La portavoz de Alberto. La compleja tarea de dar la cara por un gobierno de vaivenes
A tres meses de su llegada, el rol de Gabriela Cerruti divide opiniones; evita la sobreexposición presidencial, pero incurrió en varios deslices
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Gabriela Cerruti llegó a su cargo de “portavoz” del Gobierno pocos días después de que, ante las versiones de su arribo, desde el propio Gobierno lo desmintieran. Una marca registrada en una alianza marcada por las diferencias internas y las contradicciones. Lo primero que le dijeron, cuando se confirmó su llegada, fue una sugerencia directa y casi imposible de cumplir: “Sacale el celular a Alberto”.
Esta semana se cumplieron tres meses de Cerruti en su rol de portavoz presidencial, un cargo de alta exposición mediática que ella asume con “alegría”, y que le trae tantos elogios como críticas de propios y extraños. La propia Cerruti reconoce que no logró ese primer objetivo con el celular el Presidente, aunque sí se jacta de haber conseguido ser el “first call”, la primera a la que el Presidente y los ministros recurren en caso de una crisis comunicacional.
Las conferencias de prensa semanales que la experiodista y diputada implantó en la Casa Rosada reemplazaron en gran medida a las entrevistas y diálogos que el Presidente solía tener, sin horarios ni agendas definidas, con distintos medios y periodistas. No todos las ven con buenos ojos en el Frente. Creen que esa política de “agenda abierta” para responder puede convertirse en un “tiro en los pies”. “No estamos en un momento para sumar eso”, afirman quienes aún la miran con cierta desconfianza.
A eso se suma que en general evita dar definiciones políticas o explicaciones novedosas, por lo que en las conferencias de prensa luce más como un frontón con frases hechas que como una fuente de respuestas útiles. ”Ahora Alberto habla menos, y eso es bueno”, le reconoce un allegado al Presidente que sin embargo no le tiene demasiado afecto.
Celosa en el cuidado de su sitio y con la intención de monopolizar el discurso oficial, Cerruti prohibió las conversaciones en off the récord de quienes, en la Secretaría de Medios, quedaron de la gestión de Juan Pablo Biondi, exsecretario de Comunicación, vocero en los hechos del Presidente además de su amigo personal.
En la diaria, Cerruti se basa en su grupo de colaboradoras. En la pantalla de su computadora aparecen en verde las buenas noticias, en rojo las malas y en fondo blanco la información permanente de contexto. Los roces, silenciosos pero concretos, los tiene con la Jefatura de Gabinete que encabeza Juan Manzur y la secretaria de Medios, Valeria Zapesochny. “Estoy acá una vez por semana, hablo yo”, contestó semanas atrás, cuando un periodista reclamó por la falta de entrevistas y contacto de Manzur con la prensa. Ella, en tanto, asegura que su contacto con el Presidente es de, al menos, veinte veces por día, y que eso incluye también “decirle que no de manera respetuosa”.
En el caso de Fernández, desde su oficina de la planta baja de Balcarce 50 aseguran que “ella cree que Alberto es, sobre todo, el Presidente, y no acepta que se hable mal de él en su presencia”. Sin embargo, el Presidente no tiene el trato de amistad con ella que aun conserva con Biondi.
También para los ministros, aseguran cerca de la portavoz, “es un alivio que cuenten con información y apoyo”. Sin embargo en la práctica, la mayoría de ellos son cuidadosos de su autonomía y de seguir siendo los encargados de hablar sobre lo que desean, les consultan o les interesa. Cerruti nunca llegó a establecer el cerrojo que, por ejemplo, ejerció Cristina Kirchner en su último mandato. Su trato diario con los periodistas permite tener un carril de información oficial, pero también a veces utiliza un tono ácido en el intercambio individual.
Su nivel de exposición y el carácter díscolo del Presidente le han jugado varias malas pasadas a Cerruti, como cuando rechazó en conferencia de prensa que se esté pensando en un bono de fin de año para jubilados, y horas después reconoció que el aumento se terminaría otorgando. “Vengo a desmentirme a mí misma”, dijo cuando se encontró con los periodistas. Por esas fechas también tuvo que hacer otras aclaraciones respecto de dichos del mandatario, lo que le valieron el apodo, en el Gobierno, no sin cierta sorna del “ministerio de la aclaración”.
Al momento de anunciar su designación, Fernández sostuvo que la de “portavoz” se trataba de: “Una nueva figura que he tomado de algunas democracias europeas”. Para Mario Riorda, experto en comunicación y director de la Maestría de la Universidad Austral, “es una novedad que hayan instalado una vocería, más cercana a un modelo europeo”. Tras lo que agregó que, desde su punto de vista, “la capacidad de generar agenda es mucho más restringida y en todo caso se trata de una vocería de corte reactivo, donde no cumple una función de tipo anticipatoria sino casi siempre de formato de respuesta expost, es decir una vez que el hecho ha sucedido”. Por lo que entonces “lo que hace la vocería es intentar generar un encuadre, o un sentido deseado, pero, insisto, siempre después que el hecho ha sucedido por lo tanto con muy poca capacidad de agenda”. Muchos recuerdan la capacidad de fijar los temas del día que ostentaba Carlos Corach en el menemismo.
Para Riorda, “hoy, en general, la tendencia internacional es a lo que se denomina la orquestación de vocerías o multiplicidad de vocerías. Esto significa que en general rara vez la vocería esta centrada en una persona sino que por la diversidad de temas y multiplicidad de profesionales y medios, generalmente genera un desgaste tan potente que esto muchas veces no se aconseja y no se estila. Lo que se debería pedir son acciones coherentes entre las personas o figuras que conforman un gobierno, más que una persona en particular que sea la síntesis de todas las voces”.
Para el académico y titular de Comunicatio, Orlando D’ Adamo, “la idea de un portavoz es siempre evitar la sobreexposición de alguien”, por lo que lo ideal es que sean personas que dominan la comunicación en público. Luego de lo cual señaló: “Creo que en ese sentido la portavoz tiene formación como periodista y lleva muchos años en la política y desde ese punto de vista tiene claramente un background para poder hacerlo”. E hizo referencia a la idea de un portavoz “como una pantalla protectora, en el sentido de que un error de un vocero, si bien es grave, siempre va a ser menos grave que que sea por ejemplo, del presidente”. Precisamente uno de los motivos que parecen haberla ubicado a Cerruti en Balcarce 50.
La experta en Comunicación Adriana Amado explica que “hay que plantear cuál es la función del portavoz. Generalmente los países en los que esa función está consolidada, se trata de una persona sumamente competente que hace de interfaz con la prensa, La función de Cerruti tiene más que ver con su performance en las conferencias que con alguien que tenga mucho conocimiento de lo que ocurre. De hecho no son pocas las veces que lo que ella dice se contrasta con la contradicción a las horas siguientes”, señaló. ”La clave está en la credibilidad de la función: un portavoz cumple su función cuando ni el periodista ni la ciudadanía sienten que echan en falta la voz de ese funcionario que el portavoz representa”. Tras lo que agregó que: “Falta aprender mucho sobre la dinámica y la credibilidad que la función requiere”.
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