La libertad avanza, pero Milei se queda atrás
Las elecciones provinciales esmerilaron al economista pero impactan también en el kirchnerismo y Juntos por el Cambio, que plantearon sus estrategias en torno a sus consignas más radicales
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Ahora que el resultado en las urnas empieza a darle precisión al termómetro que mide los vientos de la opinión pública, el escenario político incorpora nueva información. Por ejemplo, que no alcanza con el apoyo de Javier Milei para ganar una elección provincial: en La Rioja, el joven Martín Menem comprobó que el peso de ningún apellido fue suficiente. Ninguna de las dos marcas, ni “Menem” ni “Milei”, símbolos, ambas, de dolarización y achicamiento del Estado en un imaginario colectivo que corre a la realidad por la derecha del sentido común, ni siquiera alcanzaron para llegar al segundo puesto. Milei mismo se abrazó al apellido Menem como continuidad de una versión liberal-libertaria de la Argentina. Esa síntesis no le dio su fruto en el terruño menemista. Se instala ahí la gran pregunta: ¿hay un cambio de época o no en la Argentina, que arrincona al progresismo y alienta una agenda liberal de centro derecha? Y si la respuestas es que sí, que la época va por ese lado, la otra gran pregunta es si efectivamente Milei la representa. O se trata de una ilusión óptica.
Esa pregunta le pesa a todos los protagonistas de la política hoy. Al kirchnerismo y a la oposición de Juntos por el Cambio, porque sus estrategias vienen siendo arrinconadas por una respuesta positiva a esos dos interrogantes. A Milei, porque lo interpela directamente. Le sopla la nuca.
La decisión de Milei de viajar a Tucumán para apoyar fuerte a Ricardo Bussi es un riesgo grande: si en las elecciones del domingo Bussi queda lejos del oficialismo peronista consolidado de Manzur y compañía, el impacto sobre la marca Milei será enorme. Si sucede lo contrario y se vuelve competitivo aunque no gane, Milei podrá argumentar que su presencia activa fue la clave. La decepción de Menem en La Rioja pasará a quedar como ejemplo de lo que pasa si Milei no se “apersona” en los minutos finales. Su carisma personal activo como garantía de triunfo. Esa interpretación está por verse.
Milei la necesita. Desde el domingo pasado, adquiere velocidad el fuego que cuece una duda mayor: si alcanzará o no con ser efectivamente Javier Milei para jugar fuerte en una elección nacional. ¿El predicamento que las encuestas le adjudican y su influencia en la esfera mediática es la punta del iceberg de un avance en las urnas presidenciales? ¿O es como planteó el expresidente Pepe Mujica hace pocas semanas en su visita a Buenos Aires? “¿Qué opina del fenómeno Milei”, le preguntaron. “El fenómeno son ustedes que le dan pelota”, respondió.
En las elecciones provinciales, por el momento, Milei se está desdibujando. Ahora la pregunta alcanza a su papel en las nacionales. ¿Cuánto pesan los conurbanos en el sesgo electoral? Ese peso todavía no se puso a prueba. Si el giro hacia la centro derecha es fuerte en el clima de época pero Milei no, Juntos puede recuperar el oxígeno que venía buscando pegándose a Milei. Esos malabares ya no sería tan necesarios. Lejos de calmar su interna, ese dato parece volver a exacerbarla: cuanto más cierto parece el triunfo, más se desatan las ambiciones. Nadie se lo quiere perder. Esto recién empieza.
Hay otra corriente de análisis que toma fuerza: que el efecto Milei no será sinónimo de una Argentina liberal-libertaria sino de la continuidad de un kirchnerismo debilitado. Para Juntos, el voto Milei produce una división del voto opositor que ayuda al peronismo no sólo a continuar en el poder sino a ampliar su margen de victoria. Eso pasó en La Rioja. La peor de las noticias para la oposición. Y para un desbloqueo de la crisis argentina que inicie el camino de alternancias capaces de sostener una transformación racional.
Cuatro de las cinco elecciones provinciales –La Rioja, Misiones, Río Negro y Neuquén–, aportan otra lección: que los oficialismos panperonistas en diversas versiones son el “deep state” en la Argentina. Hasta la derrota del Movimiento Popular Neuquino puede interpretarse como una continuidad por otros medios: el triunfo de un disidente Rolo Figueroa, que se consolidó políticamente dentro de esa estructura.
