La Ley Bases no trajo la calma esperada
En el plano económico, político, social y de las relaciones con el mundo, el estado de tensión e incertidumbre se mantiene inalterable o, peor aún, con nuevos sobresaltos y cortocircuitos
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Contra todo lo que cabía esperar, la sanción de la primera y fundamental ley del mandato de Javier Milei no trajo la calma esperada y necesaria.
En el plano económico, político, social y de las relaciones con el mundo, el estado de tensión e incertidumbre se mantiene inalterable o, peor aún, con nuevos sobresaltos y cortocircuitos. El Gobierno no puede ocultar su nerviosismo y el Presidente se muestra decidido a no moderar su propensión a sumar enemigos.
La decisión de no participar de la reunión de mandatarios del Mercosur, el lunes 8 de julio, tras el recrudecimiento del enfrentamiento con el brasileño Lula da Silva, presidente del primer socio comercial de la Argentina y primera potencia de la región, corona 72 horas que debieron ser de satisfacción y construcción, pero fueron dominadas por los ruidos y los enfrentamientos. Como si a Milei la paz le resultara antinatural y la disputa, su zona de confort.
La eventual ausencia en la cumbre que se efectuará en la capital de Paraguay resalta no solo por el hecho de ser la cita regional más importante para un presidente argentino, sino porque Javier Milei, con nueve viajes al exterior en sus primeros seis meses de gobierno, es el jefe de Estado que más ha salido del país.
Además, en todos esos casos, predominó el carácter privado de los viajes, no hubo visitas de Estado y el Presidente no mantuvo reuniones bilaterales con pares de países relevantes para la Argentina en términos de intercambio comercial o de vínculos diplomáticos estratégicos. Más singular resulta que ninguna de esas giras ha derivado aún en beneficios concretos para el país, pero sí han servido para instalar (con resultados diversos) la figura de Milei fuera de las fronteras de la Argentina.
La reciente decisión de no asistir a la reunión del Mercosur, que parece signada por el componente emocional y el factor ideológico, no por una razón estratégica, carece de una justificación plausible para la mayoría de los expertos en relaciones internacionales y comercio exterior y aún para los más destacados funcionarios de la Cancillería.
La excepción obvia es la ministra Diana Mondino, obligada a explicarlo y defenderlo por su trabajo y por su vínculo personal con el presidente que la designó en un cargo para el que carecía de experiencia y formación. De todas maneras, la canciller evitó en las primeras horas pronunciarse públicamente.
“Ahora los profesionales tendremos que recoger del piso los juguetes rotos. Una reunión de presidentes sin el presidente de la Argentina es algo muy raro”, se lamenta y admite un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, que una vez más se ve obligado a invertir en pegamento para tratar de recomponer lo que Milei rompe.
“Es cierto que el Presidente tiene una agenda interna muy importante en el país para los próximos días, como el acto por el Pacto de Julio, entre otras cosas. Pero también suena a ‘le doy importancia a otra cosa por sobre eso’. Es inevitable. Ahora habrá que procesarlo correctamente para hacer contención de daños”, explica el funcionario, apelando a su habilidades diplomáticas, sin poder ocultar su preocupación por la inevitable interpretación que harán en el bloque regional y los actores económicos a los dos lados de la frontera.
“Es malo no ir a la cumbre porque, entre otros motivos, no permite un diálogo con los otros presidentes, generar un mínimo de confianza y acercarnos. Al no ir, Milei da una señal clara de que no le interesa la integración y la coordinación de acciones. Milei y su núcleo duro anteponen así su visión ideológica frente a Lula”, explica un experto en relaciones internacionales muy escuchado tanto por funcionarios de la Cancillería como por el establishment político y económico, que prefiere el anonimato para no afectar esos vínculos.
Para el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, Federico Merke, el desplante presidencial a los socios del Mercosur es “una mala señal. Milei está anteponiendo lo ideológico y lo personal por encima de lo comercial y el interés colectivo. Construir confianza lleva 5 años; destruirla lleva 5 minutos”. Advierte.
En el Gobierno admiten que hay una preeminencia de la cuestión personal no solo más allá de lo estratégico, sino aún por sobre el factor ideológico. Como si no pudiera separar las responsabilidades y obligaciones inherentes a su cargo de las emociones privadas.
Hace unos días, uno de los funcionarios con más peso en el Gabinete había advertido que por esos motivos la relación con Brasil se encaminaba a un punto de complicado retorno. “Lo que hizo Lula de intervenir como intervino en la campaña en contra de Milei fue demasiado para él, veo muy difícil un arreglo”, anticipó y justificó el colaborador presidencial.
Lo dijo una semana antes de que el propio Presidente expusiera la misma razón de su encono con el brasileño, luego de que Lula reclamara disculpas por haber sido acusado de “comunista corrupto”, adjetivos que Milei reafirmó públicamente. Curiosamente (o no tanto), el mandatario argentino considera inaceptable que otros hagan aquí, o mejor dicho, que hagan con él lo que él suele hacer en otros países con otros presidentes: inmiscuirse en la política interna. Sobran los casos.
Menos condescendientes son otros analistas, como el principal referente en temas de política exterior del macrismo, Fulvio Pompeo, para quien el portazo a la cumbre del Mercosur “es una pérdida de oportunidad para la Argentina y para Milei. Podría expresar su visión ante los pares de la región. Inclusive para poner en discusión lo cerrado y paralizado que está el Mercosur”.
