La montaña rusa de un presidente virtual
El paso de la Ley Bases en Diputados fue un homenaje a la política tradicional; el Senado abre dudas, mientras golpea la recesión; el Pacto de Mayo y el análisis de cambios en el gabinete
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Las redes sociales son un Babel anárquico y sin límites donde se libra una guerra permanente por un bien escaso: la atención. Nadie como Javier Milei encarnó tan cabalmente esa lógica en la política argentina. Quienes lo enfrentan navegan a menudo en el desconcierto por perder de vista ese detalle. Intentan descifrar una estrategia donde impera solo el presente furioso.
Arrebatos, insultos, contradicciones, hipérboles y otros recursos estridentes alimentan el discurso del nuevo poder, que parece blindado a la réplica porque no apunta a la razón sino a emociones urgentes. El surgimiento de un presidente virtual –en el sentido de su destreza en la comunicación digital– significó un shock para el sistema cinco meses atrás. Pero lo vivido en los últimos días revela una notable evolución del modelo.
En paralelo a la agitación del Twitter presidencial operó por primera vez con éxito un gobierno terrenal que obró el milagro pagano de la aprobación de un paquete de reformas en la Cámara de Diputados con la famélica escudería de 40 votos (de 257) que tiene el oficialismo libertario. La clave del éxito fue una pregunta con el sello de “la casta”: “¿Qué necesitás?”. La oyeron gobernadores, sindicalistas de la CGT, líderes partidarios, dirigentes universitarios y legisladores sueltos que terminaron por contribuir a la media sanción de dos proyectos de enorme complejidad y ambición.
“Supimos rever los pasos y entender los errores cometidos en el pasado”, se sinceró Guillermo Francos, el ministro del Interior, en alusión al fiasco de febrero, cuando la anterior versión de la ley fundacional del mileísimo se estrelló al ritmo de una rabieta presidencial.
Lo evidente del viraje pragmático puede ocultar una característica más original. Milei está descubriendo una fórmula de gobernabilidad en la que puede sentirse cómodo: la convivencia entre el presidente virtual y el gobierno analógico. Una cosa no quita la otra. Solo le toca hacer pequeñas concesiones, como abstenerse de romper con algún exabrupto una negociación en curso en las horas críticas de la votación. O dedicarles unos generosos agradecimientos a los aliados que cumplieron los acuerdos alcanzados, como hizo con Cristian Ritondo, Silvia Lospennato (Pro), Rodrigo De Loredo (UCR) y Miguel Pichetto (Hacemos).
Son cada vez más habituales los relatos de interlocutores de Milei que lo describen recluido en la residencia de Olivos, dispuesto a conversar de los temas que le interesan, sin limitaciones de tiempo ni nadie que lo interrumpa con asuntos apremiantes. Pueden ser la macro, teorías económicas o detalles del libro que acaba de publicar. Sus diálogos con medios de comunicación también suelen extenderse más de lo que duran los programas a los que ha sido invitado.
Los ministros actúan con márgenes de delegación mayores a lo usual. En Economía y en Seguridad ejerce un control más constante. Son áreas en las que celebra haber designado a Luis Caputo y a Patricia Bullrich, a quienes en otro presente dedicó severas descalificaciones humanas y profesionales.
Karina Milei, con su aura de “jefe” a cuestas, se alineó con los ruegos de Francos. Ella puso el cuerpo en el Congreso para licuar desconfianzas. Se requiere una Milei para garantizar que otro Milei no va a dinamitar con palabras un pacto en marcha.
El nuevo objetivo del “ala tradicional” del Gobierno (“las palomas”, en los códigos internos) es que el Presidente reciba en formato mano a mano a gobernadores decisivos para que el paquete de reformas se convierta en ley en el Senado. “Está en estudio”, dicen en la Casa Rosada.
Pocas cosas cuida más celosamente Milei que la comunicación. Es verificable por las métricas digitales que dedica varias horas del día a su cuenta de Twitter. Lo obsesiona el alcance de sus mensajes casi tanto como los números de la economía. “Lo importante es que hablen de vos”, le aconsejan los asesores que responden a Santiago Caputo. Una máxima con el sello de Jaime Durán Barba.
