La novedosa alianza entre Estados Unidos y la CGT para auxiliar a Alberto Fernández
La embajada y la Cámara de Comercio intensificaron gestiones con los gremios por la negociación con el FMI y exhibieron coincidencias sobre la crisis económica
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El pacto entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba verde y lejano cuando se comenzaron a intensificar las gestiones entre los representantes de los Estados Unidos en el país y los sindicatos. No se disimulaban por entonces las tensiones y diferencias entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner por la deuda, pero nadie intuía que la negociación derivaría en un quiebre del Frente de Todos. La CGT avaló finalmente el acuerdo y un sector mayoritario resolvió jugar con el Presidente en la interna oficialista, agudizada hoy por la crisis inflacionaria que reaviva pesadillas de otras épocas y ubica a Martín Guzmán en el ojo de la tormenta.
Desde septiembre del año pasado a la actualidad, funcionarios de la embajada o miembros de la Cámara de Comercio de Estados Unidos (AmCham) se reunieron con dirigentes sindicales en por lo menos cinco oportunidades, según reconstruyó LA NACION de fuentes gremiales y empresarias. En el medio de ese lapso, el Gobierno anudó un trato con el FMI que posterga el pago de los vencimientos y le dio oxígeno a la gestión de Fernández.
Desde la CGT reconocieron que los encuentros sirvieron para definir una postura común sobre la negociación con el FMI. “Era un disparate no pagar la deuda y caer en default”, justifica el aval un jerárquico de la central obrera que participó en más de una charla con la agregada laboral y cultural de la embajada y con empresarios estadounidenses. Otros dos sindicalistas de peso relativizaron las conversaciones y dijeron que se abordaron solo cuestiones de género, sobre el impacto del avance tecnológico en el empleo y algún caso puntual sobre la irrupción del trotskismo en una fábrica.
Con el acuerdo con el FMI en marcha, el sector mayoritario de la CGT y los empresarios estadounidenses no ocultan hoy sus coincidencias. Desde ambas orillas miran el presente con preocupación y hasta con un pedido similar: certidumbre.
Hace un mes, la AmCham, que representa a 620 empresas que emplean directamente a 420.000 personas, advirtió sobre la “frágil situación económica y social” en el país y volvió a la carga con su pedido de “cambios estructurales” y demandas de “estabilidad”. El mensaje se dio a conocer un día después de que el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, se reuniera con Cristina Kirchner en el Senado. Stanley volvió a ver a la vicepresidenta el martes pasado por la visita de la jefa del Comando Sur, Laura Jane Richardson. Esta vez la agenda habría sido ocupada con diálogos sobre seguridad y equipamiento militar, según se informó el Ministerio de Defensa. La foto sonriente de Cristina refleja una sintonía inusual detrás de la pátina ideológica.
El diagnóstico sindical no difiere demasiado al de los empresarios norteamericanos. “No hay un estallido social porque el Estado reparte planes y les da de comer diariamente a millones de personas”, plantea un dirigente de trato cotidiano con diferentes miembros del gabinete. Los sindicalistas suelen tener un termómetro especial para detectar las crisis. No son optimistas con el corto plazo y comienzan de a poco a tomar prudencial distancia del Presidente. Dos señales recientes: la CGT no solo desactivó el operativo “Alberto 2023″ y se abrió el jueves del acto de apoyo en el micro estadio del Club Almagro, sino que también evitó hacer una movilización por el Día del Trabajador. Se limitó a divulgar ayer un documento con críticas por la escalada inflacionaria y una dura advertencia sobre “la desigualdad social intolerable”.
En una muestra de que la interna del Frente de Todos también impacta en la CGT, los gremios más identificados con el kirchnerismo se mostrarán hoy más activos al compartir escenario con Máximo Kirchner, en Baradero, desde donde buscarán exponer impiadosamente las fallas del equipo económico, sobre todo, en lo relativo al control de los precios. Hugo Yasky, referente de la CTA, dio una pista sobre el tono del encuentro que encabezará el hijo de la vicepresidenta. “El Gobierno está ausente y le falta coraje frente a la distribución de la riqueza”, dijo ayer en Radio 10 el también diputado del Frente de Todos.
