La irrupción de un “Centrão” criollo
Un conjunto de legisladores descubrió la oportunidad que ofrece la vulnerabilidad parlamentaria del Presidente; enfrente de este mosaico opositor al que está atado el destino de Milei, aparece un kirchnerismo enigmático
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Desde hace poco más de un mes se ha instalado un gobierno con peculiaridades muy marcadas. Liderazgo personalista, aspiración fundacional, programa conflictivo, debilidad parlamentaria. Sobre la plataforma de esas características, en medio de una tormenta económica, Javier Milei encara la administración del país. Esa práctica está abriendo curso a una nueva circulación del poder. Para advertirlo conviene observar el experimento inaugural: el intento de convalidar dos enormes proyectos normativos. El Decreto de Necesidad y Urgencia y, sobre todo, el inventario de reformas enviadas al Congreso en una ley gigantesca. Al amparo del afán por imponer estas iniciativas están emergiendo actores relevantes, se tejen nuevas asociaciones, se insinúa una fórmula que podría ser la clave política de este tramo inaugural del gobierno de Milei.
El Poder Ejecutivo envió a la Cámara de Diputados una propuesta que ya desde el título alberdiano anticipa una megalomanía legislativa: Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos. La aspiración que se manifiesta en esos 664 artículos contrasta con la indigencia partidaria de un bloque de 38 legisladores. La aprobación de esa norma demanda el auxilio de otras fuerzas. En ese ejercicio va surgiendo un protagonista destinado a ser el contrapunto de la gestión Milei. Para leer este proceso puede ayudar una comparación, con las deficiencias propias de las comparaciones. En 2019, Jair Bolsonaro se propuso conducir el giro de Brasil hacia la ultraderecha con 52 diputados sobre un total de 513. Esa aritmética fijó el límite de una agitación discursiva que imputaba a la clase política todas las miserias del país. Bolsonaro no tardó en advertir que su aventura sólo se salvaría del naufragio aferrándose a la tabla que le proporcionaba un grupo de legisladores moderados, si se quiere grises, pero muy conscientes de la oportunidad que les ofrecía la fragilidad estructural del nuevo líder. A ese núcleo la tradición brasileña ya le había asignado un nombre: eran el “Centrão”. El Gran Centro. Son parlamentarios atados a intereses específicos, territoriales o personales, que renuncian a un gran sueño nacional, pero suministran a quienes tienen ese sueño un andador que habilita y limita al mismo tiempo. A Bolsonaro le sacaron un presupuesto alternativo al oficial, que repartían a su antojo.
En el Congreso argentino asoma un animal de esa misma especie. Es un conjunto de legisladores que descubrió la oportunidad que ofrece la vulnerabilidad parlamentaria del Presidente. En ese “centrão” están el Pro, los radicales y, sobre todo, Hacemos Coalición Federal. Esas tres bancadas, a pesar de las contradicciones internas que cobija cada una, suman 94 diputados. Son la llave para que La Libertad Avanza, con sus 38 integrantes, a las que se agregan las de 4 aliados dispersos, se estire hasta 136 bancas. Suficiente mayoría.
Todos estos diputados están presionados por un factor: las encuestas siguen consignando que el sector de la opinión pública al que están vinculados apoya a Milei. Aun cuando hay mediciones muy recientes, como una de Poliarquía, que registran una caída del 67 al 58%, esa alianza con la base electoral que conformó el 56% en el balotaje es la palanca con la que el Presidente mueve la política. Nada que no esté a la vista: todos los días Milei se está sirviendo, para arrinconar al parlamento, del poder de su palabra, muchas veces insultante. Debería recordar aquel consejo que figuraba, clavado con chinches, hace añares, en una escalera de la Cámara baja: “No pise a nadie al subir. Se lo puede encontrar al bajar”.
El enjambre muy diverso de legisladores que se está constituyendo es consciente de su capacidad. No disfruta de un gran caudal de votos. Pero tiene el número de bancas que el Gobierno necesita. Coordinarse para consolidar ese número significa una posibilidad muy productiva de poder. El argumento: garantizar a la sociedad que el país resulte gobernable.
El juego que permite esta anatomía del Congreso se está desplegando en la sesión permanente que se celebra en la presidencia de Diputados. Allí, bajo la mirada de Martín Menem, se está redactando el dictamen que el oficialismo, acaso con demasiado optimismo, busca aprobar mañana. Los borradores van y vuelven desde el parlamento a la Casa Rosada, con las correcciones y vetos de los diputados del “centrão”. Reciben el recado el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, “el tecnócrata invisible”; su segundo, José Rolandi; el ministro del Interior, Guillermo Francos, y el secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo. Posse y Luis Caputo viajaron a Davos con el Presidente y se olvidaron de que el Congreso esperaba una definición sobre los borradores que se negociaron. El trámite parlamentario quedó detenido. Anoche la discusión ingresó en una crisis que demandó la presencia del Mago del Kremlin: el experto en imagen Santiago Caputo se trasladó hasta el Congreso para analizar con Menem el camino a seguir.
