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A continuación, la desgrabación de sus principales conceptos:
- Néstor Kirchner, de quien Alberto Fernández se declara siempre su principal discípulo, o al menos reconoce como su principal maestro, tenía varias leyes y criterios para hacer política. Uno de ellos era: "No miren lo que digo, miren lo que hago".
- La primera vez que se conoció públicamente ese apotegma de Kirchner fue en España, en febrero de 2004, durante una reunión que el exmandatario tuvo con Francisco Luzón, un banquero del Banco de Santander, que le preguntaba por el discurso del gobierno en relación con los mercados y el Estado y él le respondió: ‘‘Mire Luzón, usted no preste atención a lo que digo, mire lo que hago’. Ahí el expresidente le enumeró una cantidad de criterios que seguía su política económica, sobre todo principios u orientaciones heredadas del gobierno de Duhalde. Ya había superávit fiscal y de comercio, y había una serie de virtudes en el esquema económico argentino que provenían del rebote que tuvo la economía después de la salida de la convertibilidad, tan tumultuosa.
- En el último discurso que produjo ante el Congreso, cuando se abrieron las sesiones ordinarias, Fernández hizo un elogio muy enfático, de carácter moral, a la coherencia entre la palabra y la acción. Es decir, un criterio que no hace juego con aquel otro principio de Néstor Kirchner. Sin embargo, pareciera que en la práctica, o en el rodaje del Gobierno, Fernández se va pareciendo más a la teoría o los principios -si uno quiere a la falta de principios- de Néstor Kirchner, que al discurso del 1 de marzo delante del parlamento.
- ¿Por qué lo digo? Por algo que señaló muy bien esta mañana Marcelo Longobardi al analizar la conferencia de prensa que el Presidente brindó el viernes pasado. Sucedió algo muy curioso: un gran enojo de Fernández con aquellos que le pedían reanimar la economía y relajar la cuarentena. Con quienes exigen mirar el efecto que esta estrategia sanitaria tiene sobre la económica y el daño que puede producir un confinamiento demasiado prolongado en otros aspectos de la vida pública, que también producen malestar y daño.
- En el fondo del enfado parecía vislumbrarse la figura de Alfonso Prat-Gay, quien había dicho que el aislamiento está destrozando la economía. Pero mientras Fernández se enojaba con quienes le hacen observaciones, sobre todo desde la oposición, abría la cuarentena. Es decir, mientras decía que eso nos llevaba irremediablemente a males peores, y presumiblemente a más muertes, y que él no estaba de acuerdo con esa estrategia, anunciaba en la misma conferencia de prensa que el 80% del país normalizaba su situación. En el caso del área metropolitana sería más lentamente porque, claro, dada la concentración urbana es más peligroso el relajamiento del distanciamiento social y es más posible la circulación del virus.
- Si uno observa una encuesta de Federico Aurelio, que es el titular de Aresco, que mide el estado de la opinión pública en el área metropolitana hasta el 8 de mayo, se pueden apreciar los siguientes números: los que veían que el coronavirus era el principal problema de la vida pública argentina el 1 de abril eran el 79,4% de los consultados. Es decir, casi un 80 %.
- El 8 de mayo, la semana pasada, esa cifra bajó al 57%. Este es un problema porque si se va a relajar la cuarentena pareciera que hay menos preocupación o menos prevención respecto del peligro del virus. Probablemente porque al no haber muchos casos, y todavía más importante, al no haber muchos muertos, se le perdió un poco le respeto al virus. Lo cierto es que la preocupación por el coronavirus bajó de un 80% a un 57%.
- Por otro lado, es interesante analizar lo que pasó del 1 de abril al 8 de mayo con respecto a la preocupación económica. El 15,7% que veía a la economía como el principal problema de la vida pública, el 8 de mayo ya se transformó en un 40% . Asimismo, el 52% de los consultados por Aurelio quieren que se abran las actividades económicas y solo el 33% prefiere que la cuarentena permanezca como está ahora.