Aunque no lo veamos, el poder de los líderes provinciales siempre está. Inclusive, con más continuidad que la larga marcha del kirchnerismo: en el ocaso de una hegemonía, la continuidad de los caudillos provinciales es la envidia del kirchnerismo de hoy. Son peronistas nacidos a la vida política mucho antes que el kirchnerismo. Todo indica que lo sobrevivirán. Se trata de una continuidad en el poder a pesar de gestiones mediocres: el sueño de todo poder institucionalizado.
Del caso jujeño se desprenden otras conclusiones. Como gobernador, Gerardo Morales logró lo que no pudo Mauricio Macri ni María Eugenia Vidal: romper la hegemonía peronista y obtener la reelección. Con la votación del domingo, demuestra que su influencia está intacta. Morales ganó centralidad en su interna. Por eso se vuelve significativa su decisión del fin de semana: aprovechó para tuitear en pos de una causa delicada, Tierra del Fuego y la continuidad de su régimen de promoción fiscal. Para buena parte de Juntos, el “Régimen de Promoción Económica” de Tierra del Fuego es sinónimo de los privilegios que hay que terminar. En términos impositivos, le cuesta a la Argentina el 0,36% del PBI. Son mil millones de dólares por año. Favorece al sector de la electrónica y beneficia a unos 10.000 trabajadores de la provincia que cobran salarios más altos que el promedio nacional. Pero acarrea un costo para todos los argentinos, que pagan las computadoras, centrales para la vida laboral actual, más caras. Y al Estado, que deja de percibir impuestos. Sin embargo, Morales tuiteó, contundente: “El modelo productivo de Tierra del Fuego es un ejemplo”. Y no dudó en elogiar a unas de las empresas más cuestionadas por sus privilegios: “La planta de @NewsanUSH que visitamos hoy nos muestra, una vez más, que salir adelante es posible”.
El tema de Tierra del Fuego, que sintetiza posiciones macro y microeconómicas claves para el futuro de una Argentina diferente, divide a sus líderes. La Coalición Cívica quiere eliminar el régimen progresivamente. En el equipo de Horacio Rodríguez Larreta entienden la delicadeza política del tema: votos que se pueden perder en la provincia. Plantean una opción: ampliarlo a actividades que no acarreen costos para la sociedad, el turismo, o impulsar exportaciones antes que venta de productos al continente. Claramente toman distancia de la “ejemplaridad” que le atribuye Morales.
En plena marcha hacia la elección presidencial, ese tema, el de los privilegios de grupos empresariales, no encuentra resolución en la interna de Juntos. La confusión en las ideas es otro de los signos de la época.
Las lecciones alcanzan también a Cristina Kirchner y La Cámpora. El kirchnerismo puro no logra tallar en las elecciones provinciales. Los tuits del fin de semana por el aniversario de Eva Perón muestran que el empecinamiento domina al kirchnerismo. Axel Kicillof volvió a insistir con lo de “donde hay una necesidad, nace un derecho”. Luego de 20 años de kirchnerismo, está claro que esa matriz conceptual ha producido exactamente lo contrario: expansión de derechos incumplibles con expansión del gasto público, hasta consolidar el déficit fiscal. “Donde nace una necesidad, nace una restricción”, sintetizaría mejor los tiempos. Pero el kirchnerismo está empecinado en mirar hacia el otro lado de las restricciones presupuestarias, cada vez más acuciantes. La Argentina está atrapada entre el empecinamiento en un ideario compacto pero errado del kirchnerismo y la confusión que atraviesa a las ideas de la oposición.
¿Quién es el pueblo que vota? ¿Cuáles son las ideas que mejor lo representan? Esa es la cuestión. Y no sólo en la Argentina. El domingo hubo elecciones en Chile para conformar una nueva Asamblea Constituyente. Ganó la “derecha dura en esteroides”, como la define el politólogo basado en Chile, David Altman, con José Antonio Kast, el derrotado por la izquierda de Gabriel Boric en 2021. En menos de cuatro años, un giro completo de la izquierda más a la izquierda a la derecha más a la derecha.
Los procesos de cambio cultural y su dificultad para sostenerse están en el centro de la discusión. ¿Dónde está la Argentina en este camino electoral 2023? La pregunta sigue abierta.
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