La reiterada lógica kirchnerista de buscar culpables ajenos
El Gobierno no dirá nada de que los trenes se caen a pedazos pese al subsidio millonario
El Gobierno tardó 92 días en darse cuenta de que los ferrocarriles que corren por las vías del Sarmiento y el Mitre son polvorines rodantes que coquetean a diario con la tragedia. Aún no parece asumir, en cambio, otra realidad evidente: hace 3287 días que la política ferroviaria, responsable de ese peligroso estado de los trenes, viene siendo manejada con mano firme por varios de sus funcionarios más importantes.
La Casa Rosada tomó una decisión que todos descontaban: tarde o temprano rescindiría la concesión de Trenes de Buenos Aires (TBA). Al fin y al cabo, en el manual de kirchnerismo puro, a la hora de enfrentar un problema la figura del culpable tiene un peso y un protagonismo decisivos. Si Repsol es la responsable de la crisis energética; si el banquero Jorge Brito, del Macro, fue el causante de la corrida cambiaria de octubre pasado; si los medios y los periodistas independientes son sindicados como desestabilizadores cada vez que informan algo que no le gusta al Gobierno, y si la década del 90 es el origen de todos los males, ¿cómo podría ocurrírsele a alguien que la Casa Rosada no buscaría un culpable para explicar 51 muertes y más de 700 heridos de la estación de Once?
En esa tómbola, los hermanos Cirigliano, dueños de TBA, tenían todos los números para llevarse el premio. Y así fue. Desde ayer y cada vez que deba explicarse la tragedia de Once, el Gobierno apelará a la década del 90 como causante estructural del mal ferroviario que aqueja a la Argentina y puntualizará en la mala gestión del grupo TBA. Pasará de largo en su cuidado relato los casi nueve años en los que manejó los hilos del maltrecho sector.
Seguramente no dirá nada de que los trenes se caen a pedazos pese a que mensualmente el cheque de subsidios que se confecciona es millonario. Sólo TBA recibe 71 millones de pesos por mes para soportar la carga que significan ingresos congelados desde hace tiempo y costos que se actualizan al ritmo de la inflación real y no la que marca el Indec.
Tampoco dirá nada de que desde 2003, mediante unos centavos que todos los argentinos pagan cada vez que compran un litro de gasoil y que se recaudan en un fondo fiduciario llamado Sistema de Infraestructura del Transporte, se aportaron a TBA alrededor de 734 millones de pesos.
Menos aún dirá el Gobierno que sus dos secretarios de Transporte anteriores, Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi, tuvieron todas las herramientas para controlar el cumplimiento de las obligaciones del concesionario. Y tampoco avanzará sobre la Comisión Nacional de Transporte (CNRT), un organismo que debería ser técnico e independiente y que funcionó todos estos años de kirchnerismo intervenido por el Poder Ejecutivo y, además, como un apéndice del Ministerio de Planificación Federal.
Seguramente no habrá declaraciones públicas de la Casa Rosada sobre los fallidos planes de obras que se anunciaron y que nunca se concretaron. En la línea Sarmiento, por caso, desde 2007 espera una licitación para cambiar el sistema de señalización del ramal. Varios técnicos que conocen los detalles técnicos de aquella licitación reconocen que el tren que terminó incrustado en el andén podría haber sido detenido si esa obra se hubiese terminado.
Las tragedias no se dieron en el ramal Sarmiento de casualidad. El Estado aportó infraestructura vieja y TBA no se esmeró mucho en mantenerla. El plan de obras anunciado y postergado por siempre abonó la tragedia. Hoy las obras en el Sarmiento están abandonadas, paradas, desaceleradas o simplemente adjudicadas y sin ninguna ejecución. La falta de planificación, la inflación y la falta de readecuación de los precios que se pactaron hace ya años motivaron la parálisis con la que convivió desde hace años.
En 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner anunció el Programa de Obras, Trabajos Indispensables y Adquisición de Bienes Ferroviarios. Ese mismo año se aprobó la construcción de 25 coches doble piso fabricados en los talleres ferroviarios de TBA y se decidió la compra de otros 12, la reparación de 58 vagones y la reconstrucción de 49 trenes japoneses, similares al que chocó el miércoles en Once.
En 2007, con Cristina Kirchner en el poder, por caso, se adjudicaron la renovación y el mejoramiento de las vías del tramo Once-Moreno y se inició la construcción del cerramiento perimetral entre estaciones desde Caballito hasta Moreno. Y ni hablar del soterramiento, anunciado varias veces. Todas estas obras estaban paradas y sin fecha de finalización cuando el tren se incrustó en Once. Mientras tanto, los millones corrían para sostener el maltrecho ramal. Pero había que buscar un culpable para arremeter contra él y difuminar las responsabilidades propias. Y ayer lo encontró.
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