La muerte de Isabel II y la coronación de Carlos III logran algo que parece imposible en la Argentina; las dudas sobre la “banda de los copitos de azúcar”; Macri y Cristina analizan dialogar mientras Massa hace todo para liderar en 2023
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Mucha gente está mirando en la Argentina el funeral de Isabel II y la coronación de Carlos III en el Reino Unido. Muchas veces se ven esas ceremonias, esas liturgias complejas, extensísimas -empieza en Escocia y va a seguir en Inglaterra, en Westminster como una excentricidad costosa que no tiene un sentido operativo sobre la vida de la gente, el bienestar o la política. Y, sin embargo, estamos frente a un fenómeno interesantísimo: la idea de dos figuras, Isabel II y Carlos III, que encarnan para esa comunidad los ideales, el sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional, la del Reino Unido, atravesada por muchísimos conflictos: secesiones, dificultades para integrarse, como ocurre con Irlanda del Norte y Escocia, el Brexit, que dividió a los británicos de manera tan agresiva como estamos divididos nosotros.
Y, sin embargo, esa división queda superada por esa instancia, si se quiere simbólica, que significa la monarquía. Felipe González, líder socialista que arraiga ideológicamente en la tradición republicana de España, con el paso de los años y con el peso de la experiencia dice que el mejor sistema para él son las monarquías republicanas o constitucionales. Él apunta que, de las 20 democracias más calificadas del mundo, 12 son monarquías constitucionales. ¿Por qué? Porque se plantea dentro de este sistema un equilibrio entre conflicto y consenso, entre tendencias a la disgregación y la posibilidad de acuerdo. Esto que la monarquía provee a estas naciones, en las repúblicas, como sucede en la Argentina, debe ser producto de la negociación y del diálogo. En ese problema estamos metidos hoy y está metida, sobre todo, la dirigencia política: en lograr un acuerdo, que debería ser en principio un pacto alrededor de reglas de juego, de procedimientos. Y donde se negocie -y acá está la gran dificultad- que todos cedan algo. Por supuesto, todos ganamos algo. Pero cada sector debe ceder algo.
Esto pasó en España después de la muerte de Franco. Esa es la monarquía de la que habla Felipe González, donde los republicanos como él se dieron la posibilidad de que haya un monarca, donde la derecha franquista cedió ante la posibilidad de que se legalice un partido como el Comunista, donde los monárquicos cedieron ante la posibilidad de que haya un rey que no era dinástico. Juan Carlos I era un rey inventado y puesto por Franco. Cada uno cedió algo que le era esencial. Nosotros estamos mirando el espectáculo de la clase política argentina y es difícil contestar a la pregunta: ¿Qué cedería cada grupo que le fuera esencial en esa instancia de conciliación?
Pero estamos viendo, torpemente, a una clase política que balbucea, que se pisa los cordones del zapato mientras camina, y que está en busca de un acuerdo. En parte, esa torpeza se debe a la falta de experiencia. Recuerdo que allá por el año 2008, un sindicalista del sector energético, de trabajadores de empresas privadas del sector, decía: “A los directores de personal les tengo que explicar cómo se hace y cómo se cierra un conflicto de salarios porque venimos de los años de convertibilidad donde no había conflictos por salario. Se olvidaron”. Esta política que estamos viendo ha perdido la gimnasia del diálogo y de la negociación después de tantos años de polarización radicalizada, extrema.
¿Por qué están buscando el acuerdo? Primero, un motivo muy importante en todos, pero sobre todo en Cristina Kirchner: el temor por lo que pasó con el atentado. Los que viven en la intimidad de la vicepresidenta dicen que los dos primeros días posteriores a la noche del atentado se la veía entusiasmada, casi eufórica, porque el ataque la reponía en el centro de la escena. Hasta que llegó el domingo a la tarde, cayó la ficha de esa pistola cuya bala no salió, se dio cuenta y, aparentemente y según cuentan las que la rodean, entró en un estado de desazón que no le veían desde la muerte de Néstor Kirchner. Y en ese estado está, agravado porque empiezan a haber incógnitas muy difíciles de desentrañar, que dan para que distintos sectores de la vida pública imaginen conspiraciones con distintas terminales, con distintos motores, con motivos contrapuestos. Pero las preguntas están ahí, son las que antes que nadie se hace Cristina Kirchner, que nos hacen sospechar, como se pensaba en un principio, que no estamos delante solo de un “loquito”. Que puede haber un “loquito”, pero un “loquito” susceptible de haber sido manipulado por algo o por algunos que no están tan “loquitos”; o que pueden estar “loquitos”, pero operan en términos violentos. No sabemos quiénes son todavía, no tienen rostro. Pero hay preguntas.
