La prisión preventiva del mexicano testaferro de Muñoz, el secretario de los Kirchner, echó luz sobre los verdaderos dueños de su fortuna
Dejó en evidencia la trama de exfuncionarios santacruceños que se organizaron para lavar dinero y actualizó las declaraciones de los “arrepentidos” que señalan a Néstor y Cristina Kirchner
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La prisión preventiva del mexicano Isaac Eugenio Esparza Hidalgo, testaferro de Daniel Muñoz, el fallecido exsecretario privado de los Kirchner, dueño de una fortuna de 70 millones de dólares, sacó a la luz una trama de relaciones políticas del kirchnerismo santacruceño alrededor del blanqueo del dinero, acumulada por presuntos hechos de corrupción que señalan, evidencias de por medio, a los verdaderos dueños de esa fortuna.
La causa es un desprendimiento del caso de los cuadernos de las coimas, ya que el chofer del ministerio de Planificación Federal Oscar Centeno describió que los pagos ilegales de las empresas en ocasiones eran llevados al departamento de los Kirchner en Uruguay y Juncal, donde los recibía Muñoz.
Según el juez Julián Ercolini, Muñoz fue “un engranaje clave en el circuito de acumulación y traslado del dinero de los titulares del Poder Ejecutivo, en particular en lo referido a la recaudación de los fondos ilegales (se logró individualizar más de sesenta entregas de dinero que fueron recibidas personalmente por Muñoz), su derivación a los jefes y organizadores (incluyendo el traslado semanal del dinero en valijas y por medio de aviones oficiales de la Agrupación Aérea Presidencial desde el sector militar del Aeroparque Metropolitano “Jorge Newbery” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hasta los aeropuertos de Río Gallegos y El Calafate, en la Provincia de Santa Cruz) o la aplicación de esos fondos a otras actividades delictivas”.
Buena parte de los 70 millones de dólares de Muñoz se perdió y no se sabe nada del dinero. Los acusados dicen que se los quedaron los abogados. Solo una parte menor, la que se invirtió en las parcelas de Turks & Caicos, una isla del mar caribe, pudo ser congelada a pedido de la Justicia argentina en 2019. Pero se adoptó esa medida solo para una de las cuatro parcelas adquiridas.
Esparza Hidalgo, quien prestó su firma para comprar 40 hectáreas en Turcas y Caicos con unos 30 millones de dólares, producto de ese dinero negro, es el único preso en este caso. Está detenido desde hace un año, primero en Monterrey y desde hace casi un mes -cuando fue extraditado por México- en la cárcel federal de Marcos Paz, en la provincia de Buenos Aires.
A pesar de haber sido titular de dos sociedades que compraron los terrenos para montar un complejo hotelero de 500 millones de dólares con 100 habitaciones y 50 villas junto al mar, donde se iba a cobrar casi 1.000 dólares la noche, hoy el mexicano no tiene plata para pagar su fianza de 2.500.000 pesos.
Lo defiende un abogado defensor oficial, Gustavo Kollmann, ya que no tiene plata para pagar a un abogado particular. Su familia en México está juntado el dinero para sacarlo de la cárcel. Ya lo excarcelaron el 11 de noviembre, pero no puede pagar la caución. Quien metió al mexicano en este negocio de lavar el dinero de Muñoz fue Carlos Gellert, hijo de la exdiputada nacional Blanca Blanco e hijastro del exgobernador Daniel Peralta.
Gellert, según Esparza Hildago, le pidió que firmara unos papeles que eran para constituir las sociedades usadas para transferir el dinero desde los Estados Unidos y adquirir las 40 hectáreas en Turcas y Caicos. El mexicano, que dice que se gana la vida como influencer en las redes sociales, jura que no cobró ni un peso por firmar esos papeles para constituir las sociedades offshore y aparecer como su titular.
Un abogado allegado a Gellert se puso en contacto con Esparza Hildalgo para ver en qué podía ayudarlo, dado que hace un año que está preso. Le ofreció un domicilio, que es el que puso para que le concedieran la excarcelación y le ofreció un auto usado para cubrir los 2.500.000 pesos de fianza, pero el juez Ercolini rechazó esa caución. La decisión está apelada en la Cámara Federal. El mexicano quiere que al menos lo liberen con una tobillera.
Gellert fue funcionario en la provincia de Santa Cruz, como vocal del Instituto de Energía de la Provincia, designado por Peralta. Declaró como arrepentido en el caso de los cuadernos de las coimas y dijo que actuó en la intermediación para la constitución de las sociedades por indicación de Muñoz. Reconoció la participación de la mujer de Muñoz, Carolina Pochetti, y dijo conocer a Juan Manuel Campillo, exsecretario de Hacienda de Santa Cruz, también “arrepentido” en la causa.
Gellert es esposo Perla Puente Resendez, quien gestionó las sociedades en 2015 cuando los asesores inmobiliarios de Muñoz en Miami, Estados Unidos, se abrieron del negocio tras la divulgación de los Panamá Papers. Gellert y Pochetti son primos hermanos, ya que la madre de Pochetti es Stella Maris Blanco, hermana de Blanca.
Entre los involucrados en la maniobra de lavado de dinero mencionados por el juez Ercolini están Carlos Cortez, un empresario santacruceño que fue quien participó en el “negocio” en el extranjero y también en el plano local, con la intervención en la construcción de un imperio farmacéutico con 22 locales en toda la patagonia.
El empresario es fanático de la pesca, una pasión a la que se sumaron sus amigos de toda la vida, Rubén y Daniel Llaneza. A inicios del año 2000 ingresó como gerente en el grupo de farmacias Llaneza. Su expansión empresarial se hizo pública desde 2004, cuando conformó siete sociedades con los Llaneza dedicadas al comercio de medicamentos. En 2013 se hizo cargo de San-UP, una empresa líder en nebulizadores.