En una síntesis salvaje, la ley seguiría estos lineamientos: el Ejecutivo obtendría una declaración de emergencia por un año, que el Legislativo podría renovar por uno más; la actualización jubilatoria podría ser definida por el Ejecutivo, pero ateniéndose al índice de precios de los alimentos; la retenciones, que tuvieron una censura drástica expuesta por Fernando Landa, del Centro de Exportadores, no se aplicarían a los productos regionales; las privatizaciones deberían realizarse con un seguimiento previo y posterior del parlamento y no incluirían a YPF, el Banco Nación ni Arsat; del blanqueo quedarían excluidos los funcionarios del gobierno anterior; y la moratoria tendría que contemplar un premio para el que ha venido pagando.
Esas definiciones son las más relevantes porque corresponden al capítulo fiscal, del que depende la supervivencia del Gobierno. El resto tendría alteraciones más dramáticas. No habrá número para una reforma electoral. Tampoco se establecerá el juicio por jurados. Esta última limitación es muy desafiante para Mariano Cúneo Libarona: el ministro de Justicia justificó el mantenimiento del aberrante y muy opaco sistema de registros del automotor en los recursos que le demanda la implementación del nuevo procedimiento penal. Hay que recordar que una de las primeras medidas de Cúneo al ocupar su cargo fue aumentar, no reducir, el arancel de las registraciones. Pasable inconsistencia de un libertario. ¿Deberá soportar también que se preserve la posibilidad de ser parte querellante en los procesos para la Oficina Anticorrupción? Está en discusión. En el campo judicial hay otra novedad: la reforma del Código Civil y Comercial, objetada en una brillante exposición por Aída Kemelmajer, quedará para otra oportunidad. Alivio para Ricardo Lorenzetti, padre del Código vigente.
La potencia de los bloques legislativos que sostienen y restringen al Gobierno está atenuada por las discusiones internas. El Pro está muy próximo a Milei. El mismo Presidente se encargó de recordarlo: la fórmula presidencial Patricia Bullrich-Luis Petri integra el gabinete. Los diputados ligados a Bullrich son, por lógica, los más oficialistas. Pero en esa bancada hay que temer otra disputa: Mauricio Macri piensa reclamar la jefatura del partido. Y Bullrich evalúa desafiarlo. Es una discusión que, por reflejo, afectaría a Milei.
El radicalismo también tiene una fisura, sobre la que hace equilibrio Rodrigo De Loredo, presidente del bloque. Un ala responde a la presión del gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, aliado del de Corrientes, Gustavo Valdés. Son los más cercanos a Milei. En la otra vereda está Facundo Manes, con una militancia crítica similar a la de Emiliano Yacobitti, alter ego de Martín Lousteau en la Capital. Yacobitti y Lousteau tienen serias reservas frente a la gestión de La Libertad Avanza. Salvo en lo relativo a una repartición: el PAMI. Allí Milei designó como subinterventor a Carlos Zamparolo, quien viene de ser director de la obra social de la UBA, el reino de Yacobitti. Antes del balotaje, Zamparolo se ufanaba de ser el candidato de Sergio Massa a la conducción de la mutual de los abuelos. ¿Este leal a Yacobitti habrá llegado a la subintervención por influencia de Massa? “Acá el que no corre, vuela”, habrá pensado el nuevo jefe del PAMI, Esteban Leguizamo, denunciado y elogiado al mismo tiempo por su antecesora, Graciela Ocaña. La denuncia se debió a un presunto desvío de fondos que Ocaña imputó a la gestión de Luana Volnovich, de La Cámpora, en la que Leguizamo tuvo también protagonismo. La continuidad avanza.