Lo dicho por Pompeo respecto de la situación del bloque regional era lo que los funcionarios de la Cancillería anticipaban que sería el planteo que llevaría Milei a la reunión de Asunción. El Presidente prefirió hacerlo por la vía de los hechos consumados sin siquiera cuidar las formas o atenuar los efectos negativos.
Según el especialista en comercio internacional Marcelo Elizondo, la ausencia en Asunción es “una convalidación de una realidad: el Gobierno ha relegado al Mercosur a un rol de importancia menor. Pero no creo que ponga en crisis algo que ya estaba en crisis de antes, De hecho, Milei hasta ha tomado, sin diálogo previo, medidas arancelarias que impactan en el Mercosur. Está buscando una autonomía dentro del Mercosur, sin generar una ruptura”.
En un intento por encontrar una razón estratégica, más allá de la cuestión personal y emocional, Elizondo sostiene que “todo indica que lo que está buscando Miles es la promoción de inversiones, que prevalece sobre las negociaciones comerciales. Pero para eso la Argentina debería tener una política comercial que, por ahora, no la tiene. Aunque es bastante razonable que lo primero sea la promoción de inversiones, porque además la Argentina necesita no solamente dólares, sino inversiones para mejorar su capacidad productiva, pero luego va necesitar una política comercial”, advierte.
Esos elementos, más la agria disputa personal, terminaron por precipitar la decisión presidencial de no concurrir a Asunción, donde se esperaba una reunión candente. Aunque no son esos los únicos factores en juego.
También se interpreta como una causa del profundizado malestar con Lula el impacto que tendrá para la Argentina el proceso de transformación que inició Brasil en su política cambiaria y fiscal, que podría ahondar algunas fragilidades de este lado de la frontera.
Son noticias indeseadas en este momento. En los últimos días se encendieron algunas alarmas por la suba de los dólares no oficiales, con el consiguiente aumento de la brecha cambiaria, una nueva alza del riesgo país y una sostenida caída en el valor de los activos argentinos, que la sanción de la Ley Bases no logró revertir. Los mercados tampoco encuentran un escenario pacífico.
En ese contexto, la sorpresiva conferencia de prensa del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, y del presidente del Banco Central, Santiago Bausili, apenas cerrados los mercados el viernes pasado, no consiguió despejar las dudas existentes en el sector económico, sino que sumaron nuevas incógnitas.
La reafirmación de la vigencia sin fecha de vencimiento del cepo cambiario y haberse limitado a anunciar un traspaso de la deuda pública que estaba en el BCRA al Tesoro, que deberá ser colocada con bonos en los bancos, fue para una mayoría de economistas de muy discutibles efectos positivos y para unos cuantos, directamente, una nueva forma de patear problemas para adelante.
Según esa interpretación, tal postergación y pase de manos podría agravar la situación actual, si es que el Gobierno no consigue recursos de forma más o menos perentoria, ya sea por el blanqueo de capitales sancionado por el Congreso o por nuevos aportes del FMI. Pero en ambos casos la concreción no será inmediata.
De todas maneras, en el futuro benévolo en el que sigue confiando el Gobierno resalta el segundo motivo de festejo que encontró el jueves por la noche, tras la sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal, después de 200 días de gobierno.
El penoso papel que desempeñó el presidente de los Estados Unidos y candidato a su reelección, Joe Biden, en el debate frente al aspirante a volver al cargo, el más que polémico Donald Trump, fue el mejor corolario para Milei y los suyos, que esperan con ansias el regreso de su “amigo” a la Casa Blanca.
Los oficialistas ven con ilusión por el espejo retrovisor el apoyo decisivo del republicano para concretar el excepcional salvataje que el FMI le dio al gobierno de Mauricio Macri durante la crisis financiera de 2018.
Los optimistas libertarios minimizan las advertencias sobre los cambios ocurridos en el mundo y en la situación relativa de Estados Unidos en los últimos seis años. También relativizan el hecho de que aún siendo elegido, Trump asumirá la presidencia solo dentro de seis meses. Como ya lo ha comprobado Milei, eso en la Argentina es mucho tiempo. Se entiende, entonces, que la calma no se instale con facilidad.
Escalada contra el periodismo
También parece explicar eso la renovada embestida contra el periodismo, la libertad de prensa y el acceso a la información lanzada desde el Gobierno, junto con las usinas de comunicación oficiales y paragubernamentales durante la semana pasada.
La nueva escalada se inició con una prohibición de la ministra Patricia Bullrich a sus funcionarios de hablar con la prensa y dar información sin autorización ni coordinación con su vocero. Siguió con el intento (frustrado ante las críticas masivas) de reponer una ley del primer peronismo que obligaba a los periodistas profesionales a registrarse ante el Gobierno.
Todo eso concluyó (por ahora) con un ataque coordinado contra el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), al que se plegó con expresiones descalificatorias el propio Presidente, luego de que esa entidad se expidiera públicamente contra el intento de reinstalar la matriculación obligatoria, que desde 1985 dejó de estar vigente tras haber sido considerada como una restricción ilegítima al derecho a la libertad de expresión por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
La sanción de la Ley Bases no trajo la calma esperada y necesaria. Tanto en las horas festivas, como en los momentos sombríos, la estrategia de construcción de poder nunca cambia. La fabricación de enemigos internos y externos es una constante. Nada muy original y que no se haya vivido hace muy poco en la Argentina.
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