La oferta que Antonini no debía rechazar
Una vez destapado el escándalo, al venezolano le ofrecieron desde negocios bilaterales hasta una refinería; el papel de De Vido
MIAMI.- "El Presidente me preguntó cómo estabas aguantando el tema y me pidió que te dijera que te está agradecido." Era ya domingo, el sábado había pasado entre llamados y nervios. Claudio Uberti y Antonini Wilson volvían a verse por primera vez desde que los separó la valija bastarda con US$ 790.550 en Aeroparque.
Reales o inventadas, ésas fueron las palabras que Uberti puso en boca de Néstor Kirchner, según cuentan a LA NACION tres fuentes, venezolanas y argentinas, que supieron del mensaje. ¿Fueron sólo un invento para calmar a el "Gordo"? Por las dudas, cara a cara y en el lobby de Sofitel, le dijo que todo iba bien y que Antonini le había hecho un "gran favor" a él y a la Argentina al aceptar el dinero como propio.
Uberti también le ofreció cuotas de carne en los negocios bilaterales o alguna licitación a cambio de su silencio, según dijo Antonini en Miami y refrendan fuentes venezolanas a LA NACION. Pero les pidió a él y a Daniel Uzcátegui un favor. Se los repitió varias veces: que ni el padre de Daniel, el funcionario de Pdvsa Diego Uzcátegui, ni el ministro de Energía, Rafael Ramírez, supieran del decomiso. Que él solucionaría todo.
No le hicieron caso.
-¿Cómo me haces esto?, le habría dicho Antonini a Diego Uzcátegui en cuanto pudieron conversar en el hotel Sheraton, esa misma noche. ¿Cómo pudiste dejarme subir a ese avión?
Antonini contó en Miami una versión de una discusión que siguió, similar a la que LA NACION publicó el 14 del actual. Y que Uzcátegui padre lo calmó: "Los argentinos van a tener que solucionar la vaina". Entonces miró a su hijo.
-¿Dónde está la otra maleta con los 4,2 millones?, le habría dicho.
Antonini se asustó y comenzó con las recriminaciones, según contó en Miami. Diego lo paró con insultos y frases que buscaron calmarlo, pero sin suerte. "Estoy enfermo y cansado de venir a la Argentina con maletas grandes", dijo y elevó las manos para indicar de qué tamaño hablaba.
El lunes, sin embargo, todo parecía bajo control. Antonini y Daniel Uzcátegui continuaron con sus planes de sondear posibles socios para ganar una licitación del Gasoducto del Sur.
Se reunieron con el empresario Enrique Pescarmona, que los invitó a comer. No pudo ser. El "Gordo" y el muchacho tenían ya un almuerzo, así que el pope de Impsa los llevó hasta Cabaña Las Lilas, donde saludó a Diego y los invitó con un vino tinto antes de despedirse.
Pescarmona no confirmó ese encuentro a LA NACION, pero tampoco lo negó. Aclaró: "No hubo ni hay ninguna tratativa particular, ni negocio potencial que vincule a Impsa ni a ninguno de sus accionistas con Antonini Wilson o con Uzcátegui".
El almuerzo en Puerto Madero volvió al problema que indigestaba a todos los comensales. Estaban Alex, Danielito, otros dos pasajeros del vuelo -Nelly Cardozo y Wilfredo Avila Driet- y varios directivos de Pdvsa: Diego, Marjorie Gutiérrez, la viceministra María Gabriela González Urbaneja y Julia van der Brule, una asistente de íntima confianza del ministro Rafael Ramírez.
Allí, Diego habló por teléfono con Victoria Bereziuk, la secretaria de Uberti que servía de puente entre argentinos y venezolanos desde el decomiso. Fue ella quien había visitado a Alex y a Danielito en Sofitel la noche del sábado para calmarlos y ponerlos al habla con Uberti, según narran los venezolanos.
El lunes, "Vicky" intentó tranquilizar a Diego. Le reiteró que todo estaba bajo control, cuentan los venezolanos. Cortó y Uzcátegui le hizo una sugerencia a Antonini que sonó a una orden.
-Ahora vas a aceptar la valija como propia y te llevas 400.000 dólares.
Una versión que circula por Buenos Aires señala que Antonini estuvo cerca de dar ese paso. Que marchó hasta la Aduana, pero que reculó al ver policías en la puerta. Ningún venezolano mencionó a LA NACION esa escena.
Las fuentes bolivarianas sí cuentan que Antonini ingresó en la Casa Rosada, algo que el Gobierno niega desde siempre, aun cuando Bereziuk lo declaró ante la Justicia y Daniel Uzcátegui se lo dijo a LA NACION meses atrás. Vicky contó que este último también fue de la partida, pero él lo negó.
