La "resistencia" de Rosario Lufrano, la nueva versión de un estigma conocido
Llamó la atención que en el acto de asunción de las nuevas autoridades en la TV Pública la periodista Rosario Lufrano utilizara ciertos giros de barricada. "Sabemos del destrato y venimos a agradecerles la resistencia". Ni el secretario de Medios Públicos, Francisco Meritello, ni su segundo, el experimentado productor Claudio Martínez; tampoco el lugarteniente de Lufrano, Gonzalo Carbajal, ni quien conduce desde ahora la emisora, Eliseo Álvarez, otro persistente creativo de la industria audiovisual, todos ellos presentes en esa reunión, se expresaron con ese crispado voltaje. Extraño viniendo de una albertista de pura cepa, que se supone representa al ala más moderada del Frente de Todos.
"Resistencia" es ahora una palabra bastardeada y banalizada por peronistas no precisamente de la primera hora. Originalmente aludía a las violencias y proscripciones que debió soportar el justicialismo por parte de distintas dictaduras de facto y gobiernos civiles condicionados que tampoco lo habilitaban a funcionar en los fugaces interregnos de democracia precaria. Lufrano habló de "resistencia" como si Cambiemos hubiese tomado por asalto la TV Pública a fines de 2015, desconociendo aquel resultado de las urnas.
¿Y cuál sería el "destrato"? No hubo durante el gobierno anterior un solo despido ni en la TV Pública ni en Radio Nacional (sí en Télam, muchos de ellos revertidos por la Justicia). ¿Se habrá querido referir al recorte de horas extras, a la paritaria cero de 2018, al cese de los noticieros del fin de semana, a que Canal 7 bajó a lo mínimo las coberturas internacionales por un tema de presupuesto? ¿Cómo calificaría Lufrano el bullying que actualmente padecen en algunas empresas estatales empleados que ingresaron en la gestión anterior acosados por revanchistas? ¿Es verdad que la flamante funcionaria desea exaltar en un documental las investigaciones del juez Ramos Padilla, que busca derribar la causa de los cuadernos?
Lo paradójico es que tuvo que llegar Cambiemos al gobierno -y, consecuentemente, a la conducción de la TV Pública- para que cesara el "destrato" al que había sido sometida la polémica funcionaria durante años. Tras haber sido directora de esa emisora, entre 2006 y 2008, había dado un paso al costado cuando su jefe directo, Alberto Fernández, abandonó el gobierno no bien llegó a su fin el conflicto con el campo. Pero Lufrano, en vez de irse a su casa, prefirió volver a ser una más en el staff del noticiero y seguir perteneciendo a la nómina del canal. No fue una idea que recibiera con beneplácito uno de los gremios del canal. Cansada de que le hicieran la vida imposible, la periodista espació su presencia en su lugar de trabajo cada vez más, según cuentan testigos de esa época, hasta dejar de concurrir, lo que no le impidió seguir cobrando su salario.
Cuando llegó el equipo de Hernán Lombardi, se la quiso reactivar encomendándole tareas inherentes a su oficio y pasó a revistar fugazmente en el noticiero internacional. Pero, sea porque tuvo nuevos cortocircuitos sindicales o porque los imaginó, lo cierto es que Lufrano prefirió acordar con las nuevas autoridades macristas su retiro. Se le pagaron entonces 28 sueldos a manera de resarcimiento y extinción de la relación laboral. El abogado de su parte que rubricó ese acuerdo fue Alberto Fernández.
Hoy, Alberto Fernández es presidente de la República y la periodista volvió a la TV Pública, pero potenciada: ahora dirige RTA, el organismo del que dependen esa emisora y Radio Nacional, y en que por ahora podrá disponer a sus anchas, ya que el director en representación de Juntos por el Cambio, Gustavo Cusinato, renunció para asumir como diputado provincial en Ente Ríos.
El nuevo equipo fue recibido al grito de "¡Alberto Presidente!", cántico poco recomendable para un medio de comunicación que debería aspirar a reflejarse en la equidad de la inglesa BBC o de la norteamericana PBS, por citar solo dos ejemplos de prestigiosas empresas de contenidos estatales no gubernamentales. Pero el sentido de propiedad que quienes adscriben al peronismo suelen tener del Estado es evidente y poco hacen para disimular que se trata de una anomalía que deberían corregir en vez de exaltar a la vista de todos.
A pesar del ardor que Lufrano impuso a sus palabras, asombró que no fuese interrumpida por ningún aplauso. La ausencia de la menor alusión a este acto por parte de la misma dirigencia gremial que antes la cuestionaba remite a las viejas peleas aludidas (que también incluyen a Meritello, por tensiones similares cuando fue CEO de Página 12), nada que con buena voluntad no puedan arreglar alrededor de una mesa peronistas de distinto cuño e, incluso, algunos troskos voluntariosos.
El tema es que el dinero -ese ungüento que muchas veces cura afrentas personales y partidarias de cualquier tenor- escasea en estas horas y parece difícil que vuelva el noticiero del fin de semana por el que tanto bregaron... hasta que se fue Macri. Encima, los que hacen las cuentas finas dicen que harían falta mil millones de pesos más este año para cubrir los costos del canal estatal. Complicado.
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