- Lo que sigue ya no es un problema de percepción, es un problema de testimonios. Porque de aquellos que Aurelio consultó sobre sus ingresos un 25% dice que no se modificaron, un 28% expresa que ahora son menores en relación a cuando comenzó la cuarentena, y un 41% dice no tener más ingresos. Este es el daño de la cuarentena sobre la economía. El mismo que el Presidente reconoce, aunque no lo haga de palabra, sino de hecho, al abrir la actividad económica con una enorme dificultad, porque a partir de ahora la jugada del Estado, la administración de la situación sanitaria, es mucho más compleja. Ya no consiste en tener a todos encerrados y revisar que no haya circulación por la calle. Ahora se trata de mantener el distanciamiento social, pero al mismo tiempo habilitar los medios de transporte, y hacer seguramente más testeos aun con todas las dificultades que tenemos para que sean los correctos. Hay todo un debate que se publicó en LA NACION en relación a la calidad de los reactivos que se donaron. Ni siquiera se sabe muy bien quiénes los donaron.
- Y también el desafío del Gobierno o la dificultad se da sobre todo por una concentración especial en los mayores grupos de riesgo: los geriátricos, en particular, el grupo de riesgo más expuesto que es el personal de la salud, y un rasgo típico de América Latina, que no se registra es las grandes regiones donde esta epidemia está azotando, que son las concentraciones urbanas con pésimas condiciones de vida, grandes bolsones de pobreza donde es bastante difícil cumplir con las prescripciones médicas para no contagiarse.
- En la Ciudad de Buenos Aires, hay una especial preocupación por las villas de emergencia porque ahí se ha disparado un poco más el coronavirus, aunque con una peculiaridad: pareciera no trascender de ese ámbito. El Gobierno está incrementando la cantidad de testeos y sale a buscar el virus. Algo que se le recomendó desde el principio, pero que no pudo hacer.
- Mientras tanto, el Presidente sigue en una estrategia que no se entiende muy bien cuál es, buscando cierta irritación o mal entendido internacional, haciendo comparaciones que no son muy comparables. Alberto Fernández acaba de comparar a la Argentina con Suecia al decir que el Banco Central de Suecia considera que la caída de la actividad, de la riqueza del producto, va a ser de 9 puntos y en el país, para Fernández, va a ser de 6 puntos. Dicho esto, concluyó: "Esto demuestra que la cuarentena no afecta la actividad económica". Una caída de 6 puntos es una fenomenal caída, debido a la cuarentena, que era inevitable. La caída está y habrá que incorporar ese problema a la visión general, porque es imposible pensar una estrategia sanitaria que no incluya la estrategia económica.
- En concreto, si uno mira la encuesta de Federico Aurelio y ve los niveles de preocupación de los encuestados respecto de la economía y al coronavirus daría la impresión de que el programa de Fernández es la encuesta, más allá de cuál sea su discurso. Si uno va siguiendo la encuesta, puede ir prediciendo su conducta.
- "Miren lo que hago, pero no lo que digo". ¿Esto valdrá también para la deuda? Porque es el otro gran problema que tiene el Presidente sobre la mesa. Detrás del problema de la deuda está el problema de la capacidad de financiamiento que tenga la economía argentina. Con un entramado empresarial castigadísimo, que es el músculo de recuperación de una crisis cuyos rasgos no conocemos. Por eso el problema de la deuda se transforma en algo mucho más importante.
- El viernes hubo una mala noticia para todos, también para el Gobierno, que pensaba que el grado de aceptación de la oferta iba a estar en alrededor del 40%. No sé si esto fue lo que le dijo Fernández a Cristina Kirchner cuando se reunieron la semana pasada, pero en el corazón del equipo económico esta era la hipótesis. No obstante, el resultado fue menor a 15%, estuvo alrededor del 13%. Es una distancia muy grande entre el objetivo y el resultado. Esto es complicado porque lo obliga al Gobierno a moverse mucho más de lo que pensaba respecto a su propuesta original. Habrá que ver si esta estrategia es la más conveniente, si convenía hacer una oferta y después negociar o si hubiese sido mejor primero negociar y después proponer en público.
- Hay algunos desajustes políticos si uno mira de cerca toda la operación. Por ejemplo: el encargado de la unidad de reestructuración de la deuda, Lisandro Cleri, se va del cargo. Cualquier lectura diría que sacan al encargado de la negociación como un castigo, pero parece que no es así. A Cleri, que da la impresión de ser un funcionario técnicamente competente, lo sacó el lunes pasado Martín Guzmán, antes de conocer el resultado, y lo envió a manejar el fondo de sustentabilidad del Anses, esa gran caja que pasó ahora al control de La Cámpora con Fernanda Raverta. Tomada el lunes pasado, con la hipótesis de que iba a ser un éxito la renegociación, esta decisión tiene un significado. A partir del 13% del viernes es una sanción. Que, en realidad, no sería. Pareciera que hay una lectura política desajustada respecto de la realidad.