La gravitación de Massa en el nuevo gabinete sigue siendo misteriosa. Guillermo Michel proyecta su sombra sobre la AFIP a través de Juan Conte, el subdirector financiero, que está a cargo de las contrataciones. Pero Michel no pudo aún garantizarse una colina decisiva: la subdirección de Auditoría Interna, para la que impulsó a Cecilia Jorge, quien fue la auditora de la Aduana durante su gestión. La nueva interventora, Florencia Misrahi, le habría puesto un límite. ¿Querrá revisar el oscuro sistema de importaciones que no se animó a investigar el fiscal Eduardo Taiano? Massa se garantizó una continuidad amigable en AySA, el feudo de su esposa, Malena Galmarini. Y ahora quiere controlar la embajada en el Vaticano, a través de su amigo Jorge O’Reilly. Este piadoso desarrollador inmobiliario tiene una confianza ilimitada en la clemencia del papa Francisco. Sencillo: O’Reilly formó parte de la conjura maquinada por Massa, en combinación con Esteban Caselli, el obispo Oscar Sarlinga, y el exejecutivo de Aeropuertos Argentina 2000 Emilio Noseda, para defenestrar a Jorge Bergoglio cuando se desempeñaba como arzobispo de Buenos Aires. Néstor Kirchner quería ver rodar esa mitra. Pero rodó la de Sarlinga. O’Reilly se jacta de que el Santo Padre lo perdonó, cargando todas las responsabilidades sobre Massa, que le hizo morder la manzana de la rebelión. ¿Será verdad?
Sobre la influencia del exministro de Economía en el gobierno de quien lo derrotó circulan muchas fantasías. Algunas escabrosas. Carlos Maslatón ya se encargó de atestiguar, en el programa “La Mirada, de Roberto García, que Massa financió a Milei para dañar a Juntos por el Cambio. Ahora aparece este interrogante: ¿alguien filmó a los que recibían el dinero? Responde un íntimo de Massa: “Sergio sería incapaz de ordenar eso”. Es una aclaración importantísima. Porque nunca una campaña presidencial estuvo tan contaminada por el espionaje clandestino como la que tuvo al caudillo de Tigre como competidor. Basta releer las notas que Hugo Alconada Mon publicó en LA NACION sobre esos vicios.
Los pactos con Massa no son los únicos compromisos difíciles de entender en el nuevo oficialismo. En la Procuración del Tesoro fue designado, como subprocurador, el abogado Andrés de la Cruz. Se especula con que estará a cargo de los litigios internacionales. ¿Por qué es escandaloso? Porque De la Cruz fue abogado de la familia Eskenazi, que está asociada a la demanda de 16.000 millones dólares del fondo Burford por la estatización de YPF, que es el principal caso internacional que enfrenta la Argentina. Todas las versiones sostienen que De la Cruz llegó allí por recomendación del ministro Luis Caputo. Movimientos subterráneos que deberían ser aclarados por una facción política que se identifica con las “Fuerzas del Cielo”.
Para comprender la configuración que se va desplegando a propósito del plan legislativo de Milei hay que prestar atención a una figura principal: Miguel Pichetto, presidente del bloque Hacemos Coalición Federal, una escuadra transversal que va de la Coalición Cívica de Juan Manuel López al duo Emilio Monzó/Nicolás Massot, pasando por Ricardo López Murphy y Margarita Stolbizer. Las razones son varias. En principio, Pichetto es, en esencia, un menemista, algo que lo acerca al presidente de la Cámara. Además, ya llevó adelante, en una escala menos ambiciosa, la tarea de sostener a un gobierno en minoría administrando la discordia y el acuerdo. Fue durante la gestión de Macri, de quien se convirtió en compañero de fórmula. Pero el principal capital de Pichetto es su cercanía con el peronismo. Pasa por ahí un proceso en ciernes, con el que se combina el trabajo del ministro Francos: producir una secesión en la bancada de Unión por la Patria.
La primera fisura ocurrió antes de que Milei asumiera la Presidencia. Fue con el nacimiento del bloque Innovación Federal, integrado por diputados que responden a los oficialismos de Misiones, Río Negro, Neuquén y Salta. Es un mosaico que, estimulado por Massa, se desprendió de Unión por la Patria. Los salteños, encabezados por el gobernador Gustavo Sáenz, recibieron una dependencia que los compromete: la secretaría de Minería para la exsecretaria de Energía de Massa, Flavia Royon, ligada a los Brito, padre e hijo, desde que tiene uso de razón. Royon administra una palabra cuyo poder hipnótico alcanza también a algunos diputados kirchneristas: litio.
En una incursión más audaz sobre las filas de Cristina Kirchner, Martín Menem y Francos abrieron una negociación con los gobernadores. Cuentan con la colaboración del catamarqueño Raúl Jalil y del santiagueño Gerardo Zamora. Para entender hay que seguir uniendo puntos: fueron los padrinos de la candidatura de Massa para voltear la de Eduardo “Wado” de Pedro. Dicho de otro modo: encabezan un equipo federal que desde hace tiempo pretende emanciparse de la tutela de la expresidenta. Y, sobre todo, del padrinazgo que su hijo Máximo sigue ejerciendo sobre la conducción del bloque peronista a través de Germán Martínez. Con Jalil y con Zamora se alinea el tucumano Osvaldo Jaldo.
