La liturgia de los curas villeros para inocular a Milei
Es difícil encontrar en la historia una intervención tan clara de un sector de la Iglesia para alertar sobre un candidato; el triunfo del libertario desencadenó fenómenos inesperados
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El triunfo de Javier Milei en las primarias del 13 de agosto ha sido una novedad de tal magnitud que desencadenó, a la vez, otros fenómenos inesperados. Son comportamientos que corroboran que el país ha ingresado en una nueva era. Anteayer, en la villa 21-24 de Barracas, se produjo uno de esos acontecimientos infrecuentes. Más de 40 sacerdotes que trabajan en barrios populares, encabezados por el obispo Gustavo Carrara, que es el responsable de la pastoral de villas de emergencia, celebraron una misa para desagraviar al papa Francisco. Hace cuatro años, el pontífice había sido calificado por Milei como una representación de “el Maligno”, que difunde el comunismo alrededor del planeta. El oficio sirvió también para condenar el individualismo extremo que caracteriza la visión social del candidato de La Libertad Avanza.
La realización de esa ceremonia permite calibrar el estado de alarma en el que entró un sector de la Iglesia católica ante el éxito de Milei. Para comprender ese estupor conviene recordar algunas declaraciones que Jorge Bergoglio formuló en las numerosas entrevistas que concedió con motivo de los diez años de pontificado. El Papa alertó sobre el ascenso de una nueva derecha impulsada por el grado de dispersión que presenta la dirigencia política. No se refiere sólo a la Argentina. De hecho, él suele regalar a los políticos que lo visitan el libro Síndrome 1933 de Siegmund Ginzberg, un escritor marxista, nacido en una familia judía de Estambul, que emigró a Italia durante la niñez. El trabajo reconstruye el clima que se respiraba en Alemania durante la llegada de Adolf Hitler al poder en enero de aquel año. “Le tengo miedo a los salvadores sin historia. Cuando veas un salvador sin historia, sospechá”, dijo Bergoglio en uno de esos contactos con la prensa. También dio otro consejo: “Para discutir con la ultraderecha hay que hablar de justicia social”.
En la misa de Barracas se escuchó un eco clarísimo de estas reflexiones. José María Di Paola, el célebre Padre “Pepe”, realizó durante la homilía una encendida defensa del Papa. Recordó, sobre todo, su trabajo con los más pobres y sus recorridos por las villas. De inmediato pasó a criticar a Milei y su menosprecio por la justicia social. El candidato de La Libertad Avanza repite en todos sus discursos que, en vez de tratarse de un valor, es una inmoralidad basada en el robo. Para la Iglesia, confrontó Di Paola, la justicia social tiene raíces evangélicas.
Además de la homilía del Padre “Pepe”, la multitud que acudió a la convocatoria de los curas villeros escuchó una declaración. Fue elaborada para dejar a salvo un aspecto controvertido de la iniciativa. Muchos católicos, entre los cuales se cuentan algunos sacerdotes, están incómodos con que se entienda que se ha celebrado una misa, es decir, se ha administrado un sacramento, “contra alguien”. Los que participaron de esa liturgia aclaran que fue sólo en defensa del Papa.
La declaración fue mucho más explícita. En uno de sus párrafos, leído por el salesiano Carlos Morena, planteó una duda sobre la estabilidad emocional de Milei y, en consecuencia, sobre su capacidad para ejercer la Presidencia.
Hay que remontarse mucho tiempo en la historia y aun así es difícil encontrar una intervención tan clara de un sector del clero para tomar posición en una discusión electoral. La Iglesia ha participado muchas veces del proceso político, pero, en general, lo ha hecho para tomar distancia de determinados gobiernos. No para alertar sobre un candidato. Milei provocó este cambio de actitud. Mejor dicho: el triunfo de Milei. Porque las diatribas a las que los defensores de Bergoglio contestaron fueron pronunciadas hace más de cuatro años. ¿Hubo, en aquel entonces, algún acercamiento del candidato con el Papa, mediado por un empresario amigo de los dos? En el entorno de Milei dicen que sí. Trivialidades. Lo relevante es que existe sólo un episodio que guarda algún aire de familia con la irrupción del Padre “Pepe” y sus compañeros en la arena electoral: la recriminación subliminal que se expandió por las capillas más humildes del conurbano contra la candidatura de Aníbal Fernández en la campaña del año 2015. ¿Milei será la nueva “Morsa”? Para certificar las presunciones del Papa y sus acólitos llegó a Buenos Aires el ultraconservador Tucker Carlson, despedido de Fox News porque su militancia en favor de Donald Trump hasta en esa cadena resultada excesiva. Carlson, que cuenta con 10 millones de seguidores en X, se propone globalizar a Milei.