La primera de ellas: ¿Alguien sabía que ese día no iba a estar Diego Carbone al frente del operativo de seguridad de la vicepresidenta? Él es el jefe de la custodia de Cristina, una persona valiosísima para ella y que estuvo ausente. Otra pregunta, la más importante tal vez de todas: ¿Quién destruyó el teléfono? Esos programas que sirven para exhumar información de un celular son a prueba de tontos, de gente que lo puede manipular mal y destruir la información. Es casi imposible borrarla a menos que uno quiera hacerlo. ¿Quién lo hizo? Porque no es alguien que quería cuidar a Fernando Sabag Montiel, porque él ya está jugado. Seguramente en las próximas horas lo van a procesar. El que borró la información desde el celular a quien quiere preservar es al que podía estar controlando a Sabag Montiel. De eso nos estamos privando de saber con esta operación que parece deliberada. Ninguna comparación es fiel, es fidedigna. Pero hay otro hecho atroz, similar: el atentado a la AMIA. En las primeras horas de la investigación, desapareció una colección de cassettes con grabaciones. Bueno, se perdió un material valiosísimo deliberadamente. Todavía no sabemos quién lo hizo.
¿Qué es esta banda de copos de azúcar? ¿Quién vende copos de azúcar en manifestaciones políticas de adultos? Normalmente, uno los ve en las puertas del zoológico, de los colegios, en los parques. Ocurrió algo interesante en el Parque Lezama este fin de semana en el acto de kirchnerismo, algo tragicómico como para distender un poco. Había dos dirigentes kirchneristas en el palco y vieron de lejos un vendedor de copos de azúcar y uno le dijo al otro: “Ya somos boleta”.
Habría que pensar que es poco habitual que haya vendedores de algodón de azúcar sistemáticamente varios días antes en la esquina de Uruguay y Juncal, donde había manifestantes adultos, que permanecieron durante la tarde y la noche. Que vendedores raros, estos copitos. ¿Alguien los armó? Había un jefe, además, que es el que los financiaba y que también vendía copos de azúcar. ¿Qué es esto? Gran signo de interrogación que se formula seguramente la jueza María Eugenia Capuchetti y Cristina Kirchner antes que nadie.
¿Qué fue a hacer ese vendedor de Rappi que se metió en la manifestación de los más fieles, más consecuentes, podríamos decir fanáticos de Cristina, a insultar a la vicepresidenta en la puerta de su casa? ¿No habrá sido alguien que mandaron para ver qué ambiente había en caso de una agresión? Fue una reacción casi pacífica, diferente a lo que uno podría esperar, de gente que está muy movilizada. ¿Alguien organizó todo esto? Esta pregunta seguramente se la esté haciendo Cristina, quien puede estar viendo -y esto implica un cambio radical en su vida- que no fue en un “loquito” en un episodio que la quiso matar, sino que ha habido una organización o puede seguir habiendo una organización que busca matarla. Entonces, ya pasamos a otro tren de vida. Tipo Fidel Castro, que nunca se sabía dónde dormía esa noche, que cambiaba los horarios de sueño. Bueno, ella está ante este fenómeno.
Hubo un atisbo de todo esto, que apareció y desapareció rápidamente, que es un tuit del abogado de Cristina Kirchner, Gregorio Dalbón, que dijo: “El enemigo es tropa propia”. Dijo algo más: “Solo confió en Diego Carbone”. ¿Y en el resto de la custodia, no? ¿En la Policía Federal no? ¿En el resto de las fuerzas de seguridad, no? ¿Por qué solo en una persona? Después borró el comentario. Seguramente alguien le habrá dicho “esto no”. ¿Por qué es interesante este tuit? Porque son hipótesis inconfesables, muy inconvenientes que se hagan públicas, pero deben estar trabajando y horadando la intimidad de la vicepresidenta y de su entorno. Este es el clima, el que lleva a la idea de por qué no acordamos. Gran problema para Aníbal Fernández, que deberá dar explicaciones sobre las fuerzas de seguridad, que tuvieron sospechosísimas fallas en este hecho.
