresas de la familia Romero, que manejó con mano firme durante décadas, lo recuerdan también como un jefe accesible, que recordaba los apodos de hasta el último empleado. "Tenía todo el poder de la provincia y por ahí venía a tomar mate con nosotros", recuerda un operario del taller de El Tribuno.
Si bien oficialmente está desligado del grupo Horizonte, en el radicalismo local se asegura que sigue administrando los capitales de la familia Romero. "Sigue siendo el núcleo del poder de la provincia. Si tengo que juzgar por sus antecedentes, tengo que creer que cobró las coimas", considera el diputado provincial radical José María Farisano.
Camino al Senado
La llegada de Cantarero al Senado fue una decisión del actual gobernador. Cuando ganó por primera vez las elecciones, en 1995, Romero dejó su puesto de senador y movilizó a la Legislatura a que nombrara a su sucesor.
Entre 1991 y 1995, había sido nombrado por Romero como su principal asesor en la presidencia de la Comisión de Hacienda y Finanzas del Senado. Fue autor y coautor de casi todas las leyes de privatización, como la de YPF, la del Correo y la de Aerolíneas Argentinas.
Quienes lo conocen relatan que el gesto de Romero lo sacó de la depresión en la que había caído tras el escándalo de las escuchas telefónicas. "Solía decir que la gente lo miraba como si tuviera lepra", comenta otro dirigente justicialista.
Ese vínculo casi de "hermano mayor", como califican aquí la relación con el actual gobernador, tiene ahora en vilo al oficialismo.
"Romero está muy preocupado -reconoció el titular de la Cámara de Diputados local, el justicialista Manuel Godoy-. Cree que es mentira, pero aquí hay que investigar caiga quien caiga y se llame como se llame", concluyó.
Romero prefirió alejarse de la escena. Estuvo todo el día en la fiesta del patrono de Orán, en el norte de la provincia, y no hizo declaraciones. Esta vez no le sirve el consejo del hombre que siempre lo asesoró.
Por Martín Rodríguez Yebra - Enviado especial