La nueva CGT debuta con un desafío al kirchnerismo
Activó con los movimientos sociales una movilización a la Plaza de Mayo para el miércoles postelectoral en señal de respaldo al Presidente; los gremios temen un avance de La Cámpora
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Ya habían pasado los días más dramáticos del Gobierno después de la caída electoral en las PASO y el por entonces empoderado Juan Manzur activó gestiones para convencer a la CGT de unificar los actos del 17 de octubre por el Día de la Lealtad peronista. No hubo manera. En un gesto de autonomía y de cálculo político en caso de tener que apresurar un nuevo cambio de piel, los sindicalistas mantuvieron su hoja de ruta original y se movilizaron en multitud el lunes 18, durante una jornada hábil. El día previo, desde la Plaza de Mayo, el kirchnerismo duro revolvió la herida con críticas filosas a Alberto Fernández. “Siempre se junta con los ricos. Con IDEA, con los ´gordos’ de la CGT, y a nosotros ni nos escucha ni nos mira”, le enrostró Hebe de Bonafini al Presidente. La titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo estaba rodeada de Axel Kicillof, Amado Boudou y Roberto Baradel.
La guerra fría en la que cayó el frente oficialista tuvo otros capítulos tensos durante los eternos dos meses que separaron las primarias de la elección general de mañana. El 27 de octubre, en el acto de homenaje a Néstor Kirchner, un intendente del conurbano le advirtió con un mensaje de WhatsApp a un dirigente de la CGT que tal vez no era conveniente su presencia. Los cánticos de la militancia advertían un clima tenso, con señalamientos a gremios, empresarios y al peronismo no kirchnerista. Ya había llegado al estadio de Deportivo Morón Hugo Moyano, pero se esperaba también a algún referente de “los Gordos” que finalmente nunca llegó. Esa tarde la voz de Fernández fue tapada intencionalmente por los bombos y los cánticos de la militancia camporista con su hit: “Esa deuda que dejaron no la vamos a pagar, con el hambre de la gente no se jode nunca más”. El Presidente comenzó con un mensaje nostálgico y apagado, y terminó a los gritos, con un discurso encendido en contra del macrismo y el FMI que solo se escuchó a través de la transmisión oficial vía youtube.
La reunificación que se dio ayer en la CGT con el regreso del moyanismo y otros sectores que estaban alejados es parte de la contribución gremial a la agitada turbulencia que sacude al peronismo desde la derrota electoral en las primarias. Pero también es una reacción de la corporación sindical a un contexto de incertidumbre inflacionaria y cambiaria que nadie sabe cómo puede terminar. Fue un mazazo el 3,5% de inflación registrado en octubre a pesar del congelamiento de precios en 1432 alimentos. El dólar blue cruzó los $200 y el Gobierno apaga versiones sobre una devaluación que de hecho es real si se mide por el poder adquisitivo de los salarios. “La inflación debilita a todos, el empobrecimiento generalizado de la mayoría de los asalariados, formales e informales, resulta indisimulable”, apuntó el documento cegetista en uno de sus párrafos iniciales. Tener un trabajo remunerado no es hoy una garantía para no caer entre el 40% de los argentinos que están en la pobreza.
En reserva, en la CGT advirtieron sobre los riesgos institucionales de una fractura en el Gobierno y gestionaron con gobernadores del PJ y movimientos sociales una eventual red de contención para sostener a Alberto Fernández en caso de un divorcio con La Cámpora. “Vamos a garantizar la gobernabilidad”, se jactaron los dirigentes de su influencia. “Vamos a defender al Presidente en la calle”, arengó Carlos Acuña, el hombre de Luis Barrionuevo en el triunvirato. Fue más cauto el docente Sergio Romero, que puso en duda la movilización. “Primero vamos a votar y el lunes nos vamos a reunir para decidir. Paso a paso”, dijo.
