La relación entre Milei y Macri. Mensajes de fin de año, entre el vínculo afectivo y los reproches
Volvieron a comunicarse después de varias semanas; en la intimidad, el Presidente reconoce que el diálogo con su antecesor le genera roces con su hermana Karina; los dos desafíos centrales del modelo económico libertario
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El espíritu de concordia que impera en las fiestas de fin de año pareció tener algún efecto. Mauricio Macri le escribió un mensaje de salutación al presidente Javier Milei, quien le respondió también en tono amigable. Cordialidades mínimas. Cerraron así semanas de desconexión y mucha tensión, que habían puesto en serias dudas el futuro de la relación entre el Pro y LLA. En algún momento podría producirse el reencuentro personal. No sería porque lograron solucionar las diferencias que mantienen a la hora de concebir la distribución de cargas de un futuro acuerdo electoral, ni porque se hayan puesto de acuerdo con los objetivos estratégicos. Esa es parte de la tarea por hacer.
Hoy ese lazo depende preeminentemente de una razón emocional. El Presidente siente por su antecesor un afecto personal basado en dos experiencias compartidas, ambas muy intensas. La primera, la relación tortuosa con sus respectivos padres, vivencias que los marcaron de por vida. “Con él conservo un vínculo que excede todo lo demás”, comentó alguna vez en la intimidad al hablar de Macri. “Tengo una buena relación afectiva con el Presidente”, coincide el líder de Pro.
Existe en general una tendencia a subestimar los factores psicológicos en el ejercicio del poder y una sobrevaloración de los aspectos racionales en los procesos de toma de decisiones, cuando muchos gobernantes del mundo han detallado en sus autobiografías hasta qué punto incidieron los factores emocionales en sus preferencias. Y en este sentido, la relación con los progenitores ocupa un lugar central en los perfiles de los últimos gobernantes, si se contempla que también Alberto Fernández (abandonado por su padre natural cuando tenía cuatro años y criado por un juez que se casó con su madre) y Cristina Kirchner (que siempre evitó mencionar a su papá colectivero, al punto de que prácticamente no hay referencias sobre él en su vida pública) vivieron situaciones particulares.
En el caso de Milei hay una consecuencia directa de esa identificación común que siente con Macri: que no es compartida por su hermana Karina, cuyas vivencias fueron diferentes. Es decir, hay un correlato político concreto, dado que ella es la armadora principal de LLA. Probablemente se trate de una de las disidencias más nítidas entre los hermanos. “Un acuerdo con Macri, me enfrentaría con mi hermana”, ha llegado a admitir en la intimidad el Presidente. Un verdadero triángulo de cristal.
Es una definición crucial para la que se prepara Milei, aun contra el consejo de Karina y de Santiago Caputo, quienes parecen más dispuestos a seducir individualmente a referentes de Pro, sin la necesidad de un pacto estructural con el presidente del partido. Desde la perspectiva de Milei, se parece más a un dilema emocional que político. Macri quiere ver y le dice a su entorno: “Deberá demostrar que es él quien conduce”.
El segundo factor de identificación con Macri es la experiencia compartida de ocupar “la silla eléctrica” del poder, el cargo sobre el que recaen las mayores responsabilidades y decisiones. Allí también Milei recurre a los recuerdos cuando lo compara con sus épocas de arquero: “En el momento más crítico, estás solo y no tenés a nadie atrás que te cuide la espalda”.
Sin embargo, en el plano de la gestión, el Presidente ha evitado seguir los lineamientos que su antecesor intenta marcarle. De hecho la principal frustración de Macri es no haber podido ejercer el padrinazgo intelectual que había imaginado cuando apoyó electoralmente al líder libertario para el ballotage de 2023. No entiende por qué si el Pro “hizo todo bien” como aliado del Gobierno, recibió el “destrato” que explicitó en su último discurso. Tampoco por qué desdeñan sus recomendaciones de cuidar la institucionalidad, un factor que, entiende, merma la confianza internacional en el rumbo económico. En la lista anota, entre otros temas, la postulación de Ariel Lijo (en el Gobierno cedió notoriamente el ímpetu para apelar a un decreto si no hay acuerdo del Senado), las denuncias contra el titular de la DGI, Andrés Vázquez, y un asunto que apunta a transformarse en un verdadero conflicto entre las dos fuerzas: la licitación de la Hidrovía. Desde su descanso en Cumelén, Macri le dice a su tropa que hay que prepararse para competir.
Sin embargo, en la Casa Rosada desestiman estos consejos confiados en su propio recorrido, al que consideran mucho más reformista y radical que el “tibio” interregno 2015-2019. Especialmente en el plano económico.
Los desafíos centrales del modelo libertario
En Olivos reina un optimismo sin rubores al evaluar las perspectivas para el año que se inicia. Se ilusionan con que la inflación de los tres primeros meses ronde el 1,5% porque ese descenso, sumado a un acuerdo con el FMI que aseguran “muy encaminado”, abriría la senda para una salida del cepo hacia marzo. Al mismo tiempo esperan el dato de la inflación de diciembre, que se conocerá dentro de diez días, para definir cómo sigue el crawling peg. Si el Indec determina que la suba de precios fue del 2,5%, reducirán la tasa de devaluación del dólar oficial a 1%.
Detrás de esta decisión anida la convicción férrea de que, a pesar de los señalamientos de muchos economistas, incluso del exministro Domingo Cavallo, el tipo de cambio “no está atrasado”. Así como el año pasado la inquietud central pasaba por la fecha de salida del cepo, hoy el régimen cambiario es el eje de las mayores controversias. Milei entiende que no hay distorsiones generadas por la política monetaria al haber frenado la emisión y que el valor real del dólar, si se toma una serie histórica que incluya el período de la convertibilidad, demostraría que la moneda norteamericana debería cotizar hoy más abajo que lo que muestran las pizarras.