Milei tiene una percepción afilada de esa necesidad. La masiva marcha contra los recortes al presupuesto universitario lo descolocó la semana anterior en gran medida porque se vio desafiado en la lucha por la atención. Otros ocuparon su lugar. No fue casual que de inmediato apareciera en público con un discurso provocador como el que pronunció en la Fundación Libertad. Desde entonces, dedicó energía a recorrer canales de TV y radios.
Las redes y los micrófonos le ofrecen el codiciado placer de hacer oposición desde el poder. Atacar a “la casta” para que no se note que se negocia con ella. Nada que no se haya visto en el kirchnerismo (cambiar “casta” por “poderes concentrados” y listo).
La lucha por los votos
En el Senado se da un capítulo mucho más explícito del “¿qué necesitás?”. El objetivo de máxima del Gobierno es romper el bloque que en líneas generales responde a Cristina Kirchner. Son 33, 4 menos de los que se requieren para bloquear cualquier iniciativa. El gobernador catamarqueño Raúl Jalil prometió trabajar sobre sus senadores, seducido por la posibilidad de inversiones mineras en su provincia y algún trato de preferencia en el envío de fondos. Lucía Corpacci, su antecesora y actual senadora, sugirió que no se prestará a ese plan. ¿Cuestión de principios o la actitud lógica de un juego de subastas?
“Va a ser más fácil de lo que creen”, augura un funcionario de la Casa Rosada. Apunta a convencer a los senadores de Santa Cruz, delegados del gobernador Claudio VIdal. Tienen casi convencidos a los misioneros de Carlos Rovira, siempre “independiente” cuando no gobierna el peronismo. Y dicen haber avanzado con cuentapropistas sin jefe, como el correntino Camau Espínola.
Esperan que los restos de Juntos por el Cambio –el Pro y la UCR– se comporten como lo hicieron en Diputados.
Con sus matices, en los dos bloques prevaleció la voluntad de que no los acusen de obstaculizar a un gobierno que mantiene buenos índices de apoyo popular.
Hubo discursos antológicos, como el de De Loredo. Habló de un “ajuste cruel” y dijo que no le gusta el destino al que Milei dirige a la Argentina, pero justificó el apoyo del bloque radical. “Les quitamos las excusas”, afirmó, como si con el voto positivo le diera también un castigo al Presidente.
Ese espíritu se filtraba también en dirigentes de la primera línea del Pro, más cautos en público. “Cuando salga la ley tienen que dejar de psicopatearnos. Se acabó el cuento de la vieja política que pone palos en la rueda”, dice un dirigente de indeleble sello macrista.
A Mauricio Macri le espera un desafío delicado en su inminente reasunción como presidente del Pro. El partido que fundó hace 20 años tiene que encontrar una nueva razón de ser ante el imán de un gobierno que llevó a la práctica algunas de sus ideas económicas y sedujo a gran parte de sus votantes, a pesar de renegar de los principios republicanos que fueron la bandera del macrismo en la era K.
“Coincidimos en el rumbo económico, pero defendemos valores como la libertad de expresión y la independencia de poderes”, es una frase que se le ha escapado a más de un integrante del Pro para explicar las diferencias con el nuevo oficialismo. ¿Creen entonces que este gobierno va en contra de rasgos tan fundamentales del sistema democrático? No hay respuestas fáciles.
Ruidos de Mayo
El anunciado Pacto de Mayo suma angustia al partido de Macri. Lo que buscan los operadores de Milei es trazar una cancha y mostrar quién está de cada lado. Firmar un documento –aunque solo contenga aspiraciones sin mayor desarrollo– implica elegir bando, previo a un año electoral que se definirá en términos plebiscitarios. Estás con Milei o contra Milei, es la narrativa en la que trabajan los libertarios. El sueño: que del lado opuesto de la cancha solo queden el kirchnerismo, la izquierda y el ala progresista de la UCR.
“Hay que actuar con inteligencia”, advierte un referente central del Pro. Por ejemplo, Jorge Macri habló con su primo sobre la conveniencia de sumarse a ese acto del Gobierno si antes el ministro Caputo no le cumple la promesa de girar parte de los fondos de coparticipación de la ciudad de Buenos Aires que recortó Alberto Fernández en 2020 y que siguen retenidos por Nación contra lo que ordenó la Corte Suprema.
