La reapertura de comercios se anticipó un día en La Matanza: hubo gente, pero no clientes
La persiana del local de indumentaria que atiende Karina Guzmán, en el centro de González Catán, está apenas levantada, y ella se asoma a través de la abertura que deja libre la pequeña puerta metálica desmontable. Solo ese mínimo rectángulo permite verla apoyada sobre el mostrador en el que, debajo de un vidrio, reposan decenas de pares de medias para niños. Es un arranque tímido para esta comerciante de la avenida Doctor Enrique Simón Pérez, a pocas cuadras de la estación del ferrocarril Belgrano Sur, que vuelve a recibir a clientes que deben comprar desde la vereda, en el inicio de una nueva etapa de cuarentena para el conurbano.
"Arranqué hoy, antes era solo por pedido. El día viene malo, me hubiera quedado", dice con tono resignado, y comenta que en toda la mañana "se acercó una señora".
De acuerdo con la nueva fase bonaerense, los comercios de indumentaria podían reabrir recién este martes. Pero la necesidad anticipó los tiempos.
En el centro de González Catán, partido de La Matanza, los comerciantes que pueden volver a abrir sus locales lo hacen con expectativas bajas, que comparten también los que se mantuvieron sin cerrar por ser de rubros esenciales. Notan un movimiento mayor en la zona céntrica, aunque no se muestran muy esperanzados en que esa circulación de personas se traduzca en un repunte de sus ventas en la nueva cuarentena "intermitente" que rige en el conurbano.
"Está terrible", define Mabel Villalba. Su local de ropa, sobre la calle Sáenz, da la espalda a las vías del tren. "Hay más gente. La semana pasada atendíamos con la persiana baja, hoy pudimos abrir y la gente mira", agrega, desde unos metros de prudente distancia. Algunas miradas a los productos pero pocas ventas, esa parece ser la síntesis repetida.
Inés atiende una zapatería sobre Pérez, reabierta desde este lunes. "Tengo alguna expectativa, para no pegarme la cabeza contra el piso", sintetiza con un dejo de humor.
"Tratamos de ir despacio, alguno entró", dice sobre el movimiento de clientes de la jornada. "Viene muy tranquilo el día. Hay un poco más de gente, la semana pasada no había nadie. Ojalá que se trabaje un poco más", suelta con algo de esperanza Erica Osano, en un local de ropa masculina que también reabre al público después de haberse manejado con la venta digital en la última etapa estricta de la cuarentena.
Los rubros esenciales
Para los comerciantes que no debieron cerrar, por trabajar en rubros esenciales, las expectativas también son escasas. Ariel atiende un quiosco frente a las vías, sobre Sáenz, pero el local supo de épocas mejores, según indica. Antes de la cuarentena por el coronavirus, él era parte del andamiaje de un café ubicado en un salón grande que hoy está mayormente oscuro, salvo el pequeño espacio que se dedica para la venta de golosinas. "Viene mal, igual que la semana pasada. No tengo expectativas. Acá se vendían comidas, café, helados; se transformó en un quiosco desde la mitad de la cuarentena. Estamos el cocinero, una persona para delivery, y yo. Estamos con el quiosco y vendemos dos hamburguesas por día", describe a LA NACION.
"Tuvimos la óptica cerrada 35 días. La situación está mal, no hay plata. La gente come, paga los servicios y listo", afirma Roberto Valente en su negocio, que además de óptica es casa de fotos. "Hay mucha gente, pero no hay plata", dice Romina Cardoso en su puesto de diarios, detrás de un cartel en el que pide guardar distancia. "El local que está frente al negocio cerró", explica.
Las paradas de colectivos, sobre Pérez, son los puntos más concurridos. Se forman largas filas, como la de las personas que esperan la llegada del 620, a las que el vendedor ambulante Jorge Bustamante les ofrece pastillas de sabores variados. "Está duro, esto es para parar la olla", dice sobre su changa callejera. Además de los comercios del centro, en los alrededores de la estación de trenes de González Catán se distribuyen algunos manteros y puesteros, que venden mayormente ropa, aunque se pueden encontrar otro tipo de productos.
La venta, según un puestero que pide anonimato, también para ellos viene mal. "Nos habían sacado, pero hoy volvimos así, de guapos", señala el vendedor.
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