¿Seguían con Alberto Fernández? El Presidente lo dijo hoy en una entrevista con el medio español TeleCinco. ¿Seguían con él? Era un estado de WhatsApp que alguien capturó. Por lo que sabemos, hasta ayer al mediodía, ese dato y la posibilidad de que hubiera alguna amenaza contra el mandatario no existía en el expediente que lleva adelante la Dra. Capuchetti. Todo esto, que es la idea de un complot y no de un “electrón loco”, es el primer motor para decir: “Paremos, veamos la posibilidad de alcanzar alguna instancia de diálogo y acercamiento entre el Gobierno y la oposición”.
Esto se combina con una segunda motivación que ya es más extendida y no corresponde solo a Cristina Kirchner, que es el temor a que esta dinámica de enfrentamiento lleve a una radicalización que haga que se le vaya el fenómeno de las manos a los dirigentes. Esto es un miedo que obviamente está en la vicepresidenta y en el Gobierno, pero está en Mauricio Macri también. Los que hablan en la intimidad con el expresidente dicen que él también daría un visto bueno, con todas las reservas y desconfianza de que esta idea de diálogo pueda ser una trampa, para algún tipo de acercamiento que impida la locura.
Hay signos de esto. No sabemos qué relación tienen Sabag Montiel y su novia Brenda Uliarte con el grupo Revolución Federal que vive en un clima amenazante para el kirchnerismo, con hostigamientos, escraches, etc. Fue a tirar antorchas a la Casa Rosada. Hay muchos videos sobre eso. ¿Hay algún vínculo entre ambos? ¿Alguien maneja esas organizaciones, las tiene disponibles para armar un lío? No sabemos. Pero son preguntas que se empiezan a instalar inquietantemente en la escena pública.
Por supuesto, hay mentes afiebradas. Lo hemos visto centralmente en Axel Kicillof, que dice que la bala que no salió es una metáfora de los jueces, son lo mismo, es la oposición, es la Justicia. Aparece la diputada Gisela Marziotta promoviendo un proyecto de ley delirante para sancionar a los jueces que puedan llevar adelante eso tan impreciso, tan imposible de atrapar y para lo cual ya existen sanciones previstas, en los códigos de procedimiento: el lawfare. Es como si uno dijera que Cristina Kirchner o su entorno fueron los que estuvieron detrás directamente, materialmente, de los que fueron a poner las bombas molotov en el diario Clarín, al cabo de tanta predica que llevó adelante el kirchnerismo. No se le ocurrió decir eso a Héctor Magnetto, pero sí se les ocurre a muchas figuras del kirchnerismo decir sobre el ataque a Cristina Kirchner: “Esto es la oposición, esto es la Justicia, esto es la prensa”. Eso, por supuesto, exacerba más los ánimos y trata de involucrar a toda la política en un conflicto que parece ser llevado adelante por gente radicalizada.
En este contexto, empieza esta negociación torpe, de dirigentes que además no están acostumbrados a negociar. Si uno mira la historia del kirchnerismo, es muy difícil verlos en una negociación. La forma de liderar que han tenido Néstor y que tiene Cristina Kirchner es una forma de arrastrar al otro con el poder. Esto llega a tal punto, que hay muy poca gente que se le anime a plantearle a Cristina Kirchner una idea contraria a la que ella tiene. Hay una frase que Carlos Zannini le dijo a José Nun: “A la presidenta no se le habla, se la escucha”. Ese mismo clima es el que hace que ni los custodios se animen a protegerla y a meterla adentro de un auto, por miedo de despeinarla y ser despedidos. Es un estilo de conducción y de liderazgo, cuya cultura parece incompatible con la negociación, con registrar el interés, el incentivo del otro. Pero están buscando eso.
