La Presidenta tomó distancia de la reforma de la Constitución
"No es algo que yo desee o que dependa de mí", dijo; se enojó con alumnos que le hicieron preguntas sin concesiones
CAMBRIDGE, Massachusetts.– Fue, posiblemente, uno de los días en que más incómoda se la vio.
Presionada por estudiantes de la Universidad de Harvard que le preguntaron de todo, desde la inflación hasta su fortuna personal, Cristina Kirchner puso en duda anoche por primera vez la posibilidad de una reforma de la Constitución para buscar su posible reelección.
"No se trata de algo que esta presidenta desee o que dependa de mí. No se trata de lo que yo quiero, sino de lo que puedo y debo. Es una cuestión abstracta porque la Constitución no lo permite." Y añadió: "Esto [la reforma] no es competencia mía, ni siquiera de un solo partido".
Fue en una sesión en la que, por momentos, cedió al enojo y hasta descalificó de "poco académica" a la Escuela de Gobierno de la universidad, y se molestó por el "escaso nivel" de las preguntas de los alumnos. "¡Estas cosas son para La Matanza, no para Harvard!", dijo.
"Otro que se vino con el papelito. ¿Vos leés porque no tenés memoria?" "¿Por qué repetís lo que te dicen?", espetó a lo largo de su presentación.
Había empezado la noche comentando lo "orgullosa" que se sentía de estar allí. Pero su humor fue variando: tuvo que contestar preguntas sobre su patrimonio, sobre la "falta de autocrítica" y la escasez de diálogo con otros sectores políticos o con la prensa, según el cuestionamiento de un alumno, el argentino Martín Molina.
De todos modos, dijo que la "última conferencia de prensa" la dio cuando fue Hillary Clinton a Buenos Aires, hace dos años (en realidad ofreció otra después, el 15 de agosto de 2011, tras ganar las primarias).
"Yo no tengo que dar conferencias de prensa. Para eso están mis funcionarios. Yo tengo que gobernar. No se quién te dijo que no hablo con la prensa", espetó a Molina, a quien desautorizó "por leer la pregunta".
Negó luego que exista un cepo al dólar. "Ése es un término mediático y malintencionado", sostuvo.Explicó que su obligación era "cuidar las reservas" y que el acceso a las divisas era el adecuado.
"Vos mismo estás en los Estados Unidos y estudiando en Harvard. ¿Te parece que podés hablar de que no hay dólares", le respondió a Jorge Masal, uno de los argentinos que primero pudo preguntar. "Ya ves, pueden viajar y muy bien. Vos no tenés problemas de dólares", le espetó.
Luego, en un fugaz cambio de tono, aclaró que ni buscaba echar culpas a nadie y que "entendía" la cultura que hay con el dólar en el país. "Yo misma tenía un plazo fijo en esa moneda", dijo.
Uno a uno, decenas de alumnos desgranaron cuestiones que constituyen el debate al que la Presidenta no se presta en la Argentina. "He explicado varias veces mi patrimonio ante la Justicia y las presentaciones fueron aceptadas", contestó cuando se le planteó cómo explicaba el crecimiento de su fortuna. "He sido una abogada exitosa", dijo.
La cita empezó con una protesta de "caceroleros" en la puerta de Harvard. Poco más de medio centenar de personas la esperaba con cacerolas y carteles contra la inseguridad, la inflación y la defensa de la Constitución. Cuando ella llegó, casi con una hora de atraso, muchos se habían ido.
"Perdonen, pero fue por el tráfico de Nueva York", se excusó al arrancar. El decano David Ellwood fijó las normas de "libertad de expresión" de la casa. "Aquí los oradores contestan preguntas y la audiencia los escucha con respeto."
Ella luego aludió implícitamente a las recientes protestas. "Es imposible que esta enorme transformación no genere sectores refractarios, o que no haya gente en contra", dijo.
"La Argentina no es Disneylandia", concedió. Otros le preguntaron por las dudosas estadísticas en materia de inseguridad, inflación y pobreza.
Pero la Presidenta respondió con una larga explicación de cómo tergiversan los medios. Insistente, el alumno volvió a la carga con un llamado a si no consideraba que era hora de que "hiciera una autocrítica".
Había llegado precedida por las protestas que su presencia generó en la página web de Harvard. "Se presta al diálogo en el exterior, pero no en su país", era el reproche. A eso se sumó la incomodidad que sintió por las preguntas sobre inflación y el rechazo a hablar con la prensa que tuvo un día antes, en la Universidad de Georgetown. "Yo prefiero hoy no hablar de la Argentina sino de política internacional", anunció.
Más de 2800 personas se inscribieron con la intención de participar. La enorme mayoría quedó afuera. Tampoco la prensa tuvo acceso a la sala y fue situada en un aula adyacente. "Ustedes no pueden preguntar, sólo los estudiantes", se advirtió.
Con una ocurrente tarjeta roja, tal como la que el FMI amenaza aplicar a la Argentina, los "fondos buitre" llegaron entre los primeros. "Levante esta tarjeta si quiere preguntar", decía el texto de la American Task Force Argentina (ATFA), el principal grupo de presión de tenedores de bonos de deuda en default.
Pronto, la distribución de los cartoncitos generó debate a lo largo de la cola que esperaba para entrar. Los adelantados tuvieron la suerte de ver pasar a la líder opositora birmana, Aung San Suu Kyi, que expuso dos horas antes. Para desesperación del Servicio Secreto que la custodiaba, la premio Nobel de la Paz se bajó de su auto, se acercó a la vereda y saludó a las decenas de personas que la saludaron. Varios lloraban.
Las entradas que no se reservaron se distribuyeron entre el público mediante lotería. "Me quedé afuera", lamentó Karina Zurcbart, una argentina que, sin embargo, estaba feliz de haber visto a la figura birmana. "Me impresiona su sencillez y su coraje", dijo. Para ella, el día estaba hecho.
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