La otra batalla de las excombatientes: el reconocimiento como veteranas de Malvinas
Se estima que en el teatro de operaciones participaron 29 mujeres, a las que le llevó muchos años poder ser reconocidas como protagonistas del conflicto; la historia de Alicia Reynoso, quien debió esperar 11 años para que la Justicia admitiera su papel y le otorgara el plus salarial correspondiente
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Alicia Mabel Reynoso nació en Carbó -Departamento Gualeguaychú- un 9 de julio de 1955. En abril de 1982 la Fuerza Aérea Argentina (FAA) instaló un Hospital de Campaña en Comodoro Rivadavia, allí fue a brindar servicio como enfermera instrumentista, junto a otras 13 mujeres. Después de la guerra, vino la lucha por el reconocimiento que, en su caso, tardó muchos años en llegar. Para la mayoría de sus compañeras todavía no ha llegado.
Algunas de sus colegas murieron mientras esperaban respuesta, como lo hicieron otros veteranos que enfrentaron en soledad las consecuencias nefastas de la guerra. Alicia luchó con ahínco frente a cada obstáculo burocrático, y cada vez que tuvo la oportunidad, confrontó la versión oficial que silenció el rol de las mujeres que también fueron parte del Teatro de Operaciones del conflicto del Atlántico Sur durante aquellos días de 1982. Pese a las adversidades que se multiplicaron con el proceso de “desmalvinización” de los años posteriores, se reunió con sus 13 compañeras de la Fuerza Aérea, estableció contacto con colegas de otras fuerzas, y comenzó a hablar con los medios de comunicación para divulgar las historias de las mujeres valientes que también son parte de la “Causa Malvinas”.
El Estado abandonó durante mucho tiempo a los excombatientes y veteranos, no solo económicamente: los despojó de derechos tan elementales como el abordaje integral de la salud mental y física de quienes llevan consigo –y para siempre- las consecuencias de la guerra. Se estima que la cifra de suicidios de excombatientes luego del conflicto asciende a 350, más de la mitad de los 649 que cayeron en combate.
Para las mujeres de Malvinas fue mucho más que el impedimento de acceder a esos recursos: “Nos negaron a niveles indecibles. Para la narrativa que se instaló luego de la guerra, nosotras ni siquiera habíamos estado ahí. Pero con mucha perseverancia logramos que la verdad saliera a la luz y es esa verdad la que defendemos recorriendo las escuelas, hablando con chicas y chicos, sembrando el amor por Malvinas”, sostuvo Reynoso en diálogo con LA NACIÓN.
“La guerra nos marcó porque éramos muy jóvenes, pero mucho más nos dolió esta negación posterior. Podrán haber quemado todos los papeles, pero no pudieron con nuestra memoria”, remarcó.
Respecto a la situación actual de sus compañeras: “Solo somos dos las veteranas de las Fuerza Aérea con reconocimiento pleno, las demás iniciaron el correspondiente reclamo luego de que gané el juicio que me reconoce como Veterana de la Guerra de Malvinas (VGM). Nosotras éramos 14, fallecieron dos y fuimos reconocidas dos, aún esperan respuesta 10 mujeres de la Fuerza Aérea. En nuestro caso, somos las que conservábamos la mayor cantidad de papeles, las más perjudicadas son las mujeres de la Armada porque tienen muy poca documentación, algunas otras del Ejército han sido reconocidas. Las Justicia que llega en vida es justicia, si llega después es injusticia”, sentenció.
Si bien no hay información oficial concordante con las fuentes que indagaron en los efectos de la guerra de Malvinas, se estima que hubo 23.428 efectivos que se enfrentaron a las Fuerzas Armadas británicas, la máyoría de ellos fueron jóvenes de 18, 19 y 20 años. Entre ellos hubo 29 mujeres que participaron activamente durante el conflicto, pero sólo 18 de ellas fueron reconocidas por el Estado y otras 11 están a la espera de obtener de ser visibilizadas como veteranas de guerra.
La guerra no es solo cosa de hombres
“No te das una idea lo que fue abrir camino en un ambiente estrictamente machista, donde abiertamente te decían que no querían mujeres. Veo que ahora hay mujeres pilotos, que las cosas han cambiado, porque cuando nosotras ingresamos a la fuerza no había oficinas de género a donde reclamar. Pero miro hacia atrás, veo todo lo que las mujeres hemos avanzado en ese sentido y considero que nosotras -aquellas a las que nos tocó abrir camino- tan mal no lo hicimos”, reflexiona Reynoso.