Empezaron por el lado de la Iglesia antes del atentado. Hubo un ensayo llevado adelante por el presidente del Episcopado, Oscar Ojea, y por el presidente de la Comisión Pastoral Social del Episcopado, el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones. Dos figuras muy ligadas al papa Francisco que habían convocado a un sector del Frente de Todos y a otro de Juntos por el Cambio para encontrar la posibilidad, aunque sea simbólica, de una foto en común. Eso no se pudo lograr porque ocurrió el atentado. Pero, quedaron las conexiones, los contactos, los teléfonos intercambiados durante ese ejercicio promovido por la Iglesia. Esto prendió sobre todo en el Gobierno y en el Frente de Todos. Si uno mira los discursos de Cristina Kirchner en los últimos meses, ella viene pidiendo algún tipo de entendimiento, con motivo de la economía bimonetaria, de los problemas estructurales de la economía argentina. En el epílogo de Sinceramente hay un llamado a un entendimiento, aunque es difícil de reconocer porque todo su discurso es combativo, pero está. También es posible que quiera un entendimiento para que se establezca cierto clima de pacificación y concordia que le quite presión pública a los tribunales que la están juzgando.
El que se hace cargo de esto es “Wado” de Pedro. Aparentemente, en representación de Cristina Kirchner y de Alberto Fernández, se puso en contacto con la gente con la que venía él negociando en el marco de ese acuerdo generado por la Iglesia. Ahora, es evidente que “Wado” tiene un enorme problema de método para hacer esto. Hay una tecnología que los viejos políticos conocen sobre cómo se gestiona un acuerdo. Primero, discreción, cosa que es muy difícil si uno da una entrevista por día. Le pasó que dio una entrevista para explicar el acuerdo que está buscando, y le preguntan por el juicio a Cristina. “Es un juicio que nos gustaría que lo lleven adelante jueces imparciales y no los que juegan a la pelota y toman whisky con Macri”. Bueno, De Pedro o lo critica a Macri o busca un acuerdo. Es evidente que Macri registra en la oposición, en Juntos por el Cambio y sobre todo en el PRO, una superioridad que viene de haber sido el fundador, de haber sido presidente, y del carácter de Macri. No hay acuerdo sin Macri. Buscar un acuerdo y criticarlo es casi un juego de suma cero. “Wado” no se dio cuenta de esto todavía. Cristina Kirchner sí. El acuerdo siempre en todos los escenarios es entre halcones. El acuerdo sirve si acuerdan los extremos.
En este contexto es que “Wado”, oriundo de Mercedes, localidad vecina a Luján, tiene una relación histórica con su intendente, Leonardo Boto. Este vínculo se remonta a que los dos tienen un pasado muy largo en la administración del turismo. De Pedro nace en la escena pública en 2004 como funcionario del área de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires, durante la gestión de Aníbal Ibarra. Desde entonces, es amigo de Boto que estuvo durante los 10 años que pasó en la función pública nacional al frente de un fondo que administraba recursos del Turismo. A esto se le suma que ambos hermanos de “Wado”, Gerónimo Ustarroz y el intendente de Mercedes, Juan Ignacio Ustarroz, son muy amigos de Boto. Ellos fueron los que recurrieron a monseñor Jorge Scheinig, el obispo de Mercedes-Lujan para pedirle una misa por la concordia nacional. La piden para que sea plural sin antes tener el acuerdo de la oposición. El obispo les dice que sí.
En todo el batifondo en el que quedó envuelta esa misa, quedó opacada, eclipsada la homilía que fue muy buena en este clima de discordia. “La Iglesia Católica y todos los cleros estamos para ser servidores de la paz y la fraternidad. Nuestro primer y principal servicio es la oración. Creemos que la oración de los que estamos aquí ya es un hecho de paz y de fraternidad. Este lugar sagrado es como un concentrado de la patria, porque aquí vienen millones de peregrinos de todos lados, de todas las edades, de todas las realidades sociales, de todos los partidos políticos y de movimientos sociales, incluso de diferentes confesiones religiosas”. Es decir, cuando uno mira lo que realmente dijo el obispo es obvio que es un mensaje ecuménico y pluralista. Él dice: “Cometí un error”. ¿Por qué? Porque no calculó la interpretación que iba a ver en este clima de discordia, en donde aparece que ese es un mensaje kirchnerista. Está claro que no.
