La jugada silenciosa de Alberto Fernández y la bronca por su intento fallido de hablar con Horacio Rosatti
En una reunión con Sergio Massa, de la que no participaron kirchneristas, el Presidente acordó cómo actuarían frente a la jugada de Cristina Kirchner en el caso del Consejo
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La reunión fue el miércoles en la Quinta de Olivos. Cristina Kirchner, en su carácter de presidenta del Senado, había actuado primero cuando partió su bloque para nombrar a un hombre propio en el Consejo de la Magistratura. Le tocaba mover a Sergio Massa. Hasta el día anterior, el presidente de la Cámara de Diputados analizaba pedirle más tiempo a la Corte para sacar una nueva ley, pero con Cristina Kirchner avalando –a su manera- el fallo que restituía el viejo Consejo de 20 miembros, no tenía sentido. Massa tenía que hablarlo con el Presidente.
Es un asunto del Congreso, fue la respuesta de Alberto Fernández, que en esa reunión, a puertas cerradas, criticó tanto al fallo de la Corte como a su presidente, Horacio Rosatti. Había decidido que públicamente, en cambio, esta vez no diría una palabra.
Massa llegó a Olivos con la idea de asumir una estrategia dialoguista. No solo con la oposición, también con la Corte, algo que ni Cristina Kirchner ni Fernández estaban en condiciones de hacer.
El Presidente contó en esta reunión que él había hecho un intento de acercamiento con Rosatti. Que se había comunicado con él el año pasado, después de que lo eligieron al frente de la Corte, para reanudar un diálogo, y que la respuesta del juez fue que estaba dispuesto a recibirlo, pero en presencia de todos los cortesanos. Alberto Fernández no les tuvo que contar a sus interlocutores el resultado: ese encuentro nunca sucedió. En la Corte no confirman ni niegan esta versión. Massa, que no tenía a Rosatti entre sus contactos, se fue de Olivos con la idea de tratar de reconstruir esos puentes.
Según informaron a LA NACION fuentes que conocieron lo ocurrido, del encuentro participaron, además de Fernández y Massa, la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el jefe de asesores del Presidente, Juan Manuel Olmos; el constitucionalista Andrés Gil Domínguez, que el día anterior se había reunido con Massa después de que él lo llamó por una columna que publicó sobre el Consejo, y Diego Molea, representante de los académicos y miembro del bloque oficialista en el organismo que elige y controla a los jueces. No hubo funcionarios del área de Justicia ni kirchneristas.
Quien sí se reunió el año pasado con la Corte fue el ministro de Justicia de Fernández, Martín Soria, y ese encuentro fue un fracaso total. Una reunión oficial, en la que, contra todo protocolo, Soria les dijo a los jueces, cara a cara, que especulaban con sus causas y que jugaban políticamente. Está claro que no pretendía un acercamiento, y no se trató del exabrupto del ministro. Soria se llevó escrito lo que iba a decir y la Casa Rosada se ocupó de difundirlo tan pronto terminó la reunión. Fue dos meses y medio después de que Rosatti asumió la presidencia de la Corte.
La reforma
Fuentes al tanto de lo que se habló en la reunión de ayer en Olivos relataron que Fernández y sus asesores coincidían en el alto costo que tendría desconocer el fallo del alto tribunal que declaró inconstitucional la reforma del Consejo promovida por Cristina Kirchner en 2006 y en que el oficialismo debía trabajar para aprobar en Diputados el proyecto de nueva ley enviado por el Poder Ejecutivo, que ya pasó el filtro del Senado.
Massa confía en que su decisión de nombrar a la radical Roxana Reyes como representante de la “segunda minoría” de Diputados, en contra de lo que reclamaban muchos de los propios, puede ayudarlo a destrabar la reforma. De lo contrario, seguirá funcionando el Consejo de 20, con Rosatti como presidente.
Lo próximo que deberá decidir el oficialismo es cómo se para frente a este nuevo Consejo. “Todo se ordenó. Ahora el clima es de bajar la tensión”, dijo a LA NACION un kirchnerista que sigue de cerca el tema y que acusa el golpe de una semana agitada.
Por lo pronto, distintos consejeros del oficialismo sostenían este jueves que creen que el camino -una vez que la Corte les tome juramento a los dos consejeros que faltan- es dar quorum para que el Consejo funcione y después, discutir tema por tema. “Está todo muy equilibrado. Es muy difícil llegar a consensos, está claro, pero entre los 20 consejeros hay muchos intereses diferentes que, al final, pueden confluir en que la cosa se destrabe”, confiaban en el Frente de Todos, que también está atravesado por la falta de una estrategia única que contente a todos. En el Consejo, la única alternativa a la parálisis es el acuerdo: ni el oficialismo ni la oposición tienen por sí mismos los votos necesarios para elegir jueces ni para removerlos.
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