Que sean los curas villeros quienes se pronunciaron sobre el candidato de La Libertad Avanza tiene varios significados. Por un lado, deja en evidencia el silencio de otros sacerdotes. Es llamativo: un sector del clero cree que la situación es tan delicada que merece una misa, pero el episcopado sigue sin pronunciarse. Sin ir más lejos, 30 obispos y 800 sacerdotes están reunidos desde el lunes en Córdoba y todavía no salieron en defensa del jefe de la Iglesia universal.
Por otro lado, la identidad de estos vindicadores de Bergoglio está asociada a una preocupación: el mensaje de Milei está calando en las franjas más vulnerables de la sociedad, en especial entre los jóvenes. Fue también un hombre de la Iglesia, el jesuita Rodrigo Zarazaga, quien una semana antes de las primarias detectó, a través de una encuesta presencial realizada en las villas del Gran Buenos Aires, que entre los votantes de menos de 25 años la simpatía por Milei llegaba al 21%. Cuatro puntos menos que la adhesión a Sergio Massa. Se trata de otra novedad difícil de decodificar, sobre todo para los parámetros conceptuales de Di Paola y sus hermanos: se expande en los barrios populares la prédica de alguien para quien la justicia social es poco menos que un delito. Un detalle: mientras se llevaba adelante la liturgia en la villa 21-24, el candidato de ultraderecha atraía a los vecinos de las zonas postergadas de La Matanza y Merlo, en una caravana que recordaba las de Carlos Menem en las postrimerías de los ‘80.
Los organizadores de la misa pusieron un empeño especial en que no quedara identificada con los competidores de Milei. Se encargaron, por ejemplo, de disuadir a algún miembro del equipo de campaña de Massa que quería participar. No lo consiguieron del todo. Entre los asistentes estuvieron el exembajador en la Santa Sede Eduardo Valdés, el ministro de Defensa Jorge Taiana, el excanciller Felipe Solá. Los voceros del ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, difundían el link a través del cual realizar la conexión on line con la ceremonia. En el comando de Massa ayer celebraban: necesitamos que ahora lleven la misma iniciativa al norte del país, donde Milei también tiene un atractivo descomunal, similar al del conurbano.
Otra rareza: el peronismo se siente amenazado por un líder de la ultraderecha que se presenta como un fundamentalista del mercado. Es comprensible la alegría de ese partido. Los sacerdotes que celebraron la misa de Barracas prestan un servicio invalorable a una dirigencia oficialista que, carcomida en la capacidad para representar a su antigua base, debe defender la justicia social avergonzada por cifras ominosas: 40% de pobreza, más de 120% de inflación. La prédica de la solidaridad y la justicia social sale ahora de la boca de gente que, por su estilo de vida y el compromiso con sus creencias, no podría ser incluida dentro de la “casta”. Gigantesca paradoja: los discípulos dilectos de Bergoglio terminan prestando un servicio involuntario al dirigente político por el que su padre espiritual siente más antipatía. Sergio Massa.
El candidato-ministro sigue disimulando que su carrera es un vía crucis. Divulga fantasmagóricas encuestas en las que aparece dirimiendo una segunda vuelta con Milei. Es el principal argumento para crear una expectativa que le permita reclamar ante gobernadores e intendentes que no promuevan el corte de boleta contra su candidatura. Con la autoridad que le otorga su propia foja de servicios, Massa pide que no lo traicionen. La primera prueba la tendrá este sábado, cuando se reúna en Tucumán con gobernadores peronistas en un acto organizado por Juan Manzur, quien después de no ser vicegobernador tampoco pudo ser candidato a vicepresidente. Esta segunda frustración se la debe a Massa, que derribó su fórmula con “Wado” De Pedro.