- Para iluminar la escena de este viernes pasado de Alberto Fernández habría que recordar aquella frase memorable de Juan Carlos Pugliese, en medio del incendio de la hiperinflación, cuando él manejaba el Ministerio de Economía y se habían quemado todos los cartuchos. Dijo: "Le hablé al mercado con el corazón y el mercado me contestó con el bolsillo". Los mercados suelen contestar con el bolsillo. Ese es su lenguaje. El problema ahora está sobre la mesa y hay que negociar aceleradamente. El Gobierno lo va a llevar adelante, está buscando a los fondos más remisos, a los que se pusieron más duros en todo el período anterior.
- No hace falta llorar sobre la leche derramada. No haría falta decir que habría que haber empezado a tratar este tema en las primarias del 11 de agosto, cuando Hernán Lacunza, el último ministro de Economía de Mauricio Macri le dijo al equipo económico del por entonces presidente electo Fernández que viaje con él y comience la negociación. Pero no sucedió.
- Una oferta casi inconsulta, un revés que abre una acelerada negociación para llegar al 22 de mayo cumpliendo el mandato político central del Presidente: no entrar en default. Esto, además, parece estar alineado también con la voluntad de Cristina Kirchner, quien probablemente lo haya promovido a Fernández a la presidencia para arreglar el problema de la deuda, como una especie de Eduardo Duhalde, que viene a corregir aquello que se había desarreglado con el colapso de la convertibilidad. Con la intención de poder retomar en 2023 lo que se abandonó en 2015, con algún candidato más propio de Cristina. Si esta era la misión de Fernández, lo que va a tener que hacer es arreglar. El tema es cómo.
- Se juega una palabra clave: sustentabilidad. Hoy por la tarde, el Gobierno emitió un comunicado importante por parte de Martín Guzmán, que dice que tendrán en cuenta de buena fe cualquier propuesta de reestructuración de deuda que cumpla con los objetivos de sostenibilidad, con inclusión de tasas de interés, reducción de capital, períodos de gracia y extensión de vencimientos diferentes a los propuestos. Un "estamos dispuestos a todo"; "queremos negociar".
- ¿Qué significa "sostenibilidad"? Es una pregunta respecto del futuro de la economía argentina. Es difícil discutir la sostenibilidad. Gobierno y acreedores se tienen que poner de acuerdo en la marcha del negocio. Es como un empresario que va al banco a decir 'necesito renegociar la deuda'. Bueno, ¿en qué términos? En los que se pongan de acuerdo sobre cómo va a funcionar el negocio. Y eso es algo en lo que el acreedor tiene que acordar con el deudor, precisamente porque es su plata la que está en juego.
- Esta es la discusión que no se dio. Ahora, ¿es posible tener esta discusión? ¿Llegar a un acuerdo sobre la sostenibilidad de la deuda argentina sin un programa económico? ¿Es posible tener un programa económico en este contexto internacional y local? Un ejemplo: el miércoles pasado, el ministro de Economía tuvo un debate sobre el tema de la deuda en la Universidad de Columbia, de donde él viene. Nadie sabe cuál es la caída en el nivel de riqueza de la Argentina, del PBI, este año. Acaba de decir Fernández que es 6 puntos. ¿Esos seis puntos están en la propuesta de la deuda de Guzmán? Porque esa es anterior al coronavirus. Fíjense los números que propone Guzmán en su presentación del miércoles pasado: el año que viene va a haber un crecimiento de 3% del PBI; el año siguiente, 2022, la economía argentina va a crecer 2,5%. Y después, desde el 2023 hasta el 2030, 1,7%. Es una clarividencia envidiable. ¿Estos son los números sobre los cuales se puede diseñar el proyecto de la deuda? ¿Estos son los números que tiene Fernández en la cabeza? Empieza la discusión ahora sobre estos números y el Gobierno está esperando que en las próximas horas ingrese una contraoferta de los acreedores. Es decir, un papel con una propuesta concreta que tenga que ver con pagos de intereses, de capital, período de gracia.