-Llegué a la Casa Rosada, pero no pude entrar porque me pasaron a buscar tarde.
-¿Y Antonini sí?-El "Gordo" sí estuvo.
También Antonini estuvo cerca de quedarse afuera. Sólo lo impidió una gestión de último momento de Bereziuk, que cumplía órdenes de arropar al "Gordo" para que calmara sus nervios.
-Hola, ¿Vasco? Soy Vicky.
Del otro lado de la línea, José María Olazagasti, secretario privado del ministro de Planificación, Julio De Vido, fue eficaz. En dos minutos, el "Gordo" entró en la Casa Rosada sin dejar huellas en el registro de entrada de palacio.
"Yo no voy a responderle. No tengo nada que hablar", se excusó Olazagasti, ayer, ante la consulta de LA NACION. "No sé nada. Son cosas que pasaron. No sé. ¡Ni siquiera sé si pasaron!"
Bereziuk le buscó un asiento en el Salón Blanco, donde Kirchner y Hugo Chávez firmarían una serie de acuerdos. Antonini presenció el acto desde el fondo, parado justo ante la prensa.
Tras el acto, Uberti y Diego Uzcátegui lo sumaron a un círculo fugaz con Ramírez y De Vido. Estrecharon manos, lo palmearon en la espalda, charlaron de banalidades, contó el "Gordo" en Miami. Nada mal para el hombre que, en teoría, sorprendió a ambos gobiernos con 800.000 dólares.
Allí es donde Antonini también habría conversado con "el rey de la soja", Gustavo Grobocopatel, según dijo un caraqueño a LA NACION.
"Estuve en la Casa Rosada esa tarde, pero a Antonini no lo vi ni lo conozco", aclaró el empresario argentino a LA NACION. Compañero de viajes de Bereziuk a Venezuela, elogió a Diego Uzcátegui como "un funcionario muy amable, muy eficiente", pero reiteró que desconocía al "Gordo". "Me deja impactado con lo que me dice."
Con todo en apariencia bajo control, el grupo marchó para celebrar al restaurante Rosa Negra, en San Isidro. Uberti les dijo que se sumaría después. Pero no fue así. Adujo que debía quedarse con De Vido en otro compromiso.
-No, no. Si no viene Uberti, invito yo, se congració Antonini ante los comensales, argentinos y venezolanos, cuando llegó la cuenta. Pagó $ 1770 con su American Express por la cena .
De allí marcharon a un boliche. Demasiado lleno. Luego, a El Gran Bar Danzón. Whisky y risas. Hasta que Bereziuk recibió el llamado funesto: la prensa se había enterado del decomiso y comenzaba a indagar. En cuestión de seis horas, Antonini volvió a su hotel, compró un pasaje y, vía Uruguay, se escabulló rumbo a Key Biscayne.
Con Antonini inhallable y el escándalo mediático en expansión, el martes se sucedieron las reuniones entre argentinos y venezolanos. Algunas demasiado expuestas a decenas de ojos y oídos indiscretos.
Así, cuentan fuentes venezolanas y argentinas, De Vido y Ramírez se reunieron en el auto oficial del ministro argentino, frente al Sheraton, y con Olazagasti esperando afuera. Y en cuanto se bajó del auto, Ramírez le transmitió a Diego Uzcátegui una orden que esté transformó en oferta a Antonini. "Me dijo Rafael que tú eres un héroe nacional. Estamos muy contentos con tu gesto. Te repito textual lo que me dijo el ministro: «Si quieres una refinería, es tuya»."
Diego vivía horas complicadas, sus últimas como presidente de Pdvsa Sur, la filial de la petrolera para la Argentina y Uruguay. ¿Cómo explicarle al mundo que su amigo y su hijo iban en el vuelo de la valija? Se lo planteó a Uberti cuando se vieron en el lobby del Sheraton.
No fue una reunión fácil. Discutieron la estrategia legal que debía seguir Antonini para calmar las aguas. Pero comenzaron a cruzarse recriminaciones que subieron de tono. Hasta que Diego se levantó, manoteó a Uberti y se marchó regalando insultos al aire.
La desesperación era general.
-¿Por qué tanto misterio en todo esto?, le preguntó LA NACION a Antonini días después.
-Ya sé todo lo que están diciendo sobre mí. Quizá lo haya manejado mal; quizá debería haber salido a explicar.
-¿Lo usaron de chivo expiatorio?
Antonini calló unos segundos. "Más o menos Déjeme, por favor. Yo lo llamo." No lo hizo. Se presentó ante la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) junto con su abogada, Theresa van Vliet. "Hola, tenemos un problema", dijo.
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