La oposición, apoyo y amenaza para Milei
La perspectiva de que los dos espacios derrotados terminen fracturándose entusiasma a los mileístas, que prefieren ver los beneficios y no los costos: a veces negociar con uno es más eficiente y más barato que con muchos
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La agenda de la que Javier Milei casi nunca se desprende está atiborrada de citas urgentes, con un 10 de diciembre resaltado en rojo furioso. Solo como punto de inicio de una nueva etapa en su vida y en la del país. Antes y después de esa fecha abundan compromisos y decisiones que pueden determinar la suerte de su gobierno.
En el maremágnum de apremios, hay una encrucijada cuya resolución el Presidente electo se permite postergar, aunque puede ser tan clave como la calidad de su programa económico. El ítem que espera es la relación con la oposición, determinar quiénes serán aliados circunstanciales y adversarios, partiendo de que los adherentes y socios con los que cuenta son insuficientes para gobernar y para alcanzar la compleja gobernabilidad.
En el limbo de la transición, el presidente electo cuenta con el beneficio de tener enfrente la profunda crisis de liderazgo y de representación que ya traía todo el arco político al que derrotó y que se ahondó después del domingo 19. Esa crisis se manifiesta en la fragmentación interna tanto del universo peronista como del cambiemita, junto a un estado de aturdimiento y confusión inédito para ellos.
Sobre ese escenario se mueve Milei para dilatar acuerdos y definiciones, menos por estrategia que por circunstancias que lo habilitan a hacerlo y le impiden dedicarle tiempo. También, por falencias propias y, en alguna medida, por ignorancia para resolverlo.
Sin señales claras de ninguna índole, todo eso provoca incertidumbre y zozobra mayor tanto en los ajenos como en los propios, como advierten los interlocutores de los emisarios de Milei y éstos no pueden disimular. Un círculo por momentos virtuoso y por momentos vicioso, cuya orientación final sólo se verá a partir del 10 de diciembre.
La hasta ahora personalizada incorporación de miembros al gabinete, sin representantes en el medio, le permitió a Milei empezar a armar un plantel sin asumir compromisos y con el que hace equilibrio entre cambiemitas y peronistas no k.
Como contrapartida, ese armazón inicial no siembra la semilla de nuevas alianzas ni produjo apoyos de mayor alcance. Son individualidades o pequeñas fracciones, que no le garantizan gobernabilidad ni número para aprobar el paquete de reformas profundas que prometió enviar al Congreso antes de que termine el año.
En ese punto aparece una de las grandes incógnitas parteaguas que separa a optimistas de escépticos: ¿será suficiente el aluvión de votos obtenidos en el balotaje para alinear voluntades? No hay doctrina pacífica.
“Es impensable que el Gobierno no consiga los votos para sacar las principales leyes que se propone. ¿Quién se va a animar a oponerse de arranque y aparecer como obstruccionista a un Presidente al que los votaron 14 millones de argentinos?”, pregunta retóricamente un veterano político, que mantiene reservas sobre la suerte de la gestión Milei, al tiempo que oficia de interlocutor y facilitador de acercamientos entre el libertario y sectores de JxC y del peronismo federal.
Con eso coincide un sherpa cambiemita que suele usar el anunciado ministro del Interior, Guillermo Francos. Según sus cálculos, “los votos negativos seguros con que chocará el próximo oficialismo en Diputados no llegan al centenar y son del peronismo más duro y la izquierda. Mientras que entre los propios libertarios, más los que pueda darles Patricia Bullrich, con su ingreso al Gobierno (lo que ya se daba por seguro) llegaría a medio centenar. Así le quedaría un cardumen de unos 100 votos por pescar, de los cuales debería asegurarse para cada ley unos 70 intercambiables. Dada las realidades y las necesidades de cada espacio, no debería ser nada difícil tenerlos”, argumenta el veterano parlamentario. Esa marea de números que marea entusiasma a los libertarios y dilata definiciones.
Mas escépticos son algunos peronistas y cambiemitas que toman distancia del gobierno entrante y se desmarcan de quienes están a punto de incorporarse y de los que les envían garantías de acompañamiento. Aunque no quieren ser vistos como opositores intransigentes antes de tiempo. “Hay vocación mayoritaria de facilitar la gobernabilidad, pero sin cheques en blanco. Una cosa es apoyar proyectos que resulten razonables y otra cosa es darle vía libre a iniciativas que puedan ser negativas a futuro. La privatización de YPF es un buen ejemplo”. Así lo explica un destacado legislador cambiemita, que al mismo tiempo critica a quienes aceptan puestos sin condiciones. “Justifican que Milei nos haya llamado juntos por el cargo”.
La demorada designación de los candidatos a presidir las dos cámaras del Congreso es parte de esos dilemas y de innumerables cálculos sobre cómo conseguir el número para sesionar y lograr la sanción de las leyes.
“Eso solo depende de quién elija Milei. No hay quien pueda oponerse y hasta Cristina Kirchner lo convalidó. El tema es que lo que elija va a tener consecuencias tanto para el perfil que le dará a su Gobierno, como para los acompañamientos que logre, además de efectos hacia adentro de cada fuerza, pero sobre todo de Pro”, explica un macrista que opera para colocar a Cristian Ritondo al frente de la Cámara baja.
