La peor noche de la 24a.
"La comisaría está tomada. La vamos a prender fuego y los vamos a matar a todos. Vamos a vengar la muerte de Martín Cisneros. Resistan, resistan..." Con esas palabras, en tono desafiante, el líder de los piqueteros oficialistas, Luis D´Elía, sorprendió a los tres policías que estaban en la seccional 24a., en La Boca, y reveló cuál era su intención: copar la dependencia policial.
Era la 0.20 de ayer. Una hora y media antes, en Olavarría y Necochea, en el mismo barrio, había muerto acribillado a balazos Martín Cisneros, de 35 años, coordinador del comedor comunitario Los Pibes e integrante de la FTV. Ese fue el detonante que encendió la mecha de la que, a la postre, se iba a convertir en la peor noche de la comisaría 24a.
Los compañeros de la víctima acusan a Juan Carlos Duarte de ser el autor del crimen. También le dicen "El gordo Juanca" y parece ser dueño de un frondoso prontuario. Lo acusan de haber robado el comedor comunitario y a raíz de ese hecho se habría ganado la enemistad de Cisneros.
Luis D´Elía, por ejemplo, no tuvo empachos a la hora de definir al supuesto homicida. "Es un vendedor de drogas y protegido personal de la comisaría 24a.", dijo.
Duarte y un menor de edad, apodado "Luisito", fueron detenidos ayer por la policía. Los acusan, obviamente, de ser los presuntos autores del crimen.
Cuando D´Elía y sus compañeros, entre ellos Luis Bordón, el padre de Sebastián, el joven asesinado por la policía mendocina en 1997, coparon la comisaría, en su interior había cinco personas: dos cabos, el oficial de guardia, un detenido y una mujer que estaba denunciando un hecho ilícito, dijeron voceros oficiales. Muy pocos para hacer frente a los treinta enardecidos piqueteros que reclamaban justicia.
Al mismo tiempo, a 50 metros de la comisaría, en la esquina de las calles Almirante Brown y Pinzón, otra treintena de manifestantes cortaba el tránsito y quemaba neumáticos.
A la 0.30, el subcomisario Eduardo Pereyra, uno de los responsables de la dependencia, llegó a la seccional. Testigos oculares dijeron que el jefe policial fue maltratado por D´Elía y por Lito Borello, otro militante de FTV. Se habló de que hasta intentaron abofetearlo.
El secretario de Seguridad Interior, Norberto Quantín; el subsecretario del área, José María Campagnoli; el jefe de la Policía Federal, comisario general Eduardo Héctor Prados, y el superintendente de Seguridad Metropolitana, comisario mayor Oscar Natalio, arribaron cuando ya había transcurrido una hora y cuarto del sábado. No pudieron ingresar en la comisaría. D´Elía los atendió a través de una reja. "De aquí no me saca nadie", se le escuchó decir.
Pocos minutos después comenzó la destrucción feroz y sistemática de todos los muebles de la comisaría. Una fuente oficial que pudo reconstruir la historia dijo: "Tomaron el banco que había en la sala de espera y rompieron todo lo que estaba a su alcance. Empezaron con una puerta tipo blindex".
El informante no exageró. Horas después, LA NACION pudo comprobar que una suerte de huracán había arrasado con todo lo que había dentro de la dependencia. Sólo las paredes habían quedado en pie, pero con pintadas. La oficina del comisario y la del subcomisario parecían haber sido blanco de misiles. Los escritorios, estaban dados vuelta. Los vidrios, rotos. Los teclados de las computadoras estrellados contra el piso. Biblioratos enteros estaban mojados. Los vestuarios de los agentes estaban destruidos.
Los casilleros donde los oficiales y suboficiales guardaban, hasta ayer, sus efectos personales habían sido rotos a golpes. Un lienzo con una pintura original de Benito Quinquela Martín desapareció; sólo quedó el marco.
Cerca de las 3, Quantín y Prados se alejaron por unos minutos del lugar de los hechos. En un breve contacto con LA NACION, el jefe de la Policía Federal afirmó: "Esta situación es inédita. Estamos a la espera de que la Justicia ordene el desalojo".
Pero esa decisión judicial nunca llegó, a pesar de que el juez federal Norberto Oyarbide actuó de oficio.
Oficiales que estaban cerca de las más altas autoridades policiales reconocieron que comisarios de alto rango hicieron varias llamadas telefónicas para pedir la colaboración de jueces y fiscales.
Mientras los manifestantes se adueñaban de la comisaría, a las 4, en Almirante Brown y Pinzón, el secretario de Provincia del Ministerio del Interior, Rafael Folonier, estacionó su auto. Segundos más tarde los piqueteros lo saludaban amablemente y lo trataban de "compañero".
Más de dos horas después, Campagnoli y Folonier se acercaron a dialogar con los medios. A pesar de que D´Elía había admitido que el FTV copó la dependencia, el funcionario del Ministerio del Interior afirmó que "la comisaría no está copada y no hay destrucción del local".
En tanto, Campagnoli dijo a LA NACION: "Comprendemos el reclamo, pero no podemos justificar el modo. Vamos a investigar si, como dicen los manifestantes, aquí hubo una zona liberada para cometer un crimen".
"Nos vamos a ir cuando haya un compromiso de que se hará justicia", repetían los piqueteros. Y las horas seguían corriendo.
A las 8.20, es decir ocho horas de iniciada la incursión piquetera, se decía que en minutos D´Elía y su gente iban a abandonar la comisaría. Ponían como condición firmar un acta para dejar constancia de que los militantes no habían robado nada.
A las 9.10, vestido con un buzo polar negro y pantalón al tono, el líder la FTV salió de la seccional policial. Solo. Caminó 50 metros y se acercó al comisario general Prados. "Jefe, le pido disculpas, pero entienda nuestro dolor", le dijo. El jefe de la Policía Federal hizo un leve gesto con la cabeza y comenzó a dialogar con sus subordinados.
D´Elía entró en la seccional y a las 9.35 salió con todos los sus compañeros -los mismos 30- al grito de "Justicia, justicia" y "lo sabía, lo sabía, a Martín lo mató la policía".
Segundos después y luego de nueve horas, la policía pudo ingresar en la comisaría, o mejor dicho lo que quedaba de ella. Entre ellos estaba el jefe Prados.
Algunos lloraron, otros insultaron. Después comenzaron a limpiar. Atrás quedaba una jornada para ellos inédita en la que un grupo de piqueteros mantuvo el control de la comisaría durante nueve horas.
Pistola y credencial
- El copamiento de la comisaría 24a., del barrio porteño de La Boca, estaba por llegar a su fin. Los piqueteros de Luis D’ Elía, después de nueve horas iban a dejar la dependencia policial. Pero todo se demoró unos minutos más. Un alto jefe policial declaró a LA NACION que el retraso se debió a dos faltantes. "No podíamos encontrar una pistola nueve milímetros y una credencial de uno de los subcomisarios. No estaban por ningún lado, pero de pronto las encontramos debajo de unos escritorios. Parece que los muchachos decidieron dejarlas en su lugar de origen."
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