La nueva CGT se construye lejos del kirchnerismo
Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano encabezarán el triunvirato de mando y serán relegados del armado los dirigentes más cercanos a Cristina Kirchner
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La CGT que nacerá el jueves próximo se construye por ahora lejos del kirchnerismo. El bancario Sergio Palazzo no estará en la cúpula, el gremio judicial de la cristinista Vanesa Siley no será incorporado y el diputado Walter Correa, que intentó modificar la fecha de la renovación de autoridades para después de las elecciones legislativas a pedido de Máximo Kirchner, no ocuparía ni siquiera una vocalía.
Después de meses de negociación entre las diferentes tribus sindicales y sin un único líder que pueda alinear a la tropa, se acordó continuar con un triunvirato de mando en el que estarían Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano. Se relegó a último momento del trío de mando a Antonio Caló a partir de las gestiones de Luis Barrionuevo. Al jefe de la UOM, a quien internamente lo identifican con el kirchnerismo, lo ubicarían en la secretaría gremial por el peso del gremio que representa.
El desplante a los dirigentes más cercanos al kirchnerismo podría derivar en la salida en bloque de la Corriente Federal, que agrupa a diez gremios y cuyo líder es Palazzo, candidato a diputado nacional en la lista del Frente de Todos y uno de los interlocutores sindicales de Cristina Kirchner. El proceso de reunificación contaría con la participación de 238 sindicatos y 2030 congresales con poder de voto. “Es una unidad casi plena”, se entusiasman los organizadores del congreso sindical, que se desarrollará en Parque Norte. En 2016, cuando también se adoptó una conducción de tres cabezas, se unieron 124 sobre 213 organizaciones confederadas. Es decir, quedaron afuera 89 gremios. Muchos de esos ahora regresarían.
La excusa perfecta para bloquear el ingreso de Siley a la CGT es que el Sindicato de Trabajadores Judiciales (Sitraju) tiene personería gremial en el ámbito porteño, pero no en el resto del país, lo que le impediría integrar la central obrera. El Sitraju se disputa los afiliados con la unión de Julio Piumato, un histórico. Siley es camporista y preside la comisión de Legislación del Trabajo en Diputados. Además es miembro del Consejo de la Magistratura y es, sobre todo, una de las espadas legislativas de mayor confianza de la vicepresidenta. Su nombre circuló como posible reemplazo de Claudio Moroni en el Ministerio de Trabajo.
La unidad que se viene en la CGT es parte de la contribución gremial a la agitada turbulencia que sacude al peronismo desde la derrota electoral en las primarias. Pero también es una reacción de la corporación sindical a un contexto de incertidumbre inflacionaria y cambiaria que nadie sabe cómo puede terminar. El termómetro de los sindicalistas no falla y suele anticiparse a las peores crisis. En reserva, en la CGT advierten sobre los riesgos institucionales de una fractura en el Gobierno y gestionan con gobernadores del PJ una eventual red de contención para sostener a Alberto Fernández en caso de un divorcio con La Cámpora.
El quiebre entre la CGT y el kirchnerismo se dio durante las horas más dramáticas del miércoles posterior a la caída en las PASO. Lo que era una cumbre sindical de asuntos burocráticos para organizar los padrones y debatir sobre el cupo femenino derivó en una reacción corporativa para respaldar al Presidente. Hubo un rechazo unánime a la renuncia en tropa de los funcionarios kirchneristas del gabinete y denunciaron un vaciamiento de poder por parte de La Cámpora. Los acusaron de desestabilizadores. En una extraña sintonía, auxiliaron públicamente a Fernández Daer, referente de “los Gordos” (grandes gremios de servicios) y Hugo Moyano, su rival histórico. Desde entonces, Daer no habló más con Máximo Kirchner después del fugaz intento de acercamiento.
Un “pacto ético” con Moyano
La convivencia del moyanismo con el resto de los gremios en la nueva CGT es todavía una incógnita. El jueves pasado se avanzó en una suerte de “pacto ético” con Moyano para intentar que el jefe camionero desista de su política de confrontación por el encuadramiento de los trabajadores, según confiaron a LA NACION fuentes cegetistas. Con la excusa de que el personal que cumple tareas de logística debería estar alcanzados por el convenio colectivo 40/89, Moyano mantiene disputas con por lo menos seis sindicatos, entre ellos, el de Comercio, el más numeroso del país, y la Unión Carga y Descarga, que talla en los centros de distribución de Mercado Libre.
Para mediar con Moyano, en la nueva CGT se dispondría que Carlos Sueiro, del gremio de Aduana, continúe al frente del estratégico comité arbitral, el tribunal que interviene en las disputas entre sindicatos por temas de encuadramiento. El resto de los sillones serán ocupados por un dirigente de cada sector para intentar lograr cierta parcialidad.
Como señal de que las negociaciones por la unidad avanzan firmes, Pablo Moyano asistió el viernes pasado a un acto de UPCN invitado por Andrés Rodríguez, un crítico de su estilo combativo. “Lo que estamos llevando adelante es tratar de lograr el jueves la unidad de casi todo el movimiento obrero para enfrentar lo que se viene. Necesitamos una CGT unida, fuerte, combativa contra los empresarios que quieren flexibilizar y contra la derecha que habla del costo laboral”, dijo el número dos de los camioneros.
El aeronáutico Juan Pablo Brey, uno de los dirigentes de mayor confianza de los Moyano, reconoció “las diferencias históricas” con el resto de los sectores sindicales y dijo que el triunvirato será un paso intermedio para alcanzar una conducción con un líder único. “La unidad está en proceso, tenemos que tratar de que haya un solo hombre al frente. Vamos a tener que discutir adentro y no sacar los trapitos al sol. Algunos tenemos un estilo más confrontativo, y estamos al lado de los trabajadores. Y otros son más dialoguistas. Habrá que convivir”, dijo Brey el viernes en radio Zónica.
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