Es decir, estamos ante una dirigencia en general muy poco despierta ante los mecanismos del acuerdo. El primer mecanismo del acuerdo es registrar al otro como legítimo. El segundo criterio en un acuerdo es entender los intereses del otro y el tercero es proponer una agenda. Acá se habla mucho de acuerdo, pero nadie puede definir para qué acordar. Empezó a esbozarlo un poco “Wado” de Pedro al final cuando dijo: “Bueno, podríamos acordar en temas energéticos”. Como cuando Peña Nieto propuso un acuerdo para la dirigencia, también muy enfrentada, de México. Según cuentan, cuando le fueron a Macri con la vocación del Gobierno de celebrar un acuerdo, él dijo: “Que escriban cinco puntos y hablamos, pero que haya algo concreto”. Tiene razón, porque lo otro es todo este desgaste de un dispositivo muy valioso y sobre todo el papel que la Iglesia puede jugar en la Argentina, no como organización confesional solamente sino como organización social y política para un momento de tensión. Sería penoso que por manipulación o por manoseo se queme ese dispositivo.
Hasta ahora, hay uno que ha sido el experimento más concreto, probablemente el más eficaz, de un pequeño entendimiento en el seno de la política argentina. Este involucra a Adolfo Rodríguez Saá, senador por la provincia de San Luis, que viene de integrar el bloque del peronismo federal, pero tiene una muy buena relación con Cristina Kirchner. Este le propuso un acercamiento con Cristina Kirchner a su vecino de banca José Torello, un dirigente muy importante ligado al PRO, quien además es uno de los mejores y más antiguos amigos de Mauricio Macri. Tiene una confianza absoluta de parte de Macri porque se criaron juntos, hicieron todo el ciclo escolar juntos en el Cardenal Newman. Torello habló con Macri y se encontró con Cristina Kirchner hace aproximadamente 15 días. Es una novedad muy importante porque debajo de todo el ruido, hubo una reunión muy formal, muy protocolar -en la que se sabe que tomaron los dos mate cocido- y en la cual quedó establecido una especie de teléfono rojo entre Cristina Kirchner y Macri a través de José Torello, a instancias de Rodríguez Saá. Aparentemente, esto fue explícito, es decir le dijo a la vicepresidenta que el día que ella necesite comunicarse con Macri él está disponible para que haya un canal de comunicación entre ellos. Todo esto tiene que ver con un horizonte de interpretación por parte de la propia Cristina Kirchner de que para llegar a la otra orilla es indispensable que esté Macri.
Hay un interés tanto en Cristina Kirchner como en Macri de ensayar algún tipo de entendimiento, aunque sea acotado, a temas esenciales. Porque obviamente ambos saben que la oposición acérrima, el enfrentamiento y la polarización les rinden. En general, cuando se dan estas disputas son entre grupos que están enfrentados. Lo que reúne a Juntos por el Cambio es el antikirchnerismo y muchos sectores del kirchnerismo duro están unidos en el antimacrismo. Cuando se habla de la agresividad en los discursos hay que recordar que apenas Macri ganó la presidencia no le dieron el bastón de mando y le gritaban: “Macri, basura, vos sos la dictadura”. Sería hipócrita decir que esto lo crea un grupo y no el otro. Es cierto que Kirchner inauguró en la democracia moderna un nivel de agresividad que desconocíamos antes, aunque relativamente, porque la agresividad que hubo en épocas de Menem también era muy aguda. Pero ponernos a hacer la genealogía de estos enfrentamientos nos haría terminar en saavedristas y morenistas en 1810. Lo cierto es que tanto a Cristina Kirchner como a Macri le sirve para llegar al poder el enfrentamiento con el otro, pero muy probablemente ambos se dan cuenta de que si llegan -ambos quieren, pero están viendo si pueden lograrlo- resultaría en un país ingobernable. Es decir, es muy difícil imaginar un gobierno de Macri con el kirchnerismo ultramovilizado enfrente y es muy difícil imaginar un gobierno de Cristina con un banderazo permanente en contra de ella. Esta es una de las razones por las cuales ella eligió a Alberto Fernández como delegado.
Quiere decir que empieza a advertirse que el conflicto que sirve para llegar difícilmente sirve después para crear consenso alrededor de la agenda de dificultades que tiene la Argentina, que es la que tuvo Macri, la que tiene este Gobierno y la que tendrá el próximo. Macri también está mirando hasta donde puede jugar o no. Está moviendo las piezas, está por lanzar un nuevo libro que se llama Para qué. Él va a decir que no es un programa presidencial, pero hay empresas que ya están aportando a la campaña de Macri como si él fuera a ser candidato, cosa que todavía no decidió. Entonces, en la perspectiva de volver, ambos, se están preguntando cómo gobernarían en este clima que se ha generado. Este es uno de los combustibles principales que alimentan la posibilidad de un entendimiento, porque la lista de desafíos que tiene por delante el Gobierno es muy rebelde y la del próximo es muy intrincada, requiere de un instrumento político denso, consistente, que hoy no hay.
