La retórica de Cristina que impone inmolarse
La retórica presidencial adquirió un carácter de inmolación en defensa del modelo nacional y popular en los últimos días que no sólo excomulga al que piensa diferente sino que contradice insignias del propio Gobierno.
En medio de la fiesta nacionalista que montó el kirchnerismo con el regreso de la Fragata, la Presidenta dijo que enfrentará "presiones internas, externas, subterráneas y planetarias". No sólo ello. Para que no queden dudas en su decisión de dar pelea todo el que se le ponga enfrente, emuló a San Martín, quien, según ella, dijo que "cuando no tengamos nada, pelearemos en pelotas". Un discurso beligerante que buscó contrarrestar con el mensaje de "amor y cariño que algunos les gusta dar", como dijo, en alusión a Scioli.
No hubo en ese mensaje una autocrítica por los errores del Ministerio de Defensa y la Cancillería que derivaron en que el buque termine 74 días amarrado en Ghana. La fiesta popular era más importante que el reto a un ministro. Tampoco admitió Cristina Kirchner que en febrero su gobierno podría negociar en Nueva York un nuevo canje de la deuda con los mismos fondos que retuvieron la Fragata. Resultó más pegadizo el duro mensaje dirigido a "caranchos y buitres".
La sucesión de contradicciones acompañan a la retórica oficial, pero nadie puede objetar a la Presidenta, mucho menos un actor como Ricardo Darín, que osó cuestionar el origen patrimonial de los Kirchner. Para ellos, sólo una larga carta de la Presidenta sin explicar lo que se le cuestionaba o el escarnio público. El discurso de inmolación oficial es tan ciego que destruye todo rastro de empatía con sectores populares como el que puede representar Darín.
En la saga de zigzagueos se admite que un gobierno amenace a todo lo que huela a inglés y a la vez se contrate para un viaje presidencial a Asia y a un costo de 880.000 dólares un jet privado de la británica Chapman Freeborn, que cubre la ruta Londres-Malvinas.
¿Por qué tanta ceguera e inmolación por la causa?, preguntó LA NACION a un ministro. "Es que Cristina no cree en las reformas democráticas sino en la revolución", respondió. Por eso habrá que indagar si Hebe de Bonafini habla por sí sola o por la Presidenta cuando amenaza a los jueces de la Corte que no avalen la ley de medios.
Desde el Gobierno aseguran que seguirán los "choripanes" en la ESMA a pesar de la crítica de los familiares de desaparecidos. Aducen que nunca se mancilló la memoria de los torturados. Mucho menos objetarán la visita presidencial a Emiratos Árabes y a Vietnam, países que, según los informes de Amnistía Internacional, cosechan graves denuncias por violaciones a los derechos humanos.
La Presidenta está dispuesta a dar pelea por la causa hasta el final. No importa si en el camino se permite deslices que generen crítica. Ya lo dijo ella misma en su carta a Darín: "No ponerse de acuerdo también es un derecho".
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