El ministro del Interior es el jefe de campaña de Massa. Casi ni se lo nota. Por suerte apareció Malena Galmarini, que tomó el quinto piso del edificio donde trabaja el equipo de su esposo. Allí ella señala traidores y promete venganzas. Nadie sabe si quiere sacar a Massa de la depresión de la derrota o si se trata sólo de encontrar una terapia ocupacional que le libere de su propio fracaso ante Julio Zamora en Tigre. De Pedro aprovecha que vinieron a reemplazarlo. Ni siquiera asiste a las reuniones convocadas por Alberto Dalla Via en la Cámara Nacional Electoral para organizar el debate entre candidatos del 1º de octubre. Los intereses de Massa quedaron a cargo del otro delegado, Juan Manuel Olmos, quien llegó a un primer e inesperado acuerdo con Karina Milei, “el jefe” de campaña de su hermano: que el público no pueda hacer preguntas. Aventaron dos fantasmas: la inflación descontrolada y el mercado de venta de órganos. Pacto Olmos-Karina. ¿Un espejo que adelanta? Patricia Bullrich, representada por su leal Martín Siracusa, desde que el ultra-mauricista Hernán Lombardi empezó a faltar a las reuniones. ¿Las críticas a Macri habrán convertido a Lombardi en el “Wado” de Patricia?
Los desaires de De Pedro son sólo un aspecto de las mortificaciones que Cristina Kirchner y La Cámpora imponen a Massa. El candidato había cerrado un acuerdo verbal con las grandes petroleras para reducir un 8% el precio del crudo de la variante Medanito. Como nada es gratis, se les concedió a las empresas que pesifiquen las retenciones a las exportaciones, para pagarlas en seis cuotas sin interés a partir de marzo. A Carlos Castagneto, titular de la AFIP y casi un pariente más de los Kirchner, le pareció un abuso. Firmó una resolución por la que el diferimiento tendrá un costo de 5,6% de interés. Es otra de las excentricidades de estos días: un conjunto de experimentados hombres de negocios, nada menos que vinculados al petróleo, creyó en la palabra de Massa, sin chequear qué pensaría la vicepresidenta.
El mismo percance tuvo Santiago Peña, el presidente del Paraguay. Confió en que Massa dejaría de cobrar un peaje unilateral en la hidrovía, como había prometido, sin advertir que ese negocio está en manos de La Cámpora. Los funcionarios de esa agrupación quieren seguir percibiendo un canon para compensar a las empresas contratistas que realizan el dragado. “Santi” Peña respondió: “A Massa no le compraría un auto usado”. Se ve que los petroleros no lo escucharon.
La misma subordinación obligó a Massa a imponer una suma fija para mejorar los salarios. Fue una exigencia de Cristina y Máximo Kirchner. Pero varios gobernadores se desacataron. Entre ellos una, difícil de imaginar: Alicia Kirchner. El rigor de la familia conductora hizo que el ministro pague un costo también frente a las autoridades del Fondo Monetario Internacional. Para justificar ante su jefa que debía devaluar 20% la moneda, Massa alegó que se trataba de una conquista, porque le habían pedido 100%. En Washington dicen, con todas las letras, que es mentira. Y que opera contra los intereses de él mismo: ahora muchos esperan el 80% que falta.
Mientras tanto, en algún lugar de Ciudad Gótica, los Massa vigilan sus negocios. En la empresa AySA, por la que Sergio le transfiere a Malena miles de millones de pesos, comprarán 600 autos Renault, modelo Kangoo Express, por el equivalente a 42.000 dólares cada uno. Es decir, 10.000 dólares más caros de lo que se puede conseguir en el mercado. El dirigente de La Cámpora y vicepresidente de la empresa, Martín Reibel, no intervino en el proceso.
No es el único reducto del Estado donde se realizan pases de dinero de último momento. En Mendoza, el gobernador Rodolfo Suarez precipita concesiones de yacimientos de potasio a un empresario incógnito. Y en la ciudad de Buenos Aires circula una versión, cada vez más insistente, que afirma que Eugenio Burzaco fue desplazado del Ministerio de Seguridad con la excusa, arbitraria, del crimen del ingeniero Mariano Barbieri. La verdadera causa es que Burzaco se habría negado a firmar una mega licitación por los servicios de seguridad privada. Al parecer, urgidos por la recaudación de la campaña, algunos dirigentes establecieron compromisos con empresas a cuenta de concesiones en distritos que después no se ganaron. Ahora las cuentas no cierran. Jorge Macri, probable futuro jefe de Gobierno, mira a la distancia como quien dice “no es problema mío”. Secretos que se guardan bajo siete sellos en algún lugar del Uruguay. Toda la política trabaja, en plena pelea proselitista, para Javier Milei. Para dicha de Bullrich y de Massa aparecieron los curas villeros.
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