Esto lo vemos en Massa, que está haciendo todo para ser el delegado de Cristina Kirchner. Sueña con que ella no llegue y con recuperar la economía lo suficiente como para que Cristina, el peronismo y la gente o una parte de la gente diga: “No lo toquemos a Massa porque él viene resolviendo la crisis”. El viaje a Estados Unidos, que es larguísimo, va para este objetivo. Como mucho de lo que hace Massa, hay bastante de show. Está la idea de que se ha convertido en el “principal negociador de la Argentina”. Hoy logró la foto con Janet Yellen, secretaria del Tesoro, y para él es una condecoración porque no lo lograron ni Batakis ni Guzmán. Massa le deberá agradecer a Jorge Argüello que hace milagros como embajador en Estados Unidos.
Lo cierto es que después de la foto, los amigos de Massa que en general son chistosos, dicen: “Pasó de ventajita, a señor ventaja”. Creció Sergio. Y va a conseguir seguramente ahora en septiembre el acuerdo con el Fondo, porque ha logrado atar con alambres determinados descalabros de la economía argentina, con los que él tiene que lidiar. En alguna medida, podríamos decir que estiró la arruga. Pero en este clima de euforia que se vive alrededor de Massa, y que el propio Massa va a transmitir, hay que mirar determinados detalles para entender hasta donde hay limitaciones en este proyecto, y por lo tanto en el proyecto del Gobierno, de recuperar competitividad electoral. Tema central para Cristina Kirchner, para Alberto Fernández y para Massa. Tres náufragos que están mirando la otra orilla para ver si llegan o no.
El ministro de Economía consiguió sumar reservas al Banco Central dándole un dólar especial al campo. Los expertos entienden que 1500 millones de dólares se suman ahora y no los van a poder sumar después. Salvo que este dólar de 200 pesos de septiembre lo vuelva a mantener en octubre. Habría que apostar a que, casi seguro, es lo que hará.
Además tienen suerte el Gobierno. y Massa. Hay una sequía generalizada que, por un lado, genera problemas porque la cosecha que viene va a ser complicada. Hay quienes piensan que el Gobierno el año que viene se va a encontrar con una sequía tan nociva para el Banco Central como la que le tocó a Macri. Pero, por otro lado, hoy la noticia es que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos calculó que va a haber un ajuste en cuatro millones de toneladas de soja de las que produce Estados Unidos y en 10 millones y medio de toneladas de maíz. Los que siguen el mercado de granos dicen: “Miremos Chicago”. Porque va a generar un aumento de precios que al final va a beneficiar relativamente al Gobierno, que está muy necesitado de dólares.
Todo esto posterga la crisis, no la elimina. Las raíces de la crisis están operando. Primero le dieron ese dólar al campo que genera todo un ruido dentro del kirchnerismo, que nace, tal como lo conocemos, en el conflicto con el campo. Ahí nació el discurso de agresividad y su enfrentamiento con los medios. ¿Quién fue el líder oficial de ese conflicto? Guillermo Moreno. Ahora miren lo que dice a los militantes de su agrupación a propósito del dólar soja: “Las decisiones tomadas por el Poder Ejecutivo el último domingo implicaron una brutal transferencia de ingresos de los sectores populares a los productores de soja y a los dueños de la tierra a través del alquiler que obviamente tienen que pagar los productores. La Sociedad Rural Argentina es la gran beneficiaria de estas medidas. Es la primera vez que asistimos con esta intensidad a una transferencia de ingreso de los de abajo a los de arriba. Los dirigentes constitutivos del Frente de Todos llevarán en su consciencia esta decisión tomada”. Esta es la voz del kirchnerismo frente al campo que se plantea esta perplejidad, esta contradicción que muchos kirchneristas están mirando.
