La oposición, en el laberinto de la "cuarentena o muerte"
Atrapada en el laberinto del discurso único dominante, la oposición no encuentra su lugar. La exitosa consigna antinómica "cuarentena o muerte", que consiguió instalar el Gobierno, atraviesa y tensiona a Juntos por el Cambio (JxC).
Los cambiemitas se sienten atrapados entre el colaboracionismo anestesiante y el tirapiedrismo retórico. Tras la llegada del Covid-19 no han logrado encontrar una narrativa propia y diferenciadora que les dé identidad y les permita ser escuchados más allá de los límites del núcleo duro del fanatismo antikirchnerista o del ultramacrismo, donde sí resuenan las voces disidentes, pero con el eco de una habitación doméstica.
La acrítica afirmación formulada ayer por el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, acerca de que la cuarentena podría durar hasta agosto terminó por llevar a pulsar las alarmas a muchos que ya tenían desde hacía tiempo su índice sobre el botón de emergencia.
"Muchos de los nuestros están tomados culturalmente por la idea de que no hay lugar para cuestionar a un gobierno cuyo manejo de la pandemia tiene un apoyo del 80 por ciento", se lamenta uno de los principales referentes de JxC, que suele hacer oír su voz disonante con el discurso dominante.
La frase expone, en parte, el temor a una nueva hegemonía que termine fracturando a la oposición, como en los primeros años del ciclo kirchnerista. Pero mucho más refleja el miedo a dejar de ser opción o alternativa de poder si se cumplen los pronósticos de la mayoría de los dirigentes de JxC.
Ese diagnóstico presagia tiempos difíciles por venir, tanto en lo económico como en lo social, con un descontento social que afectaría por igual a Gobierno y oposición. El fantasma de 2001 nunca termina de evanescerse para quienes vivieron el desastre de hace dos décadas.
"Estamos de acuerdo en el diagnóstico, pero diferimos en la táctica", explica uno de los principales dirigentes de Cambiemos.
"En lo táctico hay dos posiciones. De un lado estamos los que consideramos que hay que articular ya un discurso que nos diferencie del Gobierno, pero que no nos ponga en el lugar de los beligerantes, como Patricia Bullrich o Fernando Iglesias. Del otro están los que dicen que no hay que hacer nada, que es una cuestión de tiempo y que el Gobierno va a pagar los costos. El mayor problema es que el abanderado de esta posición es Horacio Rodríguez Larreta, el referente de nuestro espacio con mayor aceptación", detalla el dirigente.
Con esa apreciación coincide parcialmente uno de los miembros de un espacio informal, integrado por macristas y radicales, que intenta que JxC encuentre un camino superador de los sectores cuya identidad está construida por el antikirchnerismo furibundo y cuyo líder indiscutido sigue siendo Mauricio Macri.
A diferencia de quienes se sienten urgidos a construir la nueva narrativa y hacerla pública, en este último sector escuchan con atención el consejo de Emilio Monzó, que insiste en que primero deben generar volumen político. "Si no terminás siendo un perro ladrándole a la luna", explican. Entre los que escuchan esas voces se encuentran larretistas, vidalistas y radicales cercanos a Martín Lousteau, Los renovadores.
En el centro de los dilemas se encuentra el titular de la UCR, Alfredo Cornejo. La suya es una de las voces críticas del gobierno de Alberto Fernández en varios planos, que excede la tibieza de las observaciones de sus correligionarios a cargo de gobiernos provinciales, pero sin llegar a los decibeles de la pirotecnia del macrismo más duro. Los matices suelen perder visibilidad en tiempos extremos.
En la oposición asumen que la antinomia "cuarentena o muerte" resultó, al menos temporalmente, superadora de la grieta kirchernismo versus antikirchnerismo. Por eso, a pesar de las diferencias, los principales dirigentes están abocados a mantener la unidad y aplanar la curva de los disidencias, al menos puertas afuera.
Cuando a Rodríguez Larreta le endilgan el mote de colaboracionista por no marcar más diferencias con Fernández, el jefe de gobierno porteño responde que la energía que le queda por la pandemia se la dedica a mantener unido a JxC y que eso es más importante en este momento que criticar al Gobierno o defender la gestión cambiemita. También él elige hacer más que decir. Aunque no todos compartan su acción.