- El Gobierno está dispuesto desde el comienzo a pagar el 100% del capital y no el 95% como dicen los papeles. Probablemente acepten pagar intereses y que los intereses del período de gracia se capitalicen y se paguen más adelante, en los períodos donde la carga de vencimientos es menor. Los fondos quieren que haya algún pago ahora, durante este mandato; el Gobierno dice que no, pero puede flexibilizarse también. Están esperando una propuesta del otro lado de la mesa para empezar la negociación.
- El Tesoro de los Estados Unidos, según una versión muy insistente, muy creíble, está realizando una gestión delante del gobierno argentino, posiblemente en Washington con Jorge Argüello, el embajador argentino, que es además el coordinador de las relaciones de la Argentina con el FMI, el Banco Mundial, el BID. Una gestión para facilitar esta negociación en favor de los acreedores. Gran signo de interrogación sobre la relación de la Argentina con todo ese mundo si el país entra en default, porque el Fondo Monetario Internacional no concede programas a países que están en default. Y si el FMI no le concede un programa a la Argentina, el BID y el Banco Mundial están impedidos de financiarla. Quiere decir que entraríamos en un problema enormemente complejo que explica muy bien por qué Fernández no quiere defaultear.
- Mientras tanto, vamos viendo cómo el Gobierno se alinea detrás de Guzmán, todo el oficialismo, en relación con el problema de la deuda. Vemos que Cristina Kirchner, Máximo Kirchner, el sector que se considera accionista de este proyecto político, respaldan a Guzmán y no hay disidencia ahí. Solo se tendrán que poner de acuerdo en qué significa "sostenibilidad" el día que decidan, si es que deciden, relajar su oferta y conceder más a los bonistas de lo que están concediendo ahora.
- No es difícil la tarea. Esto de "miren lo que hago y no miren lo que digo" está muy a la luz del día hoy justamente en el problema de la deuda. Basta observar un detalle: los tenedores de bonos de 2005, la negociación de Néstor, con Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen, piden que no les cambien las condiciones de esos bonos. Se les dio a esos bonistas un papel atado al crecimiento que la Argentina no puede pagar. Está en litigio en Nueva York. Quiere decir que la mayor renegociación de la deuda de la historia, la más severa, la más implacable, la más soberana, es la que el mercado hoy aplaude. "Miren lo que hago, no miren lo que digo", también en materia de deuda.
- La discusión sobre la economía dentro del oficialismo se posterga. No va a haber ninguna disidencia respecto de la política económica hasta el 22 de mayo, que es el día que hay que resolver si se paga, si se sigue negociando, si se busca una salida tipo ecuatoriana, que es postergar los vencimientos más adelante dentro de un acuerdo. Después de ese día, sí se desatan dos discusiones.
- Una, sobre la tasa de interés. Hay una presión enorme del kirchnerismo para que se faciliten créditos a las empresas, a los sectores productivos. Todo un problema porque, al mismo tiempo, esos mismos sectores quieren que no se dispare el dólar. Es muy difícil combinar las dos cosas. Esta es una discusión que seguramente va a tener que dar Miguel Pesce, el presidente del Banco Central.
- La segunda discusión tiene que ver con el sector energético. En la cabeza de Cristina Kirchner está que Alberto Fernández constituya un Ministerio de Energía. No sabemos si se lo dijo la última vez que se vieron o solo se habló de los cargos de macristas que había que reemplazar dentro del Gobierno porque están todavía sobreviviendo sin que Fernández los haya echado. Es una preocupación central de la vicepresidenta.
- Mientras tanto hay algo que no cambia. Es la concentración de poder. Este lunes se conoció un Decreto de Necesidad y Urgencia donde a la crisis social, que había habilitado una enorme centralización de decisiones y recursos a comienzos del Gobierno, se le agrega la crisis sanitaria para justificar una nueva concentración.
- Ese DNU dice que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, obviamente con el aval del Presidente, va a poder reestructurar el presupuesto como quiere, más allá de los límites que le fija la ley de administración financiera. Límites que obligan a que determinados cambios en las partidas, redireccionamientos de dinero, los tenga que aprobar el Congreso.
- En materia presupuestaria, el Congreso queda anulado a partir de este decreto que firmó el Gobierno. Hasta ahora, no encontré ningún mensaje de la oposición al respecto.
Por Carlos Pagni
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