Claro, es todo un problema porque están los lecheros, los ganaderos, los industriales, el sector pesquero, esperando su propio dólar. Piensan así: si hay un dólar de 200 pesos para el campo, y el Gobierno está tan necesitado de dólares que toma esa medida odiosa para muchos kirchneristas, esperamos que a nosotros también nos den nuestro propio dólar. Quiere decir que es muy probable que todos ellos liquiden menos o no liquiden a la espera de que los atiendan en la fila. De hecho, no hay una devaluación general, pero al final hay una devaluación del dólar oficial que va cada vez más cerca de la inflación, y también se le ofrece un dólar propio a sectores claves. Seguimos con el problema. No resolvemos el problema cambiario. Además, el ministro provoca otra perplejidad parecida a la de Moreno: se endeuda. Este viaje a los Estados Unidos es de endeudamiento y encima en dólares. ¿No era que la maldición de la deuda era macrista? Segunda pregunta que se pueden hacer muchos kirchneristas.
Al que vende dólares, ¿Qué le dan a cambio? Pesos. Pero, ¿Quién quiere tener pesos hoy? Hay que pensarlo mucho para que alguien acepte pesos con esta inflación. Por eso el Banco Central sube la tasa de interés por encima de la inflación, algo impensable para el kirchnerismo tradicional. Otra herejía. Endeudamiento, dólar para el campo, tasa de interés real positiva. En un algún momento -ya se empieza a sentir-, se enfría la economía y mata a las pymes, además de generarle al BCRA una deuda que mucha gente mira con desconfianza porque les sugiere esta pregunta: ¿Y esto cómo se va a pagar?, ¿Cómo hace el BCRA para pagarme esta tasa de interés? No. No le doy más un dólar en pesos. Este es el problema de raíz monetaria que Massa no resuelve. Estira la arruga, posterga el problema, emparcha, ata con alambre. Pero no está resuelto.
A esto se le suma el frente fiscal. ¿Por qué? Porque en diciembre hay que pagar aguinaldos. Porque además va a haber que pagar más prestaciones sociales para que la gente esté tranquila. Aparece también un grupo de gobernadores, los del norte, que van a viajar a Estados Unidos -Wado de Pedro pidió ir también- y le solicita a Massa mantener los subsidios en sus provincias. Es decir, que la segmentación tarifaria podría también hacer aguas. La segmentación tarifaria es la reducción de subsidios que le permite al ministro de Economía mostrar números que le habilitarían en diciembre que le aprueben de nuevo el acuerdo con el Fondo. Más un problema que es el atraso cambiario y que va a hacer que los sindicatos de acá a fin de año quieran recuperar el salario perdido por la inflación.
Un cuadro de Fernando Marull grafica la evolución de salario real en cada presidencia.
Siempre decimos que, si hay un indicador que predice el éxito político o el fracaso de un Gobierno y de un liderazgo es la evolución del salario real, es decir lo que le gana un salario a la inflación. Este esquema muestra el poder adquisitivo del salario privado formal. Marull toma como base 100 el comienzo de cada mandato y lo proyecta. Tenemos a Néstor Kirchner que lo llevó primero a 131 y después a 144. Después tenemos los dos mandatos de Cristina Kirchner. Durante la primera gestión, recuperó del salario de 100 a 108. Y de 100 a 103 en el segundo mandato. También está Macri, que lo bajó de 100 a 91 y luego de 91 a 83. Y finalmente tenemos a Alberto, que está en 97, tres puntos por abajo. ¿Qué va a pasar con esto?, ¿Massa va a lograr que se recupere o no? Esta es la pregunta que se está haciendo Cristina para saber qué destino político va a tener este Gobierno.
Ahora, ¿Cuánto tiempo tiene Massa para demostrarlo, para dar malas noticias como el aumento de tarifas, tasas de interés, caída del salario en el sector público, el endeudamiento de la pymes? ¿Cristina lo va a dejar experimentar hasta cuándo? A Martín Guzmán lo dejó hasta diciembre. En diciembre del 2020 empezaba la campaña electoral. Le dijo: “Hasta acá llegaste”. Esta es la gran incógnita. Detrás de estos resultados se esconden las miserias de la economía argentina. Massa tiene que rendir examen en diciembre frente a Cristina y el FMI, dos mesas examinadoras contradictorias. La misma agenda de Massa la va a heredar el próximo gobierno, sea el de Juntos por el Cambio o el del Frente de Todos. Para eso se necesita consenso político. No hay un monarca. No hay una Isabel de Inglaterra. Hace falta un acuerdo. El problema es que tenemos una clase política muy propensa a no acordar, que se olvidó cómo era dialogar con el otro
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