En esa lógica se resolvió activar en tándem con los piqueteros una marcha a Plaza de Mayo el miércoles próximo, con la excusa de celebrar el Día de la Militancia. “No queremos la plaza de Boudou, queremos nuestra plaza. Entre Alberto y Cristina, la CGT elige al Presidente”, planteó un dirigente sindical influyente, uno de los cuatros que asistió el martes pasado a la Casa Rosada junto con referentes sociales para anticiparle en persona a Fernández y Manzur las intenciones de la movilización. La suerte de la marcha estará ligada directamente al resultado electoral de mañana y sus consecuencias inmediatas.
Temor a una avanzada camporista
En la CGT quieren anticiparse a un desenlace poselectoral que complique aún más la crisis interna del Frente de Todos. En la central obrera hay quienes interpretan que una eventual caída en las urnas radicalizaría al kirchnerismo con la profundización de medidas extremas y una avanzada de cargos en el gabinete. Temen los gremios, sobre todo, que se reactive la idea de Cristina Kirchner de reformar el sistema de salud y que avance sobre la Superintendencia de Servicios de la Salud, el organismo que administra los fondos de las obras sociales sindicales y en el que todavía sigue tallando desde las sombras Ginés González García. “Es algo inclaudicable”, se plantó Daer.
Hay también preocupación entre los gremios por lo que suceda con el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, a quien en la CGT consideran “propio”, sobre todo el sector de “los Gordos”, que aportó a uno de sus históricos abogados como una suerte de asesor legal del organismo. “Ya intentaron poner a Héctor Recalde y a [Vanesa] Siley”, alertó un jefe sindical sobre la estrategia kirchnerista.
El quiebre entre la CGT y el kirchnerismo se dio durante las horas más dramáticas del miércoles posterior a la caída en las PASO. Lo que era una cumbre sindical de asuntos burocráticos para organizar los padrones de su congreso y debatir sobre el cupo femenino derivó en una reacción corporativa para respaldar al Presidente. Hubo un rechazo unánime a la renuncia en tropa de los funcionarios kirchneristas del gabinete y denunciaron un vaciamiento de poder por parte de La Cámpora. Hablaron de “golpe de palacio”, como lo hizo también la oposición. En una extraña sintonía durante esos días aciagos, Daer, referente de “los Gordos”, y Pablo Moyano, su rival histórico, auxiliaron públicamente a Fernández. A partir de esa coincidencia se avanzó más fácil en la reunificación sindical que se concretó el jueves, con el regreso del moyanismo a la sede de Azopardo después de tres años.
Máximo Kirchner y Héctor Daer no se hablan desde el 30 de agosto, cuando almorzaron en una casona de San Telmo junto con Wado De Pedro y los sindicalistas Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri. Ese acercamiento estratégico, que se dio después de varios “encontronazos” privados y públicos, sirvió como tregua entre la cúpula de la CGT y el kirchnerismo antes de las PASO. La derrota electoral y sus coletazos los devolvió algunos casilleros más atrás de lo que estaban cuando pactaron el encuentro secreto.
Da la sensación de que difícilmente haya marcha atrás. El sindicalismo clásico parece dispuesto a poner la guardia en alto y trazarle un límite al kirchnerismo. La cúpula de la CGT se convenció de su nueva estrategia tras un intercambio con los gobernadores Sergio Uñac (San Juan) y Carlos Verna (La Pampa). Como un primer paso, hubo una deliberada decisión de cerrarle la puerta de ingreso al gremio judicial de Vanesa Siley, la interlocutora sindical y legislativa favorita de Cristina Kirchner. También hubo un ninguneo hacia Walter Correa, el dirigente curtidor que intentó modificar el recambio de autoridades sindicales a pedido de Máximo Kirchner. Hubo apenas un gesto para el bancario Sergio Palazzo, que bajó sus pretensiones de integrar el triunvirato a una secretaría administrativa. Esas tibias reacciones preanuncian los días turbulentos que aparecen en el horizonte del peronismo. Entre tanta incertidumbre, Gerardo Martínez, jefe de la Uocra, pidió: “Necesitamos un gobierno de una sola voz, la del Presidente”.
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