Desde esa perspectiva, hay un convencimiento de que el compromiso con el equilibrio fiscal y la no emisión monetaria preservan a la economía argentina de vaivenes profundos como coletazos de la devaluación del real en Brasil o de la revalorización del dólar a nivel global, y que en todo caso sólo puede haber oscilaciones pasajeras con la brecha cambiaria.
Pero hay dos cuestiones absolutamente troncales del modelo que en el entorno del Presidente asumen como parte del proceso, con una naturalidad que puede ser desafiada por la dinámica económica y social. La primera de ellas tiene que ver con el impacto sobre los sectores productivos de la combinación del tipo de cambio actual y la apertura a las importaciones. Hay clusters industriales que están manifestando sus dificultades para competir en este contexto, si no hay señales impositivas o una baja de los costos locales. En el Gobierno, con modos amables, sólo responden con una consigna: el camino es la reconversión. Es decir, el que se pueda adaptar, sobrevivirá; el que no, desaparecerá. Esta lógica, que sería impensable para otra administración, es asumida sin timidez por los libertarios. Incluso hablan de que es probable que la Argentina modifique su matriz productiva para que sea menos industrial y más basada en materias primas y servicios. Estas transformaciones, nunca son inocuas.
La otra derivación asumida es que un mayor crecimiento económico genera un incremento de la desigualdad social. La mirada del Gobierno está puesta esencialmente en medir la mejora del PBI per cápita calculado en dólares. Por eso el discurso oficial habla de que el salario de un trabajador pasó de 300 dólares a 1100 dólares en 2024. “El crecimiento económico genera desigualdad, qué importa cómo se distribuye”, señalan, apelando a que en una economía totalmente libre los actores se reacomodan. Se trata de un planteo rupturista para la idiosincrasia argentina histórica, basada en un fuerte rol estatal y con una impronta de reparación social muy arraigada.
En gran medida el éxito a largo plazo del plan de Milei depende de que estas dos dinámicas se desarrollen según sus planes. Si la matriz productiva se reconvierte en forma incruenta, y si el crecimiento económico es tan vigoroso que diluye la relevancia de la distribución de ingresos, habrá logrado dar un paso histórico. Pero si antes aparecen síntomas de estancamiento y recesión, o tensión social y desempleo alto, el libreto oficial enfrentará un revés irreparable.
La reforma jubilatoria
Milei tiene pocas expectativas de que este año pueda aprobar reformas estructurales en el Congreso por el clima electoral. Pero está confiado en que tiene margen suficiente para evitar cualquier ofensiva opositora y dice contar con 105 diputados comprometidos con ese objetivo.
De todos modos, prepara un proyecto para introducir una fuerte transformación en el sistema previsional, que prevé presentarlo el 1 de marzo. Según su mirada, estos cambios deben ir de la mano de una reforma laboral que reduzca el alto grado de informalidad, que hoy se eleva al 60% de la mano de obra ocupada. Aunque en este sentido hay cierta desazón por la falta de reacción del sector privado. Federico Sturzenneger se lamenta de que pese a la instrumentación del sistema de fondo de cese laboral al estilo Uocra, no hubo hasta ahora empresas interesadas en aplicarlo, muestra de que no siempre los procesos son tan lineales.
Hay un equipo de Presidencia, Jefatura de Gabinete, Economía y Capital Humano, junto con ONGs, universidades y organismos internacionales, que trabaja en esa reforma jubilatoria, que en esencia apunta a un sistema híbrido, que sin dejar el esquema de reparto permita en forma opcional una capitalización individual, una combinación que es la más adoptada hoy a nivel global, tras el fracaso de los modelos exclusivamente públicos o privados. De paso se tratarían los casos de las 13 provincias que nunca transfirieron sus cajas a la Nación.
Entre los cambios que se analizan están la eliminación de los regímenes de excepción, equiparar la edad de retiro de las mujeres con la de los hombres a los 65 años, y lograr una mayor proporcionalidad entre los años de aporte y los haberes que se perciben, a través de un mecanismo de incentivos que contemple la extensión de la vida activa de las personas.
Esto intenta evitar las distorsiones de un sistema en el que, según un estudio elaborado por el especialista Rafael Rofman, apenas el 25% de la población que llega a la edad de retiro se jubila con el régimen ordinario y los 30 años de aportes correspondientes. Es decir, solo un cuarto del total. Del resto, el 35 % accedió con algún esquema de moratoria (que en marzo de este año ya no se renovará) y el 40% a través de alguno de los 205 regímenes de excepción que existen.
Hay una premura en avanzar con esta reforma a partir de la constatación de que se está consumiendo rápidamente el denominado “bono demográfico”, que significa que la población en edad de trabajar es mayor que la de personas dependientes. En los últimos años en la Argentina creció sostenidamente el sector de más de 65 años, que hoy representa el 12% de la población, pero se estima que en 2035 va a ser el 20% y en 2050 el 40%. Al mismo tiempo, está disminuyendo el grupo sub 25, en línea con varios países desarrollados. En consecuencia, en las próximas décadas se producirá el cruce de las curvas, momento para el cual el sistema de jubilaciones quedará expuesto a un estrés inédito.
Se trata de otro desafío gigante para el Gobierno, que lo volverá a enfrentar con el sector social que más sufrió el ajuste del año pasado y que forzó uno de los vetos de Milei cuando el Congreso quiso instrumentar una actualización de los haberes. Las jubilaciones representan el rubro más abultado del presupuesto nacional y los libertarios apuestan a reducir su incidencia. Otro péndulo que sostiene los planes del Presidente.