La agitación por lo que pueda pasar el 25 de Mayo creció a partir de versiones desde el interior del Gobierno de que se analiza a continuación un posible cambio de Gabinete. En el Pro hay una fila que espera el reparto de sortijas, mientras muchos escépticos perciben la trampa que podría significar entrar en esta gestión. El camino que abrió Bullrich al volverse mileísta muestra la posibilidad de una disolución dentro del oficialismo.
Los libertarios con más tablas alimentan las internas. Claman que se requiere política y funcionarios muy atentos, ante la convicción de que el Presidente tiene otras prioridades. Una cosa es delegar en gestores experimentados y otra en ministros a los que los sorprende una crisis una vez desatada. Lo que pasó con las universidades –responsabilidad del área que conduce la amiga presidencial Sandra Pettovello– fue el ejemplo perfecto. Al jefe de Gabinete, Nicolás Posse, le han surgido enemigos en La Libertad Avanza y alrededores.
“Por ahora Milei es reacio a mover a los grandes nombres”, dice alguien que lo trata a diario. Pero el ambiente se siente cargado.
En el Pro y la UCR preocupa la recesión. El último informe de Orlando Ferreres y Asociados marca que en marzo la caída de la actividad fue del 9,7% interanual, con un 12,8% en industria y casi un 25% en construcción. Números dignos de 2002. La recuperación en V que augura Milei no coincide con los pronósticos que manejan las principales consultoras.
El precio del dólar es otra alarma. El Presidente amplió su explicación de que no hay atraso cambiario. Acepta ahora que la Argentina está “cara en dólares”, pero no por su política cambiaria sino por la estructura productiva y fiscal.
Los críticos insisten en marcarle que lo que lo trajo hasta aquí (ajuste fiscal, la licuación y tipo de cambio estable) puede no servir para lo que viene.
Lo mismo le pasa con la política. Los “opositores dialoguistas” advierten que vienen dificultades. La diferenciación puede ser la nueva normalidad.
La Cámara de Diputados trabaja ya en una agenda de gastos que incluye un proyecto para reponer el porcentaje licuado a las jubilaciones antes de la aplicación de la nueva fórmula atada al IPC (solo si le añaden un 8% equivaldrá a un 0,4% del PBI). Un sector apunta a reimponer el Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid) y blindar por ley el presupuesto universitario. Diputados de la Coalición Cívica buscan masa crítica para instalar la discusión incómoda sobre el régimen industrial de Tierra del Fuego, a salvo del catálogo de “curros” que descubre a diario el gobierno de Milei.
Furia española
La agitación parlamentaria coincidirá con otro raid internacional de Milei, con escalas en Los Ángeles y Madrid. En ambos casos sin agenda de Estado.
La visita a España será en los días previos al Pacto de Mayo. Irá a un congreso del partido ultraderechista Vox, a cuya lógica argumental apeló el Presidente para responder el viernes a una burla impresentable del ministro socialista Óscar Puente.
En un comunicado oficial, Milei usó por primera vez un argumento xenófobo, al advertir que el gobierno español de Pedro Sánchez “pone en riesgo a las mujeres al permitir la inmigración ilegal”. En Madrid causó estupor la frase, en especial porque vino del líder de Argentina, uno de los países que más gente ha sumado en los últimos años al padrón de extranjeros en España.
Otro de los argumentos desató ironías crueles. Milei repudió a Sánchez porque, a su juicio, “puso en peligro a la clase media con sus políticas socialistas que solo traen pobreza y muerte”. Argentina, con su economía en ruinas y en plena recesión, alza el dedo contra un país que vive un boom de consumo y empleo y que superó este mes la media de crecimiento de la Unión Europea.
En el plano local como en el internacional, el presidente virtual no persigue la razón sino la atención. A los diplomáticos le toca subsanar las palabras altisonantes, con el agravante de que la geopolítica suele ser más reacia que los devaluados dirigentes locales a consentir la lógica disruptiva de Milei. Harían bien en evitar el contagio. El viaje a Pekín de la canciller Diana Mondino para enmendar agravios al régimen comunista terminó envuelto en las nubes de una afirmación fuera todo de registro: que los chinos “son todos iguales”.
Cosas como estas torturan a muchos opositores dialoguistas del Pro, el radicalismo y afines. El Gobierno debería estar atento. Aquel que acompaña actos y expresiones que su conciencia rechaza anida una rebelión interna que tarde o temprano lo puede convertir en el más fervoroso de los enemigos.
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