La noche de las PASO desvela a Juntos tanto como la elección
La UCR y Facundo Manes obligaron a Rodríguez Larreta a revisar sus planes para las últimas horas del domingo 12
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La dirigencia de Juntos (pero no tanto) se mantiene en estado de alerta para evitar conflictos indeseados en los últimos días de campaña y, muy especialmente, en las horas y los días que sobrevendrán al cierre de las urnas de las PASO.
Tras un comienzo con mucho ruido y escaso espíritu de equipo, la disputa interna cambiemita logró encauzarse públicamente por decisión de sus principales dirigentes y la ayuda involuntaria del oficialismo. Sin embargo, la paz de la superficie no disipa la desconfianza y las críticas que siguen fluyendo soterradas en el áspero territorio bonaerense, donde se libra la principal contienda interna. Todos los equilibrios son inestables.
Las señales que emanan desde Dar el paso, el espacio que encabezan Facundo Manes y el radicalismo, ya obligaron a las fuerzas que conduce Horacio Rodríguez Larreta a revisar sus planes para la noche del domingo 12. Aun cuando se concrete el resultado favorable que el larretismo prevé, todo indica que el jefe de gobierno no tendrá fiesta completa. La foto de la unidad interna deberá esperar al menos unos días.
El entorno de Manes ha estado avisando que no está dispuesto a sumarse al bunker de Costa Salguero donde históricamente se reunió el universo cambiemita en las tardes-noches de las elecciones. Aunque las gestiones siguen abiertas.
“Las elecciones de medio término son, básicamente, distritales y nosotros competimos en la provincia de Buenos Aires. No vamos a ir a otra jurisdicción a convalidar o consagrar la jefatura nacional de alquien que ni siquiera es jefe de su propio espacio fuera de su territorio. Después de las PASO hablamos”, anticiparon.
El blanco de los dardos tiene impresa la cara de Larreta. La mano que los arroja no tiene las huellas dactilares de Mauricio Macri, Patricia Bullrich ni de los radicales Gerardo Morales o Gustavo Valdés, aunque sobra tentación por suscribir esa advertencia, que refleja el pensamiento vivo del neuropostulante. Ánimos (y ánimas) que suman.
Manes y sus consejeros siguen mirando más allá de las primarias y de la elección de medio término. Su horizonte son las presidenciales de 2023. Por eso, son renuentes a legitimar un liderazgo que se proponen discutir más adelante y anticipan que, más allá del resultado de la primaria, lo que importa es la construcción de un proyecto a futuro. Este es solo un primer paso, dicen.
El aviso podría sugerir la admisión de una derrota anticipada de Manes frente a la lista que lidera Diego Santilli. Pero también encierra una paradoja porque refleja el entusiasmo que recobró el candidato de Dar el Paso y su equipo de campaña después del acto del fin de semana que le ofrendó el caudillo perocambiemiita de San Miguel Joaquín de la Torre y de algunas recorridas de esos días.
Si bien la formación de la soñada ola épico-carismática sigue sin concretarse para surfear sobre su espuma, las manifestaciones recibidas en los últimos días resultaron vigorizantes. Motivo suficiente para elevar el nivel de alarma del larretismo que no quiere desajustes fuera de tiempo. Temen des-manes.
Las prevenciones larretistas no son expresiones de delirios persecutorios. La desconfianza y las quejas del equipo de Manes hacia el jefe de Gobierno porteño y su entorno solo desaparecieron o se atenuaron en las declaraciones públicas.
En los diálogos reservados, los cuestionamientos contra el aparato que tiene sede central en Parque Patricios afloran con la misma facilidad que el primer día. Lo acusan de bloquear el acceso del neurocandidato a algunos medios y distritos, de incumplir acuerdos o de imponer el peso de su estructura para dificultar la campaña en el conurbano donde gobiernan jefes comunales del PRO. Como es obvio, queda afuera de los cuestionamientos el intendente de Vicente López , Jorge Macri. Los que desconfían del primo expresidencial son otros.
El equipo de Larreta extrema recaudos para hacer control de daños y llegar de la forma más armónica al final de la campaña clasificatoria y encarar el partido de fondo que se jugará en noviembre contra el oficialismo. Para eso, aceita las relaciones con los dirigentes de los espacios internos adversarios con lo que mantiene buenas relaciones. Otro motivo de desconfianza para el equipo de Manes que teme que en sus listas habiten algunos quintacolumnistas del larretismo. No es fácil.