“Emisión permanente”
Advierten con preocupación en la CGT las consecuencias inflacionarias de la “emisión permanente” de pesos, pero también hay luces de alerta por la parálisis de la gestión oficial a partir de la ruptura entre Alberto y Cristina. “Es muy difícil generar confianza y atraer inversiones con inflación alta y una pelea de palacete”, ironiza un influyente sindicalista. Para los gremios el adelantamiento de las paritarias es un atajo urgente que no ayudaría a dar previsibilidad. Los dirigentes miran con ansias al lejano 2023.
A la misma hora en la que Cristina Kirchner recibía por primera vez al embajador estadounidense, Alberto Fernández conversaba con empresarios y gremialistas en la sede de Sanidad en uno de sus intentos por domar la inflación. Uno de los sindicalistas allí presentes se preguntó: “¿Cuál es la verdadera foto del día? ¿Esta reunión o la de Cristina? No tengo dudas que la de la vicepresidenta”. Una definición sobre quién creen que manda en el país.
La política doméstica mira siempre hacia Estados Unidos. Circuló con insistencia el año pasado en el WhatsApp de los directivos de CGT el video con el recorte de un discurso de Joe Biden en el que destacó el rol del sindicalismo, defendió las negociaciones colectivas e impulsó políticas expansivas a favor de los derechos laborales. En alguna de sus habituales charlas con sindicalistas, el jefe de gabinete, Juan Manzur, se jactó de tener llegada al presidente estadounidense y les prometió llevarlos en tropa a Washington y conocer la Casa Blanca. El tucumano no abandonó nunca su deseo de competir por la sucesión de Fernández.
Para algunos dirigentes sindicales, Washington ya es tierra conocida: algunos de ellos [representantes de Uocra, UPCN, Obras Sanitarias, Smata, Satsaid y Sanidad] viajaron en 2019 invitados por la cámara de comercio estadounidense o fueron citados por el FMI para conocer de primera mano detalles de la crisis argentina, como sucedió, por ejemplo, durante la segunda presidencia de Menem, cuando la cúpula de la CGT advirtió ante el organismo de crédito que la convertibilidad se acercaba a su fin.
Dos días después de haber visitado a Cristina Kirchner en el Senado, el embajador Stanley fue el anfitrión de un cocktail en la Cámara de Comercio que Estados Unidos tiene en Buenos Aires. Reunió a funcionarios, opositores, empresarios y gremialistas. La numerosa tropa de la CGT que asistió tuvo una novedad: contó entre ellos con Pablo Flores, referente del gremio de los empleados de la AFIP y un ladero de los Moyano, siempre renuentes a este tipo de ágapes. Flores se retiró raudo y dijo que fue casi por un formalismo a partir de un convenio de formación e intercambio para sus afiliados. Pablo Moyano les escapa a los formalismos y prefiere antes la foto con el venezolano Nicolás Maduro a pesar que sus afiliados mejor pagos son los camioneros de la rama de caudales, empleados en el país por una empresa de capitales estadounidenses.
Las tensiones internas entre los Moyano no son ajenas al contexto de volatilidad, potenciado por la desconfianza y las lealtades frágiles. Hugo, el jefe que sigue vigente, se puso al frente de la discusión salarial de los camioneros y cerró ayer en su despacho la paritaria con una suba de 31% por seis meses. Hábil y experimentado, arañó algunos puntos adicionales con la excusa de que el aumento de los precios de los alimentos fueron superiores a la inflación. “La inflación real es la del supermercado”, es uno de sus latiguillos. En el mano a mano con los empresarios del transporte pidió “apoyar” al Presidente y evitó caerle con toda la responsabilidad a Martín Guzmán.
Pero otro dato novedoso de la negociación salarial fue también el desplazamiento de Pablo, que no participó en ninguna de las dos audiencias convocadas por el Ministerio de Trabajo ni tampoco en el encuentro reservado que hubo ayer con los empresarios en la sede gremial de San José 1781. Pablo Moyano mudó su base de operaciones del gremio al club, y en los últimos días habilitó comercializar el documental sobre la vida de su padre que mandó a grabar a modo de homenaje. El año que viene habrá elecciones en Camioneros y el jefe ya avisó que si la salud se lo permite irá por otro mandato. Tiene 78 años y ocupa el sillón de mando desde 1986. El heredero deberá por ahora esperar.
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