La reforma de 1994: el papel de los Kirchner en los debates
Néstor tuvo cruces con Alfonsín por las dietas y los fondos coparticipables; Cristina destacó los logros de Menem
La primera vez que habló Néstor Kirchner en la Constituyente de Santa Fe fue para quejarse porque los convencionales iban a cobrar dietas muy altas.
Fueron palabras nobles, si se quiere, pero algo raro debe de haber olido Raúl Alfonsín , porque trabó la pierna como un defensor bravo. Al fin y al cabo, era su convención, le había costado un pacto y una revolución dentro del partido y no era cuestión de que se la desacreditaran.
Kirchner había dicho que no era lógico que en un país que hacía enormes esfuerzos para salir de su peor crisis (entonces era la de 1989: no habíamos llegado aún a 2001) se les pagara a los asambleístas alrededor de $ 8000 por mes, contando los $ 260 por día por viáticos. Eran 8000 dólares, convertibilidad mediante: unos $ 100.000 de hoy al cambio paralelo. Aunque había que viajar y alojarse en hoteles, era bastante.
La respuesta de Alfonsín todavía es recordada. Dijo que quien se sintiera "molesto" por la cifra tendría todo el derecho de renunciar a ella. Y agregó: "Hombres de la fortuna por todos reconocida del señor gobernador Kirchner podrán renunciar, seguramente, a todo tipo de dietas".
Para muchos periodistas que nos habíamos despedido de nuestras familias por tres meses largos para cubrir la convención, aquella frase fue como una revelación. Santa Cruz quedaba lejos, teníamos la vaga idea de que su mandatario no estaba precisamente en la calle, pero de ahí a la noción de que era dueño de una fortuna inmensa había un paso largo.
En verdad, el matrimonio Kirchner, especialmente Néstor, no estaba en el foco de atención para aquel equipo del diario y tampoco para los de otros medios. La noticia pasaba por otros personajes, con los que desayunábamos, almorzábamos y conversábamos a diario, como el ministro Corach, el diputado Yoma, una incipiente Elisa Carrió y Eduardo Duhalde . Reconocíamos el espíritu combativo y la retórica de la senadora Kirchner, pero no lográbamos ponernos de acuerdo sobre la personalidad del gobernador, si bien la mayoría lo prejuzgábamos influenciado en exceso por su esposa. Cristina se había instalado en Santa Fe, pero él venía de tanto en tanto. No debemos haber hecho nuestro trabajo bien, porque no sospechamos ni remotamente quiénes llegarían a ser los dos con el paso del tiempo y desperdiciamos una oportunidad de oro para conocerlos a fondo.
La segunda y última vez que el doctor Kirchner habló en el paraninfo de la Universidad del Litoral fue para pelear por los fondos que en adelante recibiría su provincia, y también allí se cruzó con Alfonsín. Le dijo que lo admiraba, pero que lo había decepcionado al cambiar, en "negociaciones de pasillo", la cláusula que establecía que las asignaciones presupuestarias extraordinarias -por ejemplo, el fondo del conurbano, que Duhalde defendía con uñas y dientes- debían ser asumidas por la Nación, no descontarse del porcentaje de impuestos coparticipables.
Esa vez Néstor Kirchner chocó también con Augusto Alasino, el titular del bloque justicialista, que había hecho alusión a las regalías concedidas a Santa Cruz por Menem. "Gracias al Presidente pudimos cobrar los $ 600 millones congelados, mal liquidados y no pagados durante el gobierno radical, y no los gastamos, sino que los estamos administrando", se quejó Kirchner.
Ese tema, más que el de las nuevas cláusulas constitucionales en el área de los derechos humanos, fue el que encendió durante la convención a Cristina. Muchos representantes de las provincias elogiaron su única exposición, por su arrebatada defensa del federalismo. Es un tema crucial de la Argentina, que todavía sigue pendiente pese al largo tiempo transcurrido desde la aprobación de la Constitución reformada y a que en su artículo 75 establece que una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la Nación y las provincias, "instituirá regímenes de coparticipación de estas contribuciones, garantizando la automaticidad en la remisión de los fondos". Los críticos de la actual gestión no pierden ocasión de recordar que se reparte menos ahora que antes de que los dos líderes del Frente para la Victoria se hicieran cargo de la Argentina.
Ideológicamente, los Kirchner nos parecían ambivalentes. Progresistas por un lado, como en esta problemática federal, y con un aire nacionalista por el otro. Críticos del Pacto de Olivos y, en ciertas aristas, también del menemismo, pero favorables a la reelección, que votaron y celebraron en el final de fiesta del Palacio San José, en Entre Ríos. Hay cierto toque de actualidad en este fragmento de Cristina Kirchner en la Constituyente: "Sería injusto hablar únicamente desde la consigna o desde la mera crítica sobre este modelo. Debemos reconocer también sus logros. No podemos obviar que cuando recibimos el gobierno en 1989 éramos un país fragmentado, al borde de la disolución social, sin moneda, y con un Estado sobredimensionado que como un dios griego se comía a sus propios hijos. Entonces hubo que abordar una tarea muy difícil: reformular el Estado, reformarlo; reconstruir la economía. Se hizo con mucho sacrificio, pero se lograron incorporar pautas de comportamiento en los argentinos".
La dimensión histórica de aquella convención no ha hecho más que agrandarse hasta el presente. Hemos nombrado a cuatro ex presidentes y a una presidenta. Las vidas de todos ellos se cruzaron en 1994, en el fragor de un invierno caliente.ß
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