La República, un valor irrenunciable
¿Hacia dónde vamos? ¿El precio que cabe pagar para que la libertad avance exige la incorporación del juez Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia? Si así fuera, ¿de qué libertad se trata? ¿De la libertad de quién?
Este gobierno debe admitir abiertamente lo que sabe. Lo que todo sabemos sobre Ariel Lijo. De lo contrario, seguirá empeñado en desdibujar con una mano lo que dibuja con la otra. Negociar es imprescindible donde importan los consensos. No lo es donde solo importa el poder a cualquier precio.
¿Es que no advierte el Gobierno que con ello sólo siembra desaliento donde se esperaba y aún se espera que siembre transparencia, rectitud moral, liberalismo auténtico?
¿Cuál es su verdadera naturaleza? ¿Al servicio de qué principios constitucionales indudables pondrá su empeño político?
Se lo eligió para que fuera lo que prometió: una auténtica alternativa respecto de la corrupción. ¿Lo es en órdenes tan esenciales como el que hace a la conformación de la Corte Suprema de Justicia?
Puede que haya muchos a los que les baste la recomposición económica del país. No a todos. Lo indispensable no es lo único que en ese orden se hace. No basta a quienes conciben la República como un valor irrenunciable.
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