La metamorfosis del discurso presidencial: de la bandera sanitaria a la “recuperación económica”
Alberto Fernández modificó su mensaje con la pandemia en curso y las medidas de aislamiento no son hoy una alternativa; prefiero “tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos”, dijo
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La ineludible bandera de la salud fue dando lugar a decisiones volcadas para sostener la maltrecha y golpeada actividad económica que las restricciones por el coronavirus potenciaron. Lo que el presidente Alberto Fernández presentó en el comienzo de la pandemia como una dicotomía desembocó por el peso de la realidad en una sinergia.
Las dos olas se transformaron en un tsunami. Nunca imaginó el Presidente cuando dijo que prefería “tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos en la Argentina”, que esa cifra quedaría como un sello del fracaso de la estrategia que puso en marcha el 13 de marzo de 2020 y que corrigió con el correr de los meses, mientras se acumulaban los contagios y las muertes.
No se había cumplido un mes desde que la pandemia tocó con fuerza suelo argentino cuando el Presidente dijo esa frase que marcó a fuego su gestión sanitaria. En la antesala de la tercera ola del coronavirus en nuestro país, el jefe del Estado ya no repite las palabras que solía presentar en sus largas apariciones, en medio de filminas y comparaciones, junto con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta.
“De la muerte no se vuelve, pero de la economía se vuelve”, insistió. Un mes había pasado de la primera cadena nacional en la que anunciaba el aislamiento obligatorio durante 14 días para las personas con diagnóstico confirmado de Coronavirus y los “casos sospechosos”. Una semana después, con tan solo 128 contagios confirmados, en una decisión sin precedentes, Fernández declaró el aislamiento social obligatorio; nadie podía salir de su residencia por dos semanas.
“Es hora de que comprendamos que estamos cuidando la salud de los argentinos”, dijo el Presidente, quien argumentó que la medida se dictó “tratando de que los efectos sobre la economía sean los menos dañinos posible”. En ese entonces, todos los mandatarios provinciales estuvieron de acuerdo.
Las medidas de entonces provocaron un efecto inesperado, la imagen positiva de Alberto Fernández trepó a números inimaginables para un político en la Argentina: rondaba el 80%. Esos primeros meses de la cuarentena estricta sirvieron fundamentalmente para robustecer el sistema de salud.
El principal temor por ese entonces, que compartían Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof, era que se replicaran en la Argentina las imágenes de hospitales desbordados, como en Italia y España. Eso dio comienzo a “la cuarentena más larga del mundo”. Hoy, con los resultados en la mano, cerca del Presidente reconocen el error.
Fueron esos días, en mayo y junio de 2020, que Fernández defendía sin admitir discusiones su estrategia. Para contrarrestar los efectos de la cuarentena en la economía desplegó un paquete de asistencia que evitó el desastre social, pero comprometió seriamente las cuentas públicas y disparó la inflación.
Auxilio estatal
Ahí nacieron el Ingreso Familiar de Emergencia, que cobraron en tres cuotas de 10.000 pesos cerca de nueve millones de argentinos; el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), con el cual el Estado pagó la mitad del salario de los trabajadores de las empresas afectadas por las restricciones (fueron cuatro etapas y alcanzó a unos 2.000.000 de trabajadores); el Repro II –que está vigente–; la Tarjeta Alimentar, benefició que se entendió en mayo para las madres y padres con hijos de hasta 14 años, a los que se sumaron distintos refuerzos a la Asignación Universal por Hijo (AUH).
En total, para evitar que la crisis económica se descontrole, el gobierno nacional gastó, 6,5 puntos del PBI. En términos de Martín Guzmán, el ministro de Economía, se trata de inversión social. Así todo, la economía argentina cayó 10%, el desempleo superó el 10% y la pobreza se disparó 6,5 puntos en un año.
A medida que los meses pasaban el discurso del Presidente también mutaba. El hartazgo social se manifestaba con claridad en las encuestas, que ya mostraban una abrupta caída de la imagen presidencial. La principal queja estaba centralizada en los efectos económicos. Pero a eso se sumaron distintas imágenes que fueron desgastando aún más su figura.
La primera fotografía que sacudió al Presidente y dejó al desnudo lo que muchos le criticaron como un doble discurso fue a fines de agosto. Sin barbijo ni distanciamiento social, Alberto Fernández recibió a Hugo Moyano y a su familia en la quinta presidencial de Olivos.
Unos meses más tarde, el 1 de diciembre, el Gobierno decidió organizar el velatorio de Diego Maradona, que terminó en escándalo con una multitud de personas que tiraron abajo las rejas de la Casa Rosada e ingresaron al Patio de las Palmeras.
Pero el mayor golpe a la estrategia sanitaria llegó desde las entrañas del Gobierno. El 18 de febrero se conoció el denominado “vacunatorio vip”, que provocó la renuncia de uno de los ministros más cercanos al Presidente, Ginés González García.
Ya, por esos días, la cuestión sanitaria estaba en igualdad de condiciones con la economía. El Gobierno entendió a partir de ese momento que ya no había espacio para volver a un aislamiento estricto, como sucedió durante gran parte del 2020. Hoy, cuando restan dos meses para las PASO, ya no es una opción.
Desde el 1° de mayo que el Presidente encontró una fórmula que le permite monitorear la crisis sanitaria sin generar mayores dificultades sobre la actividad económica. Se trata del semáforo que estableció parámetros epidemiológicos con medidas para cada etapa: alarma, alto, medio y bajo riesgo (decreto 287), que Alberto Fernández buscó transformar en ley, pero no lo logró.
El Presidente cada vez habla menos de pandemia y más de economía. Eso se vio con claridad en sus últimas presentaciones. También el resto de su equipo. Quien mejor expresó el cambio fue el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, anteayer en la Cámara de Diputados. “La vacuna no es una política sanitaria, es también una política económica para ir recuperando la actividad”, enfatizó el ministro coordinador.
En una de sus últimas presentaciones, ante el Congreso Nacional Bancario, Fernández alineó sus palabras a la estrategia de campaña. “Lo que más me importa es que el sueldo de los trabajadores no se retrase respecto de la inflación y que le ganen. Que podamos ir corrigiendo dentro de todas las dificultades que tenemos me da una enorme tranquilidad”, dijo el jefe del Estado. A su lado, con una gran sonrisa, aplaudía Sergio Palazzo, mandamás de los bancarios.
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