La renuncia de monseñor Mestre: designaciones fallidas, un “carpetazo” y protestas que molestaron a Francisco
La remoción del arzobispo de La Plata desnuda un conflicto en la diócesis de Mar del Plata, que desde hace ocho meses permanece vacante; antecedentes y revelaciones
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Nombramientos que no se concretan. Acusaciones que se reflotan y renuncias sorpresivas, además de una inédita protesta con carteles en la Catedral, conformaron en los últimos meses un cóctel explosivo que derivó en la decisión del papa Francisco de pedirle la renuncia al arzobispo de La Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre.
La sucesión de hechos incluye un “carpetazo”, que en enero pasado frustró la asunción del obispo que Francisco había designado para suceder a Mestre en la diócesis de Mar del Plata: monseñor Gustavo Manuel Larrazábal, quien tres días antes de tomar posesión del cargo anunció que declinaba el nombramiento, luego de “un proceso de discernimiento y oración”.
Lo hizo en un contexto ya convulsionado. En las semanas previas, medios locales habían reflotado una denuncia por acoso laboral y abuso de poder en contra de Larrazábal, presentada por una mujer, de 56 años, que trabajaba en una librería de la Congregación de los Misioneros Claretianos, en Mar del Plata.
La denuncia databa de diez años antes, sin avances en la Justicia, y la maniobra para reflotarla habría sido atribuida a un sector eclesiástico identificado con la actividad pastoral de Mestre, a quien Francisco convocó a Roma para pedirle la renuncia. Según trascendió, cerca del último obispo de Mar del Plata confiaban en que su sucesor sería el padre Luis Albóniga, un sacerdote que lo acompañó como vicario general de la diócesis.
Así se habrían sucedido los hechos que derivaron en el despido del arzobispo de La Plata por un conflicto desatado en la diócesis que había dejado nueve meses antes. Una medida que en la Iglesia califican como “una clara afirmación de autoridad del Papa”.
Mestre, de 55 años, se había destacado en la sede marplatense como un ferviente impulsor de la pastoral de Francisco, con un estilo descontracturado y llegada a los jóvenes. Fue párroco de la Catedral local, responsable de Cáritas y vicario general de la diócesis. A la luz de estos antecedentes, sorprendió el desenlace del conflicto.
Tal vez con la pretensión de ser reconocida como damnificada, la mujer que reflotó las acusaciones contra Larrazábal habría intentado llevar la denuncia a la Nunciatura, pero la embajada de la Santa Sede desestimó de plano las acusaciones. Lamentó en un comunicado “los rumores que circulan y que no tienen ningún fundamento”, al expresar su confianza plena en Larrazábal, quien desde 2022 es obispo auxiliar de San Juan.
En enero de este año, luego de que Larrazábal resignara su postulación, el padre Albóniga fue enviado a Jujuy, lo que muchos interpretaron como un castigo.
Sucesión de nombramientos
Cuando el obispo Mestre dejó Mar del Plata, la diócesis quedó temporariamente en manos de su vicario general, Albóniga, y en noviembre de 2023 el Papa designó para reemplazarlo a monseñor José María Baliña, obispo auxiliar de Buenos Aires. Luego de unas semanas, Baliña fue el primero en declinar públicamente el ofrecimiento, al alegar problemas de salud. A raíz de un problema oftalmológico, debía someterse a operaciones con un alto riesgo de pérdida de visión.
Fuentes eclesiásticas revelaron a LA NACION que aún antes de ser promovido como arzobispo de La Plata, hubo señales con interferencias en la comunicación con el Vaticano. En 2019, Mestre pidió a la Santa Sede el nombramiento de un obispo auxiliar, con la aparente intención de promover en esa función a Albóniga. El Papa accedió al pedido, pero a medias, ya que nombró a otro sacerdote: Darío Agustín Quintana, de la Orden de los Agustinos Recoletos. Permaneció poco más de dos años con Mestre y en abril de 2022 pasó a ser titular de la Prelatura de Cafayate, en Salta.
Tras las fallidas designaciones de Baliña y Larrazábal, la Santa Sede jugó una carta doble. envió a Mar del Plata, como administrador apostólico, al jesuita Ernesto Giobando, obispo auxiliar de Buenos Aires y de su extrema confianza, y dispuso el traslado del padre Albóniga a Jujuy, lo que muchos fieles tradicionales de Mar del Plata consideraron un castigo.
Así se llegó a la inédita protesta en el templo de la Catedral de Mar del Plata, durante la misa crismal del Jueves Santo, en la que sectores de la feligresía local recibieron al obispo Giobando con pancartas que reclamaban el retorno de Albóniga. El propio Giobando habría explicado detalles de lo sucedido en un sumario enviado a Roma.
La drástica decisión de Francisco, que citó a Mestre al Vaticano, alimentó versiones de que el arzobispo de La Plata habría intentado influir en el proceso de designación de su sucesor.
“Tal vez intentó acercar posiciones. Por tratar de acompañar, dio espacio a quienes no se sentían cómodos con la incertidumbre que afectaba a la diócesis, con ánimo de escuchar y hablando con ellos”, estimó con una mirada benevolente un obispo que compartió destinos pastorales con Mestre. Ahora, a la recomposición de la diócesis de Mar del Plata se suma una vacante relevante en la tercera arquidiócesis del país. La Plata paga el coletazo del conflicto”, confió una fuente eclesiástica.
Como un dato que quizás pase de ser anecdótico, Mestre no recibió aún el nombramiento de “arzobispo emérito”, como ocurre habitualmente en los casos en que el titular de una arquidiócesis se retira. Eso implica que eventualmente podría estar en condiciones de cumplir otras funciones, en caso de que les sean asignadas.
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