Por ahora, Larreta parece que solo logra conformar a los más cercanos. Los macristas puros le cuestionan su silencio ante las cada vez más duras críticas del oficialismo a los gobiernos de Macri y de María Eugenia Vidal. Del otro lado, los que intentan armar una opción superadora le objetan al alcalde porteño la falta de acciones políticas en pos de ese objetivo.
Los cambiemitas alternativos temen (o casi descuentan) que el escenario de convivencia que impuso el coronavirus cambie drásticamente. Presagian un viraje en el humor social, que hoy premia a los dirigentes que privilegian el diálogo, como surge de las encuetas en las que ese es uno de los atributos más valorados de Fernández.
En este espacio están convencidos de que a la pandemia y la cuarentena sobrevendrá inevitablemente una crisis de enormes proporciones, y que eso daría lugar al discurso de los que apuestan al conflicto antes que al consenso, los extremos tanto del oficialismo como de la oposición. Ante ese panorama, dicen que debe construirse volumen político en torno de figuras consensuales.
La reciente aparición y visibilización de ciudadanos que desafían el sentido común imperante al salir a la calle a cuestionar la cuarentena acrecentó preocupaciones.
"El problema es que los líderes pandémicos, que lograron legitimidad por cuestiones exógenas a su gestión, se caracterizan por buscar más el equilibrio que la acción. Así son Alberto y Horacio. Eso hace difícil que lleguen a constituir una barrera sólida para evitar que Cristina y Mauricio vuelvan a ocupar el centro de la escena y a polarizar todo de nuevo", reflexiona uno de los renovadores de JxC.
Los temores se agudizan en este sector ante el avance sostenido del cristinismo sobre el Gobierno, la falta de frenos concluyentes de parte de Fernández y la consecuente búsqueda de revancha y reivindicación del kirchnerismo duro.
La andanada de recientes denuncias kirchneristas contra Macri y muchos de sus principales allegados alienta todas las sospechas y temores. También motoriza los augurios de que eso llevará al líder de Pro a presentarse como candidato en las próximas elecciones en busca de fueros, como Cristina Kirchner en 2017. Plataforma decisiva para sostener su centralidad. Con ese horizonte, los sueños de renovación se vuelven agrietadas pesadillas en los cambiemitas que buscan otro futuro.
Aunque para los comicios de medio término todavía habrá que atravesar un largo y estremecedor desierto, jalonado por el pico de la epidemia y la crisis sobreviniente, ningún político que se precie deja de pensar en las urnas. En la oposición es un imperativo categórico y una causa más de desasosiego.
La alta probabilidad de que el Gobierno impulse la derogación o suspensión de las PASO los obliga a revisar estrategias. Para una coalición sin un liderazgo indiscutido y con muchas asimetrías, resolver candidaturas se torna un problema complejo. Otro motivo de desvelo y de eventuales conflictos.
Por ahora, tampoco sobre el escenario electoral hay doctrina pacífica puertas adentro de la alianza opositora. Algunos, como el radical Cornejo, están convencidos de que las diferencias operativas no se traducirán en divisiones a la hora de las urnas. No existe la misma convicción en otros socios. Más por cuestiones prácticas que diferencias de principios empezaron a evaluar la conveniencia de que en los distritos no haya listas únicas y que las distintas fracciones se presenten bajo el rótulo de partidos locales.
El argumento que domina entre quienes alientan el secesionismo táctico es que en las elecciones de medio término no se define la suerte de las presidenciales futuras. Los antecedentes más recientes fortalecen ese razonamiento. Pero también la historia muestra que lo que en política se divide cuesta mucho volverlo a unir. El peronismo tardó ocho años.
La propensión a los debates internos es inherente a casi todo espacio opositor. Más aún cuando se viene de una derrota cercana.La pandemia solo aceleró el proceso dentro de JxC. La antinomia "cuarentena o muerte" los tiene atrapados en su laberinto.
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