La pesca no quedó fuera de sus negocios: Cortez creó Autofly SRL en 2009 y publicó artículos en la Asociación de Pesca con Mosca sobre el permit, una especie peleadora del Caribe que presenta mayor dificultad técnica para su captura. En una entrevista a una revista especializada confesó que sus destinos favoritos son Key West, en Florida; Placencia, en Belice, y Bahamas, lugares que frecuenta tanto por placer como por negocios.
Otros implicados
También fueron parte del asunto, según Ercolini, Ricardo Barreiro, cuidador de la residencia del Gobernador en El Calafate, por lo que le decían “el jardinero”; Stella Marys Blanco, Gustavo Dorf, Luis Gugino, Leonardo Llaneza, Rubén Llaneza y el excontador de los Kirchner Víctor Manzanares, quien declaró como arrepentido y contó cómo se amañaron las declaraciones juradas de bienes del expresidente.
También se menciona a Franco Muñoz, al abogado Miguel Angel Plo, que ya había reunido una fortuna en el gobierno de Eduardo Duhalde con la construcción de cárceles y que se sigue dedicando a la construcción de edificios, con su familia vinculada a la política: una hija, María Jesús, mencionada en la causa, trabajó con Aníbal Fernández y un hijo, que trabajó en el BAPRO. Aparecen nombrados también Mauro Profético, Alejandrina Pochetti, Pablo Raies, y Federico Zapucich.
El juez Ercolini menciona entre los implicados a Roberto Sosa, muy allegado a Muñoz y exsecretario de los Kirchner. Los esperaba manejando el auto cuando llegaban a Río Gallegos. Fue protagonista de un extraño episodio policial cuando fue secuestrado unas horas y golpeado. La policía lo rescató y detuvo a los dos delincuentes, vinculados con una unidad básica del peronismo, que buscaban plata.
Uno de los relatos clave de cómo se produjo la maniobra de lavado y de quién era el dinero es el de Campillo. Contó como “arrepentido” que fue convocado para asesorar a Muñoz por Isidro Bounine, otro exsecretario de los Kirchner. Muñoz se estaba muriendo de cáncer -falleció el 25 de mayo de 2016- y a Campillo lo buscaron para asesorarlo en el desarme de las sociedades.
Pero relató que ya estaba en esa tarea el abogado Plo y que le tenía recelo. Contó dos viajes que realizó a los Estados Unidos para reunirse con abogados allá y ver qué se podía hacer. Dijo que los estudios norteamericanos le ofrecieron constituir nuevas empresas para cambiar de nombre la titularidad de las anteriores y nada más. Y que su idea, comentó, era al menos armar un fideicomiso para ir vendiendo las propiedades y devolver el dinero a sus verdaderos dueños.
Pero lo verdaderamente revelador ocurrió antes del primer viaje a Estados Unidos. Muñoz estaba muy enfermo, en su dormitorio y Stella Maris Banco, su suegra, le llevo la cena y allí se quedó a solas con Campillo. El exministro relató que Muñoz le dijo: “Tengo un problema, mirá tengo este problema, yo me quedé con todo este dinero a mi nombre y no se lo quiero dejar a mi mujer, esto es parte de una fortuna que no es mía”.
Entonces le mostró una carpeta con todas las empresas y propiedades en Estados Unidos, que eran cerca de 14. “El dio por entendido que yo sabía que eso no era de él y que provenía de otras personas más importantes y no le quería dejar ese “problema” a su esposa ni a nadie de su entorno”, recordó Campillo. Y le aconsejó que reintegre el dinero a sus dueños, pero Muñoz le dijo que eso le iba a generar problemas con su mujer.
“Lo que te está matando a vos es esto, este problema. Yo estudié tres años de metafísica y tengo tercer nivel de energía zen y larga vida. Yo le dije que “el cáncer lo causan los rencores y los odios, entonces sacate de encima los odios y los rencores y dásela a sus legítimos dueños y no te morís más. A su vez le dije, yo te puedo ayudar más con el cáncer que con los bienes. Cuando me refiero a sus legítimos dueños, si bien no lo dijimos puntualmente, se dio por sobre entendido y estaba “en el aire” que eran de Néstor y Cristina. Yo le repetía, desarma reintégralos y se te solucionan todos los problemas”, contó Campillo en su declaración como arrepentido ante el juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli.
Campillo había negociado sus honorarios en el 10 por ciento del valor de las propiedades y cobró unos 200.000 euros, que le pagó Bounine en su casa en Tigre, según dijo. Y se quejó porque habían pactado 200.000 dólares.
“Yo no lo iba a estafar a Muñoz en su lecho de muerte y no quería que sea estafado por Pochetti, pero no se pudo hacer porque en el medio de todo esto se murió. Hubiera sido un excelente trabajo. Yo le proponía hacerlo en forma eficiente. Era caro, pero yo estaba poniendo mi cabeza y la de mi sobrino en juego. Lo que yo le aconsejaba a Muñoz era la creación de un posible fideicomiso de manera transitoria donde todos los bienes (capital y rentabilidad) empiezan a volver hacia atrás y toman al inversor. O sea, transformar todo en dinero líquido y devolver en billetes al dueño original”.
“En relación a los bienes y dineros yo siempre supuse que todo esto podía provenir del matrimonio presidencial, entiéndase a Néstor y Cristina y que no era de Muñoz. Era una obviedad que él nunca lo pudo haber generado este dinero por su cuenta y de manera ilícita. Yo no pregunté el origen de los fondos, ya que como ellos eran secretarios “de”, lo cual implica muchas cosas. El ser secretarios “de”, implica guardar secretos, lo cual trae aparejados muchas cosas”, concluyó Campillo.
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