Nadie confía demasiado en que los resultados de las PASO ordenen por sí solo los desajustes existentes en el mundo cambiemita. En todos los campamentos de la alianza opositora evitan relajarse y priman la prevención y la cautela. La diferencia de votos que se registre finalmente entre los distintas listas juega un rol preponderante en las previsiones. Ni muy poco ni demasiado vendría a ser la justa medida.
Más allá de la dificultad que genera la obsolencia y falibilidad de los instrumentos de medición conocidos, los cálculos que preanuncian un triunfo tanto de la lista de Santilli, en PBA, como de la de María Eugenia Vidal, en CABA, no son objetados con convicción por nadie. Lo que se discute es la distancia. Aunque todos saben que esos augurios son producto de la combinación de una aritmética imprecisa y de la subjetiva intuición. Recursos demasiado precarios para hacer pronósticos certeros en un ecosistema donde la participación ciudadana y su contracara, la abstención, son motivo de todas las dudas de la dirigencia política.
Si los triunfadores fueran Santilli y Vidal, lo que todos aspiran es que la alianza Juntos siga toda junta sin que nadie le saque el cuerpo al principal desafío que les espera. Las PASO podrían ser un espejismo que distorsione la real dimensión de la distancia que medie entre oficialismo y oposición. Es factible que la competitividad de la interna de Juntos haga, a diferencia de elecciones primarias anteriores, que esta vez la participación de los votantes cambiemitas llegue o esté en las cercanías de su máximo potencial, por lo que cabría esperar que no se sumen muchos más votos en noviembre.
Algunos dirigentes del PRO con suficiente experiencia en elecciones, temen que ocurra lo contrario en el oficialismo. “La campaña de ellos no empezó y no solo por todos los errores de Alberto [Fernández] que parecen que fuera nuestro jefe de campaña. Más allá de todos los actos y de todo lo que prometen, el aparato peronista-kirchnerista está todavía a media máquina”, advierte un joven pero ya veterano político opositor.
“En el interior bonaerense los que se mueven y aparecen en las calles son los locales. En algunas ciudades no ves un cartel de [Victoria) Tolosa Paz ni aunque lo busques con lupa. Van a poner todo para las generales Lo saben hacer y cuando lo hacen no tienen límites. Así que si no quedamos bien unidos después de las PASO puede ser muy riesgoso”, señala el exfuncionario macrista.
La Ciudad también preocupa
La preocupación no solo se da en el territorio bonaerense ni está reservada a la actitud o el compromiso militante que pueda mostrar Manes después de las PASO, si es derrotado. El escenario porteño ofrece muchos motivos de inquietud...
En su propio distrito Larreta se juega también una partida compleja. Debe lograr que Vidal sea la más votada individualmente y la distancia que en el cuadro de singles le lleva hoy en las previsiones al kirchnerista Leandro Santoro es exigua. En Uspallata no quieren ni imaginar un título que subraye la derrota de la exgobernadora en su vuelta al pago.
Al mismo tiempo, necesitan que en la interna la victoria de Vidal no sea abrumadora por sobre la lista de Ricardo López Murphy, para que este quede ubicado en la boleta de noviembre en un lugar de más que probable acceso a una banca. El objetivo es que los votos que el “Bulldog” podría sumar en las PASO no se terminen yendo en la general al estrepitoso Javier Milei por falta de expectativas de sus votantes de que vaya a ingresar en el Congreso.
El doble rasero para la distribución de candidaturas impuesto por el sistema D’Hont y el cupo por género complejiza todos los cálculos. Los encargados larretistas de ecualizar el tono de la campaña parecen ingenieros de sonido: levantan y bajan la exposición del exministro radical al ritmo de las encuestas.
El futuro cambiemita está signado por fuegos cruzados. No deberían confiarse en la ayuda inestimable que hasta ahora le brindaron los desbarajuste oficialistas, protagonizados por Alberto Fernández, algunos de sus funcionarios y su principal precandidata.
Las PASO no son ningún punto de llegada. En buena medida, los próximos dos años se definirán recién dentro dos meses. Aunque muchos opositores piensen y temen (quizá con razón) que en diez días se juegan su futuro.
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