El club de gobernadores se motiva en una agenda precisa al tope de la cual está la pretensión de recuperar los ingresos del impuesto a las Ganancias, recortados por Massa. Milei quiere que se lo pidan en público, que paguen el costo. Esta esgrima está en el fondo de las dificultades para sacar la mega ley. Además, hay otros reclamos. Las provincias petroleras y mineras se niegan a admitir el avance del Poder Ejecutivo sobre concesiones que son de su competencia. Sobre este problema conversaron la semana pasada en El Messidor los gobernadores de la Patagonia, que también se organizan para negociar con Milei. Errores imperdonables de tres grandes estudios jurídicos que prestaron históricos servicios a Eduardo Eurnekián y que asesoraron a la Jefatura de Gabinete en la redacción de esos escritos. Una curiosidad que recorre tribunales: ¿esos estudios patrocinarán a empresas que litiguen contra estas mismas normas? A propósito de este problema, ayer Vilma Ibarra preguntó si el Gobierno se hace asesorar por abogados privados. La inquietud obedece a que una funcionaria de la Secretaría Legal y Técnica confesó, por escrito, llena de candor, que el DNU de Federico Sturzenegger fue dictado sin revisión técnica oficial. Ibarra señaló que es una irregularidad administrativa. Ahora hay que esperar que el planteo llegue a Tribunales.
En el club patagónico hizo escuchar su enojo por las reformas pesqueras el chubutense Ignacio Torres, que tiene una conexión con ese negocio desde mucho antes de ser gobernador. Torres milita en el Pro, pero es ecuménico. Sin ir más lejos, acaba de designar como vicepresidente segundo del Banco de Chubut a quien, hasta el 10 de diciembre, fue secretario privado de Alberto Fernández: Nicolás Ritacco. Este vecino de Comodoro Rivadavia comparte padrinos con el expresidente: Cristóbal López y Fabián de Sousa.
La ocurrencia de enviar al Congreso un mamotreto de 664 artículos en los que se amenaza con remover prebendas o derechos a infinidad de sectores, ha dado lugar a innumerables negociaciones paralelas. Una que amenaza con convertirse en un escándalo es la que se desarrolla alrededor del impuesto a los cigarrillos. Ese gravamen ha enfrentado a las grandes multinacionales, como Phillip Morris o British American Tobacco, con Tabacalera Sarandí, del empresario local Pablo Otero. Sarandí, afirman en el mercado, habría recurrido para esa disputa a grandes celebridades del submundo: desde Antonio Stiuso a Adrián Kochen.
La guerra llegó al Congreso de manera paradójica. Un grupo de diputados estaría proponiendo que se dé de baja el artículo del Ejecutivo, para mantener un status quo judicial que beneficiaría a Sarandí, que evita pagar el impuesto a los cigarrillos escudándose en una medida cautelar. “Que termine de decidir la Justicia, para eso hay un proceso”, alegan los legisladores. Las multinacionales identifican a tres de ellos detrás de esa gestión: Diego Santilli, quien anteayer se mantuvo callado durante toda la reunión con el equipo económico, salvo cuando apareció el tema tabacalero; el candidato de Macri a presidir la Cámara, Cristian Ritondo, a quien sus viejos amigos de Mataderos comenzaron a llamar, con todo cariño, “Pucho”; y el kirchnerista salteño Carlos Zapata. Habladurías que podrían confirmarse por algunos movimientos registrados la semana pasada en el plenario de comisiones.
Enfrente de este mosaico opositor al que está atado el destino de Milei, aparece un kirchnerismo enigmático. Cristina Kirchner controla un bloque que, sin desprendimientos, cuenta con 102 diputados. Su poder depende de que los otros no converjan. En el Senado tuvo una mala experiencia: Victoria Villarruel logró consagrar al presidente provisional, Bartolomé Abdala, por 39 votos contra 33 del peronismo.
Más allá de las matemáticas, la relación de Milei con la señora de Kirchner se maneja por túneles inesperados. Un ejemplo: su celoso guardián, el comisario Diego Carbone, fue ascendido y ahora tiene a cargo un cuerpo de custodios de expresidentes y exvicepresidentes. 108 efectivos, 30 autos, casi un ejército. La Policía Federal es, como la AFI, parte del planeta Posse. Por lo tanto, lleva la marca de Aeropuertos: armó la cúpula el nuevo jefe, Luis Rollé, que era el superintendente de Aviación Federal, responsable, por lo tanto, del hangar que donó Eurnekián en el Aeroparque. Lo habría asesorado un oficial retirado, encargado de la Seguridad de los free shops. Apresurados, hicieron tabla rasa con el trabajo de la Junta de Calificaciones de la gestión anterior, convirtiendo en santos a algunos pecadores. Como dijo Leguizamo, el que no corre, vuela.
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