En el mundo marrillo es donde el sonómetro corre riesgo de romperse, por el ruido partidario que Bullrich generó al cortarse sola para negociar su ingreso al Gobierno. No es Mauricio Macri el único enojado (aunque sí tal vez el más molesto) con la excandidata presidencial, que ahora prepara sus cosas para volver al Ministra de Seguridad, después de cuatro años y de una derrota dolorosa en primera vuelta. Aunque no hay confirmaciones y las versiones de que, al final, al lugar donde volvería es a Trabajo –donde estuvo con Fernando de la Rúa– sumaron incertidumbre sobre su futuro. El entorno de Bullrich se apuró a descalificar ese destino y, preventivamente, ella anunció que dejará la presidencia de Pro y llamará a elección de autoridades. Antes de que otros lo hagan por ella.
En ese tablero en el que ruedan las diferentes hipótesis sobre el ordenamiento de la oposición juegan referentes partidarios y legisladores, pero también influyen los gobernadores, lo que constituye la exhibición más elocuente de la crisis de liderazgo y la reconfiguración de posicionamientos que opera entre peronistas y cambiemitas.
Las reuniones de mandatarios provinciales de ambos espacios fueron una especie de anticipo de la conformación de dos nuevas ligas de gobernadores, que buscan aprovechar la debilidad territorial de Milei y protegerse del ajuste anunciado por el libertario. Sin embargo, ninguno logró alinear a los legisladores y fijar posición común.
En JxC el rechazo a realizar una foto de la familia unida muestra que ningún espacio quiere subordinarse al otro. Y que no faltaron discusiones subidas de tono, que algunos gobernadores, en rol de componedores, como Rogelio Frigerio, buscaron atenuar.
Del lado peronista, aún golpeados por la derrota de Sergio Massa y el fracaso del cuarto gobierno kirchnerista, abundan aspirantes a emular a James Dean en una remake de “Busco mi destino”. Inclusive hay aspirantes a presidir las cámaras del Congreso por designio de Milei. Es el caso de un gobernador saliente del norte que no deja pasar oportunidad de ofrecer sus servicios a los más antagónicos espacios políticos y a pesar de la sucesión de fracasos. La ambición suele vencer al miedo al ridículo.
Nada debe descartarse, de todas maneras, en el proceso de suma de cuadros para el Gobierno, que en los últimos días adquirió ritmo frenético. No solo en los espacios partidarios suenan los teléfonos insistentemente, sino también llegan llamados directos a especialistas y consultoras, así como piden currículums en las oficinas de los cazatalentos. Son centenares los lugares aún vacantes. Y muchos auguran que no todos los que hoy están puedan permanecer.
En la ronda de nombres en danza se mencionan algunos técnicos que tenían destino prometido en un gobierno de Massa. Una señal de que los lazos y apoyos establecidos con el massismo en la construcción del armado libertario subsisten. Pero también suenan y han sido comprometidos otros con ADN peronista, que exceden a los cordobeses de Schiaretti, como Osvaldo Giordano, o los federales, como Florencio Randazzo.
“Este no va a ser un gobierno antiperonista. Por eso, acepté sumarme”, afirma un técnico llamado a ocupar un cargo relevante en un área que depende directamente del Presidente. Señal de alarma para los cambiemitas y, en especial, para los radicales, que con Milei comparte una mutua alergia severa.
La perspectiva de que los dos espacios derrotados terminen fracturándose crece a pasos agigantados para entusiasmo de mileístas, que prefieren ver los beneficios y no los costos de esos realineamientos. A veces negociar con un uno es más eficiente y más barato que con muchos.
En el JxC, por ahora, procuran obturar fugas y se esfuerzan por sostener la unidad, aunque ya dan por hecho la pérdida de una decena de diputados que seguirían los pasos de Bullrich. Los más preocupados son los gobernadores. No es lo mismo para ellos contar con unos 80 legisladores para defender los intereses de sus gobiernos que con la mitad. Son tan imprescindibles para atravesar el desierto como par ilusionarse con una chance presidencial en 2027.
Son ellos los que dicen: “Lo mejor que podemos hacer es darle gobernabilidad a Milei para que haga ajuste (o el trabajo sucio), pero no gratis, así termina el mandato dejando liso el camino, aunque él magullado. Sería ideal para dentro de cuatro años”, admite un cambiemita con aspiraciones mayores, Todos sueñan con sus propios Eduardo Duhalde y Jorge Remes Lenicov. Aunque cueste imaginar a Milei en ese rol. Por perfil y por experiencia.
También varios peronistas se ilusionan con un escenario similar. Como el cordobés Martín Llaryora, que antes de asumir la gobernación ya mira hacia la Rosada como próxima estación política. No le falta ambición.
Demasiado largo plazo para un país desbordado de urgencia. Suficiente para entender por qué la fragmentación y la atomización de la oposición es para Milei tanto una oportunidad para el éxito como una amenaza de fracaso.
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