La marcha de la CGT no logró disimular las diferencias entre los gremios
Recién el 25 de septiembre se definirá si hay una medida de fuerza porque no hay consenso para un paro; quedaron en evidencia el rol protagónico del moyanosimo y la reticencia de los más moderados
Dividida y ante un futuro incierto, la CGT volvió a postergar las definiciones. Un año después de su reunificación y de la asunción del triunvirato que la conduce desde entonces, la marcha a la Plaza de Mayo terminó ayer con la convocatoria de un plenario que recién dentro de un mes decidirá si habrá un segundo paro nacional contra el gobierno de Mauricio Macri.
La reacción de Macri fue inmediata: pocas horas después ordenó apartar de sus cargos al superintendente de Seguros de Salud, Luis Scervino, a cargo del manejo de los fondos de las obras sociales; y a Ezequiel Sabor, viceministro de Trabajo, ambos de extracción gremial.
A las 14.45 empezó el acto, 15 minutos antes de lo previsto. Una media hora antes, camioneros y trabajadores de la alimentación habían cruzado piñas y botellazos a metros del escenario, fuertemente custodiado por los hombres de Hugo Moyano. Por pocos minutos, el fantasma de los incidentes del 7 de marzo atravesó la plaza. Hubo heridos leves y la escaramuza no pasó a mayores, pero convenció a los organizadores de que lo mejor era liquidar rápido el acto y desconcentrar cuanto antes.
La marcha fue masiva, aunque no todo lo que esperaban los gremios (90.000 según los organizadores, entre 40.000 y 50.000 para fuentes oficiales). Pero dejó en evidencia que la fractura de la CGT es inminente, aunque muchos se esmeren en mostrar lo contrario. Héctor Daer, integrante del triunvirato y representante de "los Gordos" (grandes gremios), evitó el escenario. En cambio, estuvo en la plaza al frente de la columna de Sanidad, su sindicato.
El palco estuvo copado por representantes del moyanismo, sin Hugo Moyano y con su hijo Pablo a la cabeza. Carlos Acuña, el hombre de Luis Barrionuevo en la CGT, fue el único de su sector. Por los autodenominados "independientes" sólo estuvieron Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (AySA). Rodolfo Daer, jefe de Alimentación, fue el único representante de "los Gordos". En nombre de las organizaciones sociales estuvieron Juan Carlos Alderete (CCC), Daniel Menéndez y el líder de la CTEP, Esteban "Gringo" Castro. Abajo, lejos del escenario y sobre Avenida de Mayo, quedaron Hugo Yasky y Pablo Micheli, jefes de las dos CTA.
Juan Carlos Schmid fue el único orador. Presentado como "el" secretario general de la CGT, el jefe de los portuarios y hombre de Moyano en el triunvirato repartió su discurso entre la respuesta a las críticas del Gobierno y la defensa de las razones que motivaron la marcha.
"Somos conscientes de que recientemente ha habido una elección, pero no nos alcanza sólo con votar. No venimos detrás de ninguna conspiración", dijo apenas arrancó. "No somos sordos, claro que escuchamos, pero queremos una solución integral", insistió minutos más tarde sobre el veredicto de las urnas de hace diez días.
Enseguida avanzó sobre los temas para los que la CGT reclama "una solución integral". "Si algún retrógrado piensa que bajando salarios e interviniendo sindicatos las inversiones van a hacer cola, están muy equivocados", exclamó. Hablaba, sin mencionarla, de la reforma laboral que el Gobierno prevé impulsar después de octubre. "Rechazamos cualquier acusación de que estamos atrasando la modernización del país", completó.
Schmid cerró con el detalle de los reclamos, la "agenda social" de la CGT: un aumento de emergencia para los jubilados, el fin de la intervención de sindicatos, el rechazo de las reformas laboral y previsional, la plena vigencia de los convenios colectivos de trabajo y la sanción de una ley de emergencia alimentaria. El último punto fue un espaldarazo claro a la principal demanda de los movimientos sociales, que aportaron gruesas columnas a la marcha.
Fueron los pasajes más duros de un discurso de no más de 15 minutos. Al mensaje, y al acto en general, le faltó temperatura. Pareció más un trámite para contener a las bases y evitar la explosión de la propia interna que un paso más en un plan de lucha. De hecho, las próximas definiciones se conocerán recién dentro de más de un mes, el 25 de septiembre, cuando se reúna el comité central confederal. Es el órgano resolutivo de la CGT del que participan secretarios generales y jefes de confederaciones. El llamado a un paro difícilmente prospere en ese ámbito. La definición se conocerá un mes antes de las elecciones generales.
"El 25 de septiembre se convocará al comité para decidir un plan de lucha que incluya un paro general", anunció Schmid. Esta vez no retumbó el "poné la fecha, la puta que te parió", como había pasado en marzo, salvo por arengas aisladas de la izquierda y la CTA.
Mientras tanto, más allá de la presión en la calle, los puentes entre el Gobierno y la CGT siguen en pie. Hoy, representantes de la Casa Rosada se reunirán con Lingeri para discutir la distribución de 8000 millones de pesos destinados reflotar el plan de cobertura universal médica, una iniciativa que el Gobierno espera poner en marcha en el corto plazo.
La marcha de marzo derivó en un paro un mes después. La de ayer configura un escenario definitivamente más incierto.
Triaca vio los incidentes con las 62
En el mismo momento en que se producían los incidentes entre referentes de camioneros y sectores piqueteros y de izquierda frente a la Casa Rosada, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, recibía a la cúpula de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas y miraban por televisión los desmanes. El encuentro de Triaca con el nuevo jefe de esa entidad y de los trabajadores rurales (Uatre), Ramón Ayala, quien reemplaza al fallecido Gerónimo Venegas, se realizó en la sede del gremio de peones del campo en la calle Reconquista.
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