Sobre su rol durante el conflicto bélico, contó: “Estuve ahí desde el 4 o 5 de abril hasta el 2 o 3 de junio de 1982, cuando me sacaron porque me vieron al borde del estrés máximo. Yo era la jefa de enfermería así que tenía mucha presión y gran responsabilidad en cuanto a la organización del trabajo. Cuando llegaron nuevas mujeres nos liberaron para que, supuestamente, pudiéramos ver a nuestras familias. Pero eso no fue así, no nos dejaron ver a nadie. Nos destinaron a diferentes lugares, en mi caso, a Córdoba. Nos escondieron, nos ocultaron y nosotras nos sentíamos culpables, con vergüenza, como que habíamos hecho algo mal, pero los que estaban haciendo mal las cosas eran los que nos querían ocultar”, agregó la mujer que contó que “además de limpiar heridas, de cuidar y sanar cuerpos mutilados, nos encontrábamos con almas devastadas por el impacto de la guerra, nos tocó también hacer de madres, de hermanas, de primas, escribir cartas, alimentarlos, comunicarnos con las familias de los soldados, brindar calma a aquellos que querían volver al combate porque habían dejado a un compañero en la trinchera”.
“Nosotras, las enfermeras militares, somos asistenciales en tiempos de paz y operativas en tiempos de guerra”, definió Alicia en el marco de una charla periodística, contando que su participación al servicio de la fuerza no concluyó con Malvinas. En 2004 y 2007, participó de dos misiones de los Cascos Azules en Haití y en Panamá, en el mismo hospital de campaña que se había armado durante la Guerra del Atlántico Sur.
Aún recuerdo la presión que tuvieron que hacer para ser reconocidas. “Fue tanto lo que insistimos, que el 1° de mayo 2013 algunas de nosotras fuimos convocadas a desfilar como veteranas, mostrando por primera vez nuestro estandarte. Así fue que la gente se empezó a enterar que hubo mujeres destinadas a Malvinas. Empezaron a invitarnos, fuimos a las escuelas de suboficiales, comenzamos a dar charlas y poco a poco, fuimos ocupando un lugar que, incluso hoy, tiene sus resistencias”, aseguró Alicia quien empecinada por contar su historia, pagó con sus propios ahorros la publicación de un libro.
La entrerriana solicitó en varias oportunidades ser reconocida como veterana de guerra, como así también, el pago de una bonificación correspondiente a su desempeño. Ambos reclamos le fueron negados. Después de 23 años de batallar consiguió el reconocimiento oficial de su participación en Malvinas. El pedido había sido aprobado pero luego las mismas Fuerzas Armadas apelaron el fallo. Finalmente, el 7 de mayo de 2021, la resolución de la Sala II de la Cámara de la Seguridad Social firmada por la jueza Nora Dorado y los jueces, Walter Carnota y Juan Fantini, determinó que le corresponde el plus salarial aprobado en 1998 para los excombatientes de Malvinas.
“Se trató de un juicio con perspectiva de género y hoy es un fallo que se estudia. Cuando gané el juicio, después de 11 años de pelearlo, muchas otras compañeras se animaron a hablar a partir de eso. Porque te lavan tanto la cabeza que hasta pedís disculpas por hablar, por lo que te corresponde”, sostuvo Alicia.
Luego llegaría el reconocimiento plasmado en su documento de identidad convirtiéndose en la primera mujer en obtener la leyenda “Excombatiente, heroína de la Guerra de las Islas Malvinas” en su DNI. “Nací el 9 de julio de 1955 y vuelvo a nacer hoy como veterana, heroína de Malvinas, el 11 de mayo del 2022. Para nada me siento una heroína, sí una patriota y una luchadora por sus derechos”, dijo a la prensa en aquel momento la entrerriana, que nunca se detuvo en la lucha por conquistar sus derechos: Alicia, la gota que orada la piedra del olvido, también se convirtió hace algunos días en la primera mujer en recibir una pensión como